Del Empleo, ante el patronato de la Fundación FENA

Mi opinión sobre las Escuelas de Negocios españolas y, en concreto, sobre FENA tuve ocasión de darla a conocer este verano en el acto de clausura de los Cursos de La Granda, al referirme  a los retos de la Sociedad del Conocimiento, al desarrollo empresarial como impulsor del cambio y a la importancia de la enseñanza post-grado como columna vertebral del desarrollo educativo para la innovación. Aquella intervención en La Granda dio pie a la reunión que mantuve el pasado 18 de enero con la Comisión Ejecutiva de FENA, en la que recibí cumplida información de su trayectoria y de sus actividades, así como de las dificultades por las que atraviesa en estos momentos, y también recibí la invitación de acudir a una reunión de este Patronato que con mucho gusto acepté y que agradezco muy sinceramente.

 

Hoy, y en este foro de la Fundación de la Escuela de Negocios de Asturias, FENA, deseo recalcar la importancia que instituciones privadas como esta tienen para Asturias por dedicar sus esfuerzos a impartir conocimientos en las materias que estudian la naturaleza y las respuestas a nuestros grandes problemas presentes: el empobrecimiento económico y la consecuente pérdida de actividad productiva que deriva en el paro.

 

Hoy estáis aquí presentes muchas de las empresas asturianas relevantes que formáis parte del Patronato y compartís la inquietud de la formación y de la innovación en las prácticas empresariales en torno a este proyecto. Estoy persuadido de que los problemas económicos que tiene nuestro Principado, a partir de los imprescindibles cambios en las directrices económicas y financieras de Asturias y de España, solo se resolverán con el concurso de los actores relevantes cercanos al interés y la concurrencia eficaz de iniciativas innovadoras, una de las cuales es esta Escuela de Negocios, modelo de iniciativa privada que nace de la sociedad civil.

 

 

 

Por eso acudo esta tarde a vuestro Patronato, para animaros a compartir inquietudes y cerrar lazos entre vosotros como empresarios, en el seno de esta institución tan adecuada como catalizador al desarrollo de la innovación en Asturias.

 

Las Escuelas de Negocios

 

Hace ya más de cien años que Charles William Eliot, fundador de la Harvard Business School, una de las primeras instituciones de esta naturaleza y hoy entre las más importantes del mundo, apuntaba su Visión de “vertebrar educación al servicio del desarrollo económico y empresarial como medio para alcanzar el progreso material colectivo, sin el cual no es posible progreso social y cultural equilibrado”. Eliot proponía como Misiónformar líderes para un mundo en cambio, partiendo del entendimiento de los negocios como una ciencia social y aplicando el esfuerzo didáctico no solo en transmitir conocimientos sino también convicciones y costumbres”.

 

Cien años después resulta visible que el legado de Eliot marcó buena parte del desarrollo de la humanidad durante las tres cuartas partes primeras del siglo XX, durante las cuales el empuje de las corporaciones tomó el relevo al poder de los estados siendo los Estados Unidos el más destacado protagonista. También el mensaje de Eliot sigue vigente: no se puede pretender un progreso social y cultural sin el equilibrio del desarrollo económico sostenible. La España y la Asturias de estos últimos ocho años han vivido en las antípodas de esta percepción.

 

En España las Escuelas de Negocios atesoran prestigio y tradición y han sido elemento capital del desarrollo de nuestras grandes corporaciones, y contribuido de modo decisivo a profesionalizar la gestión de innumerables pymes. Hoy, nuestras escuelas disfrutan de una posición envidiable en cuanto a prestigio y reconocimiento internacional. Valga apuntar que tres escuelas españolas, IESE, ESADE e Instituto de Empresa (con quien FENA mantiene una estrecha cooperación), figuran reconocidas entre las primeras del mundo, en competencia con las grandes escuelas americanas , Harvard, Stanford o Wharton, o las europeas, como la francesa INSEAD o la británica London Business School. 

 

El éxito de las Escuelas de Negocios españolas tiene mucho que ver con la visión de oportunidad -en enfoque y tiempo- al acercar el modelo de enseñanza hacia la realidad de nuestro entorno. Conservando el valor de la metodología y la calidad del conocimiento, y compartiendo con otras escuelas el bagaje de la experiencia en la buena tradición liberal universitaria, han configurado una oferta formativa que va desde títulos de postgrado, como el MBA, hasta la formación interna de las organizaciones empresariales adaptadas a cada necesidad e impartidas en las propias empresas. Las metodologías aplicadas, que pivotan en el “método del caso”, permiten utilizar un interminable catalogo existente de casos históricos que las distintas escuelas comparten.

 

Me parece muy importante señalar que las Escuelas de Negocio son hoy negocios de formación especializada movidos por la demanda y sujetos a una competencia ante un cliente que sabe y puede elegir. Esta dinámica ha llevado, tanto a florecer una formación innovadora muy extensa y variada como a generar un interés competitivo de carácter mercantil en sus cuadros de profesores. Esto hace que muchas progresen y figuren en los “ranking” mundiales en posición muy favorable, y para orgullo de nuestro país, lo que constituye una excepción digna de reflexión en el ámbito de las enseñanzas españolas universitarias y de postgrado.

 

Hoy las Escuelas de Negocios, como FENA, tienen un importante reto al que quiero referirme desde la perspectiva que me da mi cargo de servidor público y la situación de crisis que afrontan Asturias y España. FENA es una plataforma muy meritoria que tiene un notable valor/país para Asturias y una tradición de lucha e imaginación notables. Entre sus valores está la cercanía al empresariado local que configura su extenso patronato, un activo  capital que se debe preservar y ampliar atrayendo tanto a empresas, grandes y pequeñas, como a emprendedores que compartan la visión de que son la formación y la innovación las verdaderas bases donde extraer los vehículos para competir.

 

Si bien la respuesta a la demanda de los productos formativos o el progreso en la calidad y metodología de la enseñanza deben mantener su vigencia, sin caer en la entropía académica, hay otros retos que deben tenerse presentes, y cuya capacidad para abordarlos pasa por encontrar y configurar la propuesta de valor que demanda nuestro entorno. Esto será posible como fruto de cultivar la cercanía a nuestro tejido productivo en beneficio de la empresa y en el encaje de un trabajo útil y diferenciador. Asimismo le deberán preocupar los mimbres de nuestro tejido empresarial incipiente, las ideas y los emprendedores, allí donde se encuentren, buscando acompañarles en su andadura hacia el desarrollo y la madurez.

 

Gobernanza económica y desarrollo empresarial

 

Quizás la principal de las claves para entender la situación en que se encuentra nuestro país está en valorar como se ha utilizado, en estos últimos años, nuestro dinero, el dinero de los españoles, ciudadanos y empresas. Este dinero proviene de nuestros impuestos, como contribución periódica a la causa común, y de nuestro crédito, como la capacidad de recibir recursos ajenos para invertir en desarrollo y futuro bienestar.

 

Hemos pasado de ser un país de referencia y, por tanto, con capacidad de crédito, a un país cuestionado como indolente despilfarrador y potencial moroso, y esto no solo se debe a razones externas ajenas a nuestra responsabilidad. El verdadero peligro de sustentar esta justificación es que no contempla responsabilidad de los dirigentes y, por tanto, no redundará en el debido análisis que traiga como beneficio el aprendizaje. Más bien al contrario, se tratará de ocultar las razones y obviar las realidades, como ya se intentó en su momento, y que solo el sufrimiento por el que pasa la sociedad española, con más de cinco millones de parados, ha llevado a reconocer.

El dinero disponible en la causa común, como decía George William Eliot, debería haberse dedicado a fortalecer nuestro progreso material colectivo como vehículo de mejora de nuestro progreso social y cultural. Sin embargo no ha sido así y se ha actuado justo al revés: esgrimiendo la supuesta defensa de un “estado de bienestar” hemos multiplicado nuestros gastos al promover políticas insostenibles o vertebrar inversiones sin la suficiente perspectiva de retorno y utilidad. Con ello se ha creado una economía artificial donde fluye el dinero que nos han prestado y no se crea riqueza para devolver los créditos. Si contemplamos esto en clave de empresa, tendremos un “caso”, más bien muchos miles de casos, dignos de ser estudiado en  las Escuelas de Negocios como ejemplo de malas decisiones y peores administraciones.

 

La académica, economista y escritora africana Dambisa Moyo en su best seller “Ayuda que mata” atribuye como la causa mayor del estrepitoso fracaso de la ayuda al desarrollo a los países pobres a decisiones equivocadas y administraciones catastróficas, por encima de la otra lacra, la corrupción, aunque inevitablemente siempre cabalgan juntas. Si lo comparamos con muchas de las recientes actuaciones de nuestros gobiernos, la aparente motivación  progresista,  por irresponsable, resulta peligrosamente cercana a una actuación patológica tercermundista.

 

La recuperación económica será la que traiga el empleo, y esta no vendrá por arte de magia sino como consecuencia de la paulatina y sistemática recuperación colectiva, primero de las empresas y luego de las economías de los ciudadanos. No habrá un día como tal que salgamos de la crisis pero, cada día, alguna empresa y algún autónomo verá florecer su recuperación, fruto de cada circunstancia, y este efecto tendrá sus causas: lo correcto de sus decisiones y lo riguroso de su administración. Si asumimos esto desde la perspectiva de una Escuela de Negocios tendríamos, también, muchos casos dignos de ser estudiados como ejemplo de buenas decisiones, fruto de una acertada misión, visión y estrategia así como de la correcta administración, consecuencia del rigor y las buenas prácticas empresariales.

Las empresas aprenden, de forma general, en el quehacer diario. Las escuelas de negocios enseñan a gestionar y a decidir. La formación en estas disciplinas es una fórmula más en el proceso de innovación empresarial y ahí está el reto de organizaciones como FENA: vertebrar una propuesta de valor que sea convincente, elaborada y cuyo mensaje llegue a la empresa. Como cualquier iniciativa de innovación, pasaría por una fusión de labores de consultoría e investigación en realidades empresariales cercanas que lleven a analizar y abordar problemas cuya resolución derive en “casos”, a la manera como hacen las grandes Escuelas internacionales. El resultado debería reflejarse en que, en el extensísimo “curriculum” de “casos” empresariales, tendría que haber cada día más de empresas asturianas.

 

Afrontar la contingencia

 

La salida de la crisis económica pasa por abordar dos procesos, de modo independiente pero de forma coincidente: La contingencia y la transformación.  Afrontar la contingencia es una actuación táctica, urgente e imprescindible, requiere claridad de ideas y determinación de principios, resulta dolorosa pero eficaz en sus objetivos y, generalmente, produce beneficios inmediatos pero, también, genera problemas adicionales.

 

Estos principios se aplican tanto a una actividad empresarial como a una actuación institucional de las Administraciones Públicas. Para una empresa lo importante es sanear la estructura financiera y defender el negocio de modo que mejore su productividad y haga viable su actividad económica; solo posible con el sacrificio de hacer más con menos. Tan importante o más que la viabilidad económica y financiera, que deriva de una mayor productividad, lo es el alineamiento que asegura una organización establecida que permitirá a todos empujar en la misma dirección, factor imprescindible para que puedan establecerse y cumplirse los objetivos y alcanzar los presupuestos.

 

 

 

En la actuación institucional de las Administraciones, se impone algo parecido: el realismo de conocer los medios de que se dispone y las prioridades que se establecen. El primero de ellos viene condicionado, en una buena proporción, por las políticas generales de transferencias y el segundo por el programa político que se ha comprometido con los ciudadanos. Esto lleva a afrontar una contingencia que equilibre el déficit de recursos para priorizar las actuaciones comprometidas, cuestionando, inevitablemente, primero las bolsas de ineficacia que no aportan valor y producen entropía, y luego las actividades no prioritarias. Estos son, ni más ni menos, los famosos recortes que unos no han querido abordar y otros se resisten a aceptar. Todo ello pivota en una herramienta capital: el Presupuesto, sin el cual  no hay directriz sobre cómo administrar.

