La lonja de Puerto de Vega vivió este martes una de esas jornadas que se recuerdan durante años. En plena campaña especial de Navidad, el percebe alcanzó los 199 euros el kilo, una cifra que pilló a muchos por sorpresa y que estuvo a punto de arrancar un aplauso espontáneo en la rula. El precio máximo lo firmó una partida especialmente valorada por su tamaño y presentación, mientras el precio medio se quedó en 76 euros por kilo tras subastarse 360 kilos de este crustáceo tan codiciado como peligroso de recolectar.
La escena se repitió, con matices, en Luarca, donde salieron a subasta 377 kilos, con un máximo de 185 euros y una media de 63,8 euros. Cifras altas, sí, pero lejos de dibujar una campaña redonda. De hecho, el sentir general entre los perceberos fue unánime: hay percebe, pero el mar no está dejando trabajar.
El gran enemigo: la mar
Las marejadas y las ventanas de faena cada vez más cortas están marcando una Navidad irregular. El percebe necesita frío y golpe para crecer y engordar, pero cuando esas mismas condiciones se dan en los días clave, el riesgo se dispara y muchas zonas quedan inaccesibles. “Con este mar no siempre se puede”, resumía uno de los mariscadores, aún convaleciente de un accidente reciente y con puntos en la frente, que volvió al agua al día siguiente porque Navidad es cuando el precio sube.
La paradoja es vieja conocida en el sector: el mejor percebe se cría en el peor mar. Y a eso se suma la gestión del recurso, con cupos diarios estrictos que buscan proteger las piedras y garantizar el futuro del marisqueo. Resultado: poco producto excelente, mucha demanda y una subasta que se mueve a golpes de picos.
¿Récord histórico? No. ¿Precio de vértigo? Sin duda
Los 199 euros no baten el techo absoluto del percebe en Asturias —hubo Navidades pasadas con cifras aún más altas—, pero sí colocan esta subasta en el selecto club de los precios que hacen historia. Además, el fenómeno no es exclusivo del Occidente asturiano: en estas fechas, las grandes lonjas del norte viven picos similares en mariscos “estrella”, con compradores que buscan género muy concreto para una clientela dispuesta a pagar.
Eso sí, dentro de la lonja también se escucharon voces críticas desde el lado de la compra: “está caro para la calidad que hay”, apuntaban algunos empresarios. La subasta arrancó fuerte y fue perdiendo intensidad conforme avanzaba, hasta que, casi al cierre, apareció el lote que disparó el marcador. Un recordatorio de que un precio máximo no define toda la campaña, sino un momento y un producto excepcionales.
Una Navidad frustrante para quien quiere salir a trabajar
Para los perceberos, la sensación predominante es agridulce. Quieren aprovechar los días fuertes, pero el mar manda. Hay zonas con buen percebe reservadas, pero inaccesibles; en firme, a pie de costa, el género es más irregular. Los más osados recurren a bote o a nado para llegar a las piedras más valiosas, asumiendo riesgos que no siempre compensan.
“Es una contradicción”, resumía una percebeira con casi dos décadas de oficio. “El percebe crece gracias a la marejada, pero si esa marejada llega cuando tenemos que ir a buscarlo, todo se complica”. Una Navidad que muchos califican directamente de frustrante: ganas de trabajar, precios altos… y el mar cerrando la puerta.
La otra cara: la mesa de Navidad aprieta
El percebe no es un caso aislado. Estas Navidades están marcadas por una subida generalizada de los alimentos, especialmente de los productos asociados a las celebraciones. Mariscos, pescados selectos y carnes “de fiesta” han encarecido la cesta, obligando a muchas familias a replantearse el menú.
Y aquí surge la pregunta incómoda, la que se escucha cada vez más en bares y mercados: los que andamos justos, ¿qué Navidad podemos celebrar?
La respuesta, cada vez más evidente, pasa por celebrar con cabeza. Menos lujo extremo y más cocina bien hecha; menos cantidad y mejor ejecución. El percebe seguirá siendo el Ferrari del Cantábrico, un capricho espectacular para quien puede permitírselo. Pero la Navidad no se mide en euros por kilo, sino en mesa compartida y platos que saben a casa, aunque no vengan con etiqueta de lujo.
Mirando al final de año
Puerto de Vega volverá a reunir a perceberos y compradores antes de que termine el año. La esperanza es la misma de siempre: que el mar dé una tregua y permita cerrar la campaña con mejores sensaciones. Porque el percebe puede volar en la subasta, pero sin mar en calma, no hay precio que arregle la faena.
