Gijón se rinde a Fito & Fitipaldis: un Palacio de Deportes en comunión total

Gijón se rinde a Fito & Fitipaldis: un Palacio de Deportes en comunión total

Gijón no asistió anoche a un concierto: participó en él. El Palacio de Deportes de La Guía se convirtió en una sola voz con el primero de los dos llenos absolutos de Fito & Fitipaldis en la ciudad, dentro de una gira que está confirmando algo que el público sabe desde hace años: hay bandas que no pasan de moda porque forman parte de la biografía emocional de varias generaciones.

Desde mucho antes de las 20.30 horas —momento exacto del arranque— el ambiente alrededor del pabellón ya anunciaba noche grande. Grupos de amigos, camisetas negras rescatadas del fondo del armario, parejas de edades distintas y ese murmullo previo que solo aparece cuando el público sabe que no va a fallar nada. Y no falló.

Un inicio sin tanteos: Gijón venía preparado

No hubo calentamiento progresivo ni necesidad de romper el hielo. Gijón llegó con la letra aprendida. Desde los primeros acordes, pista y gradas respondieron como si el concierto llevara media hora en marcha. Cada introducción era reconocida al segundo, cada estribillo coreado sin titubeos. No había móviles levantados por postureo: había ojos en el escenario.

El recinto, dividido entre pista y gradas, fue claramente de menos a más en intensidad física, pero emocionalmente estuvo arriba desde el minuto uno. Se cantó de pie, se bailó sin complejos y se gritó con ese punto justo de nostalgia que no pesa, sino que empuja.

Fito Cabrales, cómodo y en casa

En el centro de todo, Fito Cabrales, cercano y sin sobreactuar. Voz reconocible, bien cuidada, y una forma de cantar que no busca el lucimiento técnico sino la conexión directa. No hubo grandes discursos ni arengas prefabricadas: no le hicieron falta. La complicidad con el público fue constante y evidente.

La banda sostuvo el concierto con un sonido limpio, equilibrado y potente, sin tapar la voz ni aplastar matices. Un directo sólido, profesional, pero con alma. De esos que parecen fáciles… porