Luarca.- El periodista lavianés y presidente de la ASPET, Carlos Cuesta Calleja, pregonó este sábado los eventos de la I Exposición de Camelias en la capital valdesana a la que para este fin de semana intituló 'Territorio camelia'
TERRITORIO CAMELIA
Todo Valdés y una parte estimada de este concejo marinero como por ejemplo El Chano, Busto,Trevías, Barcia…forma parte del territorio Camelia. Ese entorno de la Marina local donde brotan las Camelias, ese arbusto mágico y placentero cargado de sentimiento, paz, sosiego, belleza, delicia, lirismo, olor, estilo y verdad floral…
La Camelia tiene un nominativo eufónico, gracioso y responde a una flor de infinidad de colores, marcada en la familia de las teáceas. Algunos la llaman Rosa del Japón, quizá por su procedencia.
Es plena en el parterre infinito de la costa asturiana. Siempre busca el placer oloroso de la vida natural. La Camelia es flor invernal, aristócrata con base popular. En los Palacios, Castillos y Casonas de la España medieval las damas exquisitas ya gustaban de esta natural flor. Jimena la esposa del Cid Campeador, Berenguela de Castilla e Isabel La Católica eran amantes de las Camelias y siempre tenían a mano esa flor alegre y vistosa para adornar sus piezas o envolver sus vestidos. Lo mismo que la emperatriz Eugenia de Montijo quien hizo de las Camelias su santo y seña y proyectó por toda Francia la esencia y atractivo de esta flor universal…
Esta flor llamada Camelia vuela por el jardín de la dicha con ánimo natural y belleza eterna. Se abre a la vida con el humus agrícola que le da abrigo, consistencia y materia gris. Su presencia regia y directa adorna la fiesta de las flores y en su caminar por el vergel de los sentidos busca la complacencia de sus naturales para anunciar que la marca japonica está en su terreno y lugar.
Todo su fruto es alegría, viveza, sentimiento, manto floral, color, efluvio, calor, emoción, gozo, impresión y atmósfera. La Camelia, las camelias… siguen ahí sujetas al arbusto del placer, enganchadas a unas hojas verdinegras bien definidas y que siguen la pauta de lo notable y natural. Y esta exposición apunta bien a las claras lo que el terreno de estos contornos litorales ofrece para echar la flor.
Flor de la Camelia, pureza abierta, madrigal de galantería, yema y brillo…Su observación da lustre y ornato a la vista. Y eso es mucho.
A mí las Camelias me enganchan. Tienen un buen nombre, son bellas y espléndidas como un edén, adornan los senderos de la existencia, huelen a sahumerio, son fuente de salud natural, tienen lozanía en la floración y se extienden al universo floral como la enredadera eterna que quiere envolver con su verdor ramero la esencia iniciática de un pensil frondoso y acicalado.
La rosaleda busca amistad en las Camelias, estas son amigas de todo el vergel y pienso yo…, ahí está la grandeza de estas flores de color distinto y peristilos amplios… En el bosquete de la amistad, las camelias disfrutan con su gracejo y su alma natural agarradas a la suerte de su formación y al trabajo sentido de su floricultor que les da paciencia, manutención y las presenta con planta en el aguedal de la divinidad. Todo aquí es fruto de Camelia, contento, disfrute y encanto. La huerta florida se esfuerza en recibir las últimas plantaciones de ese árbol dichoso y acuático. Y esos capullos aguerridos están esperando su genética y su vida para adornar con su base natural la estupenda muestra que los expertos florales de Valdés quieren mostrar a su pueblo. Y ya se sabe, donde hay Camelias hay vida, existencia, consenso, amistad, verdad y flor de la edad… Lo mustio para otros, aquí abunda la floración, lo florido, el auge, lo multifloro, el brote, la florescencia, el parque, la lozanía, el desarrollo y la sutileza. Me lo dicen Las Camelias o mejor dicho la Casa de las Camelias en Busto, organizadora de este acontecimiento floral…