 

Del mismo modo, las Administraciones Públicas necesitan del alineamiento para poder promover sus planes y ahí se choca con una patología que no por conocida resulta menos gravosa: el sobredimensionamiento de funciones y atribuciones de muchas instituciones públicas, creadas con unos fines a los que no responden y dotadas de unos recursos que no se justifican. Es esta la verdadera contingencia a resolver y la más difícil. Al igual que para las empresas alcanzar productividad que les haga competitivas es la clave para asegurar la supervivencia del negocio, las Administraciones necesitan resolver el problema de la atrofia si quieren ser capaces de promover y llevar adelante las iniciativas.

 

Promover la Transformación

 

Abordar la contingencia es el paso previo para promover la transformación. Si lo uno lleva a resolver problemas latentes que ha multiplicado la crisis, lo otro conduce a establecer los mecanismos para que esto no vuelva a ocurrir. Promover la transformación es una actuación estratégica, con un foco a medio y largo plazo, que requiere reflexión y alineamiento y cuyos cambios, que marcarán una gran diferencia, solo verán su eficacia una vez pasado el tiempo.

Es importante asumir que el principal de los problemas que sufre nuestro país, el paro, solo tiene solución con un proceso de transformación de la cualidad y la calidad de nuestro tejido productivo. Cuando unos predican medidas de contención del paro estimulando la actividad del sector público están considerando una medida contingente ante un problema que requiere una disposición transformadora y que solo llevará a ganar tiempo y concluir con una situación todavía peor y quizás ya irreversible.

 

La transformación es una disposición inevitable a la vez que apasionante. Basta mirar al mundo en que vivimos y pensar en una nueva Asturias que deberá incorporarse a la revolución del siglo XXI, al imparable desarrollo de la llamada Sociedad del Conocimiento, que se sustenta en los grandes y rápidos avances tecnológicos, herramientas que posibilitan el extraordinario progreso en la creación de valor, y en la ruptura de barreras entre los mercados que nos lleva a la globalización.

 

Hoy nadie duda que el progreso y el futuro bienestar material de los ciudadanos tienen una relación directa con el conocimiento científico y con el desarrollo tecnológico del país. Como recordé en La Granda, “cerca del 60% de la riqueza de la humanidad se concentra hoy en las comunidades que atesoran el conocimiento que suponen solo el 15% de la población. Son países que ocupan a sus ciudadanos en actividades de calidad y exportan sus productos y servicios.”

 

La  Sociedad del Conocimiento es un reto de todos y cada uno que, en su actividad mercantil y cualquiera que esta sea, deberán encontrar su aplicación en el buen entender que las nuevas tecnologías son solo herramientas para innovar y la innovación solo vale si con ello aumenta la capacidad de competir. Mirar a cada negocio, pensar no solo en resolver las contingencias sino vertebrar las transformaciones y valorar como el mundo que nos viene constituye tanto una amenaza como una oportunidad: este es el reto de nuestras organizaciones empresariales.

Incorporar a Asturias plenamente a la revolución de la Sociedad del Conocimiento es una oportunidad genuina para un país maduro y desarrollado como el nuestro.  Partimos de un indiscutible valor local y necesitamos proyectarlo y convertirlo en oportunidad global. Somos una realidad de desarrollo económico y social y podemos ser un referente para muchos países y mercados.

 

La creación de nuevas empresas

 

Del mismo modo que, durante el siglo XX,  las corporaciones han relevado el protagonismo de los estados, durante el siglo XXI veremos cómo los individuos y las pequeñas organizaciones sustituyen a éstas en muchos de sus protagonismos, hoy naturales. El primero de ellos, que lleva ya un buen trecho de vigencia, se refleja en cómo adquieren hoy la tecnología las grandes empresas, renunciando al desarrollo a través de un programa interno, algo inviable por no competitivo debido a las burocracias de estos grandes grupos, y procurando la adquisición de  pequeños emprendedores que desarrollan las ideas necesarias y conectan con los mercados existentes.

 

Cada vez más veremos cómo esto ocurre con otros aspectos de la actividad mercantil. Los avances en las comunicaciones mitigan el factor distancia entre los actores de una actividad mercantil; Internet es la gran enciclopedia que da acceso a cualquier conocimiento; las redes sociales son y serán factores críticos en la promoción de convergencia de intereses, y configurarán “clusters virtuales” donde la propuesta de valor empresarial podrá competir con grandes organizaciones.

