El agresor sexual de una menor en el camino de Los Lirios afronta un nuevo juicio por resistencia y lesiones a los agentes que lo arrestaron. La Fiscalía pide medio año de prisión y dos multas, además de indemnizaciones. El hombre, que cumple prisión provisional en Palencia, será juzgado por videoconferencia.
Casi un año después de la brutal agresión sexual que conmocionó a Gijón, el principal acusado del caso —Boris S. M., de 43 años— se enfrenta ahora a una segunda causa penal. Esta vez, no por el ataque a la menor, sino por haber agredido y resistido a los policías que lo detuvieron diecisiete días después de los hechos.
La Fiscalía solicita seis meses de prisión por un delito de resistencia a la autoridad, además de dos multas de tres meses, a razón de doce euros diarios, por lesiones a dos agentes. También reclama una indemnización de 480 euros a los policías agredidos.
El juicio aún no tiene fecha exacta, aunque fuentes judiciales indican que se celebrará en los próximos días en el Palacio de Justicia de Gijón. Dado que el acusado permanece recluido en el centro penitenciario de Dueñas (Palencia), todo apunta a que declarará por videoconferencia, evitando así su traslado a Asturias.
Un perfil judicial complejo
El itinerario judicial de Boris S. M. refleja una escalada de violencia que ha terminado con él tras las rejas. Desde el Juzgado de Instrucción nº 1 de Gijón, se decretó el pasado noviembre su prisión provisional, comunicada y sin fianza, al constatar las pruebas de ADN que lo vinculan directamente con la agresión sexual a la menor en el camino de Los Lirios, en el barrio gijonés de Somió.
Los resultados genéticos, según revelaron fuentes del caso, fueron determinantes: coincidieron con el ADN de un familiar fichado previamente por delitos sexuales, lo que permitió a la Policía identificarlo y detenerlo. Esa información, publicada en su momento por varios medios nacionales, cerró el círculo de una investigación intensa y meticulosa que mantuvo en vilo a toda la ciudad.
El eco de una agresión que sacudió Gijón
Aquel ataque, perpetrado a finales de octubre del año pasado, marcó un antes y un después en la seguridad ciudadana gijonesa. La víctima, una menor de edad, fue abordada en una zona de paso habitual entre viviendas y chalés, en un punto conocido como camino de Los Lirios. La brutalidad del acto, el horario y la planificación del agresor estremecieron a los vecinos de Somió, un barrio habitualmente tranquilo.
Las autoridades locales y autonómicas reaccionaron de inmediato reforzando la presencia policial en las zonas periféricas de Gijón y activando campañas de sensibilización contra las violencias sexuales. La alarma social fue tal que, durante semanas, los vecinos organizaron grupos para acompañar a adolescentes al salir de clase.
“No fue solo el ataque en sí; fue el miedo que dejó atrás. Nadie volvió a caminar igual por ese camino”, confesó una vecina de Somió a medios locales.
Una detención violenta y calculada
El arresto de Boris S. M. se produjo de madrugada, el 17 de noviembre, en el número 8 de la calle Ribadesella, en el barrio de Laviada. Los agentes, que llevaban días siguiéndole la pista, le tendieron una trampa: le hicieron creer que su moto —su bien más preciado— había sufrido un percance, para lograr que saliera del portal.
Cuando los policías ejecutaron la detención, el hombre opuso una fuerte resistencia, golpeando a varios de ellos antes de ser reducido. Terminó trasladado al HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias) con lesiones en la mandíbula, mientras tres agentes denunciaron haber resultado heridos.
El detenido, sin embargo, niega los hechos y sostiene que fue él quien “recibió la peor parte”. Asegura padecer ahora problemas auditivos como consecuencia de aquella noche.
Una investigación con ecos más amplios
Paralelamente, la Policía Nacional mantiene abiertas líneas de investigación que buscan determinar si el acusado podría estar vinculado a otras agresiones sexuales cometidas en el norte de España, especialmente en León, Cantabria y Asturias, donde se registraron delitos con un modus operandi similar: ataques nocturnos en zonas apartadas, uso de cinta adhesiva para inmovilizar a las víctimas y precauciones para no dejar huellas.
Fuentes policiales apuntan a un patrón “meticuloso y con conocimiento forense”, lo que sugiere que el agresor actuaba con experiencia o planificación. De momento, no hay cargos adicionales, pero las pesquisas siguen abiertas y el ADN de Boris S. M. se está comparando con restos de otros casos no resueltos.
Dos causas, dos escalas de castigo
El proceso que ahora afronta por resistencia y lesiones es un procedimiento menor, con penas muy inferiores a las que podrían imponérsele por la violación de Somió, donde se espera que las acusaciones particulares y la Fiscalía soliciten condenas muy elevadas.
Mientras tanto, Boris S. M. permanece recluido en Palencia, pendiente de ambas causas y de la investigación ampliada. Si se confirman los cargos por la agresión sexual, su condena podría ser de varios años de cárcel.
El Principado sigue muy de cerca la evolución del caso, tanto por su impacto social como por lo que supone en materia de seguridad y confianza ciudadana. En Gijón, el recuerdo de aquella noche sigue vivo: la herida de Somió aún no ha cerrado.