El Evangelio sigue fresco

Kierkegaard escribió que uno de los mayores dramas de nuestro mundo contemporáneo era que en él se habían concedido altavoces al pinche de cocina el lugar de dárselos al capitán del barco. Así, comentaba el filósofo, en una tempestad el pobre capitán daría a gritos, sin que nadie le oyera, las órdenes para conducir el barco entre las olas, mientras sólo se escucharían en toda la nave las canciones con las que el pinche de cocina se entretenía preparando los pollos y las salchichas para comer. Y es que hoy en la tele, la radio y los periódicos nos atruenan los oídos los que no tienen nada que decir, mientras que no hacemos ningún caso a las palabras del evangelio que nos traen un trozo de vida, como si estuviera ronco.

 

La cuaresma está ahí y el evangelio sigue fresco, y nos recuerda que la salvación que Dios ofrece es gratuita. Y se resume en dos palabras: dar y amar. Amar a este mundo y darnos a su Hijo. Y para nosotros esa salvación consiste en mirar a Cristo en la cruz: creer en el que quita el pecado del mundo y nos muestra el amor de Dios.

 

Amigos lectores, la conversión también es para los que vamos a misa, para los católicos de toda la vida, pues también tú y yo tenemos que cambiar el corazón, sobre todo, para hacer limpieza de nuestros intereses egoistas. Porque el cristiano más lejano de Jesús, no es el pecador, sino el que se deja "cortejar" por la desesperanza, y cree que ya no puede convertirse.

 



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