Javier Fernández: "Uno no sabe dónde acaba el padre Ángel y donde empieza la solidaridad"

Javier Fernández: "Uno no sabe dónde acaba el padre Ángel y donde empieza la solidaridad"

Mieres.- El presidente del Principado, Javeier Fernández, arropó este domingo la entrega de los premios 'Mierenses del Año' a Víctor Manuel, a los dominicos José Luis Burguet Huerta y Juan José Ungidos Merino (Solidaridad) y al padre Ángel (Medalla de oro). Fernández ha dedicado afectuosas palabras a los galardonados cuyos indiscutibles méritos también puso de manifiesto. 

 

 

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL PRINCIPADO:

 

Los galardones que habéis concedido distinguen tres categorías: mierenses en el mundo, un premio a la solidaridad y una medalla de oro. No quiero ponerme en la piel de quienes formáis la asociación  porque imagino las dificultades, y hasta las discusiones que habréis tenido para seleccionar los nombres y las categorías. Por ejemplo, con la solidaridad. La solidaridad es el galardón merecido, sin asomo de duda, por los dominicos Juan José Ungidos y José Luis Burguet, pero la solidaridad es uno de los rasgos más acentuados de Víctor Manuel, y qué os voy a decir del padre Ángel y de la solidaridad. Uno no sabe dónde acaba el padre Ángel y donde empieza la solidaridad. Si son sinónimos. En vez de decir “seamos solidarios” podríamos decir “seamos padre Ángel”; en lugar  de “lucha solidaria”, “lucha padre Ángel” y todos entenderíamos el significado a la perfección.  Creo que no hay duda. A lo mejor, los más exquisitos de la Real Academia nos pondrían algún reparo, pero entre nosotros nos entenderíamos a la primera. 

 

Hasta en Kenya, Benín, Tanzania, Perú e Irak nos entenderían, porque este hombre es internacional: realmente, es un mierense en el mundo. Así que os felicito por la elección de los galardonados, por el trabajo que estáis haciendo y por la tarea que os habrá llevado repartir las categorías.

 

 

Las palabras, como las fotografías en papel, amarillean con el pasar del tiempo. Hay nombres, adjetivos y verbos que se ponen de moda y se utilizan continuamente, como un estampado de verano, y luego decaen, se olvidan y quedan aparcadas en un rincón. A otras palabras las malbaratamos, las devaluamos, y empobrecemos; las dejamos en los huesos, tiradas en un rincón. Yo quiero aprovechar este acto para reivindicar el uso genuino de algunas palabras y, en especial, de la solidaridad. La buena solidaridad es, además, tangible, visible; no es abstracta ni etérea. La buena solidaridad es la de José Luis Burguet en Centroamérica, la de Juan José Ungidos en Perú, la de la Víctor Manuel en toda su peripecia vital y, cómo no, la del padre Ángel.

 

Las palabras también aburren. A algunos puede cansarles que al pronunciar Mieres asome de inmediato la imagen de la mina, el zigzag manso del Caudal, un montón de canciones de Víctor Manuel, los dominicos, el padre Ángel. Y pensarán: ya están estos con lo de siempre, con sus curas, su cantante, su carbón y sus cuentos, ya están estos, que no se enteran de que eso ya no se lleva, que aquí hay que hablar de la prima de riesgo, de Wall Street, frau Merkel y unos mercados que nadie nos ha presentado.

 

Bueno, pues sí, aquí estamos, en efecto, y para quedarnos. Pero que no se confundan, nos enteramos perfectamente. Quienes no se enteran son los que pretenden que suframos un ataque repentino de amnesia selectiva y renunciemos a nuestro pasado, a nuestro presente y a buena parte de nuestro futuro para que les cuadren mejor sus números.

 

Evidentemente, yo no me aburro con vosotros. Ni con la obra de los dominicos, ni escuchando –y, confieso, tarareando de vez en cuando- a Víctor Manuel, ni admirando al padre Ángel.

 

Y, para decirlo más claro, tampoco me aburre la solidaridad. No me aburre la palabra ni la práctica de la solidaridad, como no le aburre a los miles de mierenses que comparten estos días la angustia de los mineros que ven peligrar sus empleos. Sí, dirán “qué aburridos, siempre con lo mismo”, lo sé, pero qué les vamos a hacer, si les aburrimos, que se aguanten. Nosotros no vamos a renunciar a la solidaridad. A ver si puedo decirlo para que se me entienda mejor: que no, que no nos vamos a cansar de ser solidarios con quienes defienden razonablemente sus puestos de trabajo. Por el camino de Mieres, la solidaridad se pronuncia y se practica.  Entre otros muchísimos motivos, porque esa solidaridad es la que ha colocado desde hace décadas el nombre de Mieres en el mundo, como hace décadas que el padre Ángel, los dominicos Burguet y Ungidos y Víctor Manuel llevan el nombre de nuestra ciudad por  tantas geografías de este planeta.

 

Vuelvo al principio. A felicitaros a todos. A los galardonados, porque no hay duda sobre vuestros merecimientos. Y a quienes formáis la asociación, por vuestro trabajo y por vuestro acierto.

 

A todos, también, muchas gracias.

 

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