La segunda jornada del festival más salvaje del verano esquivó el orbayu, encendió la tierra con Estopa, desató el grito colectivo con Bad Gyal y cerró la madrugada al ritmo explosivo de Steve Aoki
A las 17:50 se abrieron las puertas. A las 04:55 nadie quería salir. Algo sucedió en Llanera anoche. Algo más que una fiesta, más que un festival. Fue una combustión lenta que acabó estallando con fuerza sobre el escenario principal de La Morgal. Y todo, en un día que arrancó con amenaza de orbayu y terminó convertido en una apoteosis musical que aún resuena entre los árboles y las tiendas de campaña.
La fiebre —ese tema, ese grito, ese ritual colectivo con el que Bad Gyal cerró su actuación el jueves— siguió contagiando a todos durante el viernes. No era solo una canción: era un estado emocional. Y en esta segunda jornada del Boombastic, la fiebre se convirtió en epidemia. Una que se propagó desde los primeros acordes de Maximiliano Calvo hasta la última tarta voladora de Steve Aoki. Una que no entiende de géneros, edades ni idiomas. Solo de energía, de entrega y de una euforia que no se puede fingir.
Un inicio tibio, una explosión emocional
Cuando Calvo subió al escenario con su orquesta “TDA”, el público aún era escaso. Pero su actitud fue la de una estrella ante un estadio. Arrancó con “Una temporada mala” y pidió a los rezagados que se acercaran. La respuesta fue inmediata. No por la cantidad, sino por la intensidad.
Tras él, Los Hermanos Martínez, Mateo Eraña y Mafalda Cardenal empezaron a tejer el clima perfecto. Mafalda, visiblemente emocionada, confesó que nunca había cantado en Asturias. Pero lo hizo como si lo llevara en la sangre. "¡Que viva Asturias!", gritó tras un “Vete a la luna” coreado por cientos de voces que, minutos antes, solo esperaban pasar el rato.
A continuación llegó uno de los momentos más íntimos del día. Juancho Marqués, con su tono pausado y letras profundas, pidió al público que se abrazara. Que mostraran amor. Y se lo devolvió bajando del escenario en “Desde el Parnaso”, mirando a los ojos, cantando entre la gente.
Marlena, Lia Kali y el camino hacia la cumbre
El atardecer se convirtió en noche con Marlena, el dúo que logró un equilibrio perfecto entre delicadeza y fuerza. Su concierto fue el punto de inflexión. Las primeras luces del escenario grande ya brillaban cuando sonó “Me sabe mal”.
Lia Kali, con su magnetismo vocal, elevó la temperatura todavía más, dejando paso al primer gran estallido: Estopa.
Estopa: la memoria emocional de una generación
A las 22:40, los hermanos Muñoz salieron como se espera de un fenómeno intergeneracional: sin artificios, con guitarra en mano y con esa mezcla de rumba, calle y verdad que arrastra a jóvenes, nostálgicos y escépticos por igual. Abrieron con "El del medio de Los Chichos" y desde ahí no hubo tregua: “Pastillas”, “Fuente de energía”, “Tu calorro”, “Cacho a cacho”… Llanera entera se vino abajo.
Más de 30.000 personas vibraron al ritmo de canciones que han acompañado fiestas, rupturas, borracheras, veranos y madrugadas. Porque Estopa no es solo música: es memoria emocional colectiva. Y anoche lo demostraron.
Una madrugada que no perdonó
Pero el Boombastic no da respiro. Apenas hubo tiempo para recuperar el aliento antes de que Residente dejara su impronta poética y combativa. Y tras él, Elena Rose y Lucho RK marcaron el tránsito hacia el desenfreno final.
A las 2:25 de la madrugada, cuando otros festivales ya sueñan con el desayuno, Steve Aoki tomó el escenario como quien toma una ciudad. Luces estroboscópicas, bases atronadoras y su clásico lanzamiento de tartas al público pusieron a La Morgal en pie de guerra raver. No hubo tregua. El DJ estadounidense, con su energía inagotable, ofreció un set que fue más allá del espectáculo: fue un bombardeo emocional.
Alvama Ice cerró la jornada a las 4:00, manteniendo la llama encendida con su estilo más urbano y una conexión total con la nueva ola de oyentes que llenaba los espacios frontales del escenario.
Boombastic resiste a todo, incluso al orbayu
En paralelo, la organización mantuvo el dispositivo especial contra la reventa fraudulenta, detectando y anulando más de un centenar de entradas sospechosas desde la primera jornada. Un dato que demuestra que el festival no solo brilla sobre el escenario, sino también en el respeto a su público.
El sonido de una comunidad en trance
La segunda jornada del Boombastic no fue solo una secuencia de conciertos. Fue una marea emocional que fue creciendo desde la tarde hasta la madrugada. Una celebración colectiva que no se dejó intimidar por las nubes ni por la humedad. El orbayu fue un rumor lejano. Lo que reinó fue la música, la piel erizada, los abrazos, los saltos. La fiebre.