 

La hora del individuo es la hora del emprendedor, bien entendido en su doble faceta: los “imprendedores” que promueven la transformación dentro de las organizaciones existentes y los “emprendedores” que lo realizan fuera, desarrollando una actividad nueva e independiente. Corresponde a las empresas identificar sus “emprendedores” y buscar su encaje y su alineamiento en la organización, a riesgo de ver diluirse sus mejores ideas  y perder el talento que habría posibilitado la transformación de su organización.

 

El desarrollo de nuevas empresas es una tarea capital en la creación de empleo, más que  por el volumen que contabilice, que nunca en el corto plazo servirá  para paliar el paro crónico que tiene nuestro país, porque establecerán la referencia para que se movilice el factor multiplicador que derive en la masiva creación de nuevos modos de riqueza y nuevas fórmulas de empleo. Esta es una transformación de largo recorrido en el concepto del trabajo y el desarrollo de oportunidades, donde las medidas contingentes y las soluciones cortoplacistas no son elementos determinantes de la solución.

 

Valga el ejemplo de la actuación de las Administraciones Públicas en todas partes, incluida Asturias, que durante muchos años han realizado importantes esfuerzos por avanzar en la creación de un nuevo tejido empresarial de base innovadora. Han sido muchas las iniciativas: espacio, infraestructuras, servicios compartidos, ayudas económicas, todas enfocadas en el propósito general de cultivar el carácter emprendedor y la creación de nuevas  empresas. Los resultados apuntan a un progreso lento y lleno de dificultades, tanto en el arranque de las ideas como en desarrollo y viabilidad posterior.

 

En aquellos lugares donde esto ha tenido éxito, la creación de nuevas empresas parte de un ecosistema que integra estos cuatro factores: en primer lugar el emprendedor, bien sea un individuo o una empresa que promueve una dinámica interna de “emprendimiento”; las Administraciones que adapten las políticas públicas hacia modos que faciliten el acceso a las oportunidades, como la compra innovadora, o a las facilidades para la creación o desarrollo de la actividad; la formación académica donde tan importante es la contribución de la tecnología desde las Universidades como la ayuda en la decisión y la gestión desde las Escuelas de Negocios; y, finalmente, las empresas tractoras que, por interés y vocación, puedan aportar la confianza y acompañamiento a través del “mentoring”, la visión por un enfoque transversal del negocio, la ayuda en el desarrollo comercial o la proyección internacional.

FENA, la Escuela y el Patronato, al lado de otras organizaciones modernas, pueden ser dos de estas piezas necesarias para  contribuir al desarrollo económico de Asturias, a partir de una visión abierta al mundo, mediante su apoyo al desarrollo de la labor emprendedora. Asturias para superar su decadencia necesita un cambio profundo en todos los ámbitos que permanecen anclados en el inmovilismo y en sus ineficientes privilegios, y éste cambio profundo pasa por conjugar el esfuerzo de todos, sin inhibiciones. Es muy importante que instituciones empresariales, como la vuestra a la que me dirijo, se afiancen, tengan una proyección y un desarrollo adecuados,  y contribuyan a transformar nuestro tejido productivo para que favorezca decisivamente a promover la recuperación económica y la creación de empleo. Si a estas iniciativas privadas sumamos nuestros esfuerzos por regenerar las instituciones y las administraciones públicas, y procuramos un mejor uso de nuestros recursos, habremos dado un paso decisivo en el obligado proceso de cambio y de transformación para superar  años de adanismo y de despilfarro empobrecedores.

 

No me cansaré de repetir que el éxito de este proceso de cambio y de transformación solo se logrará si los asturianos estamos dispuestos a contribuir con nuestro  esfuerzo y nuestro sacrificio, y la sociedad civil del país toma el relevo del liderazgo de la revolución hacia la nueva Sociedad del Conocimiento, asumiendo que nadie más ajeno a nuestra tierra nos llevará hasta allí. Sepamos que no hay otro camino y aprendamos de otras comunidades y países, en peor posición y con menos mimbres de partida, que están logrando el cambio. ¿Por qué no en España y en Asturias

 

*Presidente del Principado de Asturias



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