De Avilés de toda la vida

Pese a mis raíces con la villa del Adelantado de la Florida nunca había tenido la oportunidad de visitar el Casino de Avilés, vetusta institución que el próximo año cumplirá los 150. Y lo hice ayer invitado por mi buen amigo y colega José Luis Poyal a “Las lentejas del casino”, una agradable comida en la que se homenajea a base de dicho plato a un personaje de nuestra Asturias, patria querida. En este caso y en presencia de un centenar de comensales del Avilés de toda la vida fue al psicoesteta Ramiro Fernández quien con sus 71 años recién cumplidos está tan en forma como Sergio Ramos y cual buen perejil de Nembra no se pierde guiso allí donde se prepare.

Está reunión mensual la anima el incansable Armando Arias, actual responsable del área cultural de La Voz de Avilés, edición del diario El Comercio, y que desde hace años dirige con pulso firme José María Urbano quien precisamente ayer nos envió para cubrir el acto a un colega joven y espabilado, Borja Pino, que me causó muy buena impresión.

 

El Casino de Avilés, situado en un primer piso frente al parque del Muelle, está presidido por Manuel González Iglesias, ayer ausente, pero hizo de anfitriona la vice Isolda, una de las veteranas de ENSIDESA ya que según me cuentan fue secretaria del primer presidente que tuve la citada siderurgia, Aureo Fernández Avila, aunque no éramos parientes. Para arropar al psicoesteta, prácticamente con las maletas hechas para acudir al Mundial de Brasil, estuvieron presentes el juglar Joaquín de la Buelga, cada día con más aire a lo David Niven, y lanzado con su “Caravana del verso” que recorre Asturias para deleite del vecindario, lo que aprovecho para enviar un abrazo solidario y de ánimo a uno de sus integrantes, el que fue alumno dominico Felipe Prieto, excelente artesano del cuero, y en estos momentos pasando por horas bajas. Tampoco faltó a la cita de las lentejas -¿Se acuerdan de aquellas tan famosas que organizaba Mona Jimenez en Madrid?- el que fue director comercial del diario El Comercio Iñaqui Tellechea, el ejecutivo Avelino Monsalvez, el ex alcalde Ricardo Fernández, hecho un pincel tras haber pasado, como nos ocurre a todos, por el taller, y un montón de conocidos más. No pudo asistir, lo siento, el Abad de Covadonga Juan Tuñón, antes párroco de Naveces, a quien también felicito porque la Universidad de Valladolid acaba de nombrarle Doctor Honoris Causa. Un ejemplo más de la universalidad y categoría de los asturianos.

 

La organización, como tiene costumbre, entregó al psicoesteta como recuerdo unas zapatillas, no se si voladoras pero seguro que le harán saltar más y mejor en el estadio de Maracaná. Ramiro Fernández a los postres fue interrogado a fondo por el personal descubriéndonos no sin ponerse colorado que si nunca se había casado era porque ya hace mucho tiempo que lo hizo con la peluquería. A eso se llama vocación. Insistiendo en su lema de que para salir adelante solo hay que trabajar, trabajar y trabajar, Ramiro Fernández dejó a todos con la boca abierta cuando con rotundidad manifestó: “El mejor amigo del hombre no es el perro, es el espejo“. Sobre todo si es un espejo antiarrugas, opino yo. Como remate el compositor y arreglista Gonzalo Casielles, toda una institución en Avilés, dió la nota musical al piano. El coro improvisado puso pasión cantándole a Avilés, la villa del Adelantado de la Florida. Y por muchos años.



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