La barbarie del yihadismo debe atajarse ya, sin más dilaciones, uniéndose todos los países del mundo frente a estos fanáticos, que en nombre de Dios, ¡qué aberración!, matan y destruyen en una vorágine que constituye una ofensa inadmisible a la humanidad en su conjunto y a su capacidad creadora, nuestra esperanza.
Frente a un enemigo de estas características no caben aplazamientos, remilgos ni actitudes tibias. Con gran apremio, es preciso desvelar a quienes les financian, especialmente cuando, como sucede en algunos casos, con la otra mano negocian con quienes sufren de lleno sus acciones y propósitos siniestros.
Es necesario, sin dilación alguna, una gran alianza mundial contra el fanatismo en general y el yihadismo en particular, en todos sus frentes.
Es tiempo de naciones unidas. Es tiempo de refundar unas Naciones Unidas dotadas de los recursos personales, financieros y de seguridad necesarios para encarar eficazmente la situación actual.
Esta alianza de emergencia podría ser, en efecto, el "impulso" que hace falta ahora mismo para que, como reza el inicio de la Carta, "Nosotros, los pueblos... evitemos a las generaciones venideras el horror..." Los pueblos guiados por "principios democráticos" como con tanta lucidez establece la Constitución de la UNESCO. ¡Fuera los grupos plutocráticos, los G6, G7, G20..., orientados exclusivamente por los "mercados"!
Es tiempo de fortaleza y de templanza. Es tiempo de un eficiente multilateralismo democrático.