Salud, cepillo y amor

Nada ni nadie pasa por nada, pero sí por algo”, sugirió, verbo muy raro, John Houston en uno de los guiones previos de Chinatown . Diremos que esta obviedad, sólo gloriosa por su firma, debería de haber añadido “y por supuesto por alguien”. En terrenos malditos, en estos días, la infamia está a subasta.

Ese alguien tenía cara o tenía cruz, pero en la moneda, claro está.

La moneda, ese resumen de las miserias que enfrentamos, y que a veces admiramos, aunque sólo sea por retarnos y por retratarnos, espejos como siempre cóncavos, convexos, los del callejón del Gato.

Juguemos un rato al termómetro de nuestros días, que desde hace muchos siglos no es como la canción de un tal Rodolfo Sciammarella, Salud, dinero y amor , bastante más conocida por la versión de los Tres Suramericanos y mucho más célebre que su autor, que la definió como un “vals”.

En aquellos tiempos, para quien los tenga, uno no sabía quién de los tres se correspondía con cada, llamémosle, concepto: ¿Era la rubia de los Tres Suramericanos la salud, el dinero el de las gafas oscuras y el amor el otro? Lo lógico es pensar que la rubia era el amor, que por cierto estaba casada con el de las gafas oscuras (el de las maracas), por lo que éste debería de ser también el amor, con lo que el que queda (el de la guitarra) debería de ser el de la salud y el del dinero.

Este juego de silogismos tiene más variables, y mucho más divertidas, muchas de las cuales nos callaremos por no dar la lata (eufemismo, sin duda). El de la guitarra tal vez era sólo la salud, pero algo de dinero le tocaba, y también podía estar enamorado, por qué no.

El de las maracas, las gafas oscuras, podía tener una salud de hierro, querer mucho a su mujer y ser el tesorero.

Ella, por supuesto, lo tenía todo: la salud, el amor y por supuesto el dinero. No sólo por estar casada con el tesorero, sino por lo que le correspondía de su parte del caché.

Aún la vimos hace unas semanas, guapísima, en Cine de barrio antes de que se le acabase el contrato a la Carmen Sevilla, la superwoman que podría ser nuestra siguiente protagonista de tan célebre vals: salud total, e incluso global, dinero se le presupone y amor mucho, cuando menos por sus ovejas.

Aquí podíamos citar a Javier Krahe, a quien seguro no le molesta. Y así hasta un razonable infinito. Con la turuta, si cabe.

El tema, la canción, más escuchada entonces en el mundo desconocido (de los Pirineos para arriba y de Gibraltar hacia abajo, tal vez sólo en Gibraltar) era por aquel entonces -los primeros años 70-- Money, el buque insignia de The dark side of the moon, uno de los elepés más vendidos de la historia del mundo mundial.

“Dinero, vete”, proclamaba en el inicio Roger Waters. “Vete muy lejos”.

Fácil, extremadamente fácil, demagogia para un hombre que ganaba una libra por cada paso que daba o, mucho más certero, por cada vez que respiraba.

“Lícor, caviar. Vodka… Dinero vuelve”, tan sólo tres estrofas más tarde.

El becerro de oro es el póster de los poco más de dos milenios que tienen los sestercios, o como se llamasen en su origen, tras el primer trueque, tras el primer ábaco: el banco primitivo.

Más primitivo incluso que el hombre del neanderthal. Un poco antes del sapiens , in the dark también.

Luego, al fin, está la verdadera salud: el personal que no sólo no pasa del dinero sino que incluso está dispuesto a currar gratis por el amor. Al arte un poco, al prójimo un poco más y al dios, a cualquiera de ellos, que él mismo lo ampare. No se asusten.

Ya me asusto yo: hay oenegés sospechosas, habituales tal vez. Hay otras, no sé cuáles, superlegales. Las oenegés son mejores compañeras de mus, o de tute, que las autoridades de turno que hablan de un modo limítrofe con la línea que marca la frontera del raciocinio, e incluso de la ciencia.

Autoridades nombradas por un extraño mecanismo, democrático tal vez. Mi recuerdo, bueno por cierto, muy bueno, es de aquel arzobispo al que le pintaban en la plaza de la catedral: “Merchán bebe pacharán” o “Merchán, bebe pacharán”. Fíjense en la coma, en la puntuación. Es divertido, mande o quien mande en la Academia de la Lengua.



1 comentario

  • # Barry Responder

    07/05/2011 23:25

    Español, Francés, Alemán, Chino... al final todos somos...¡personas! :)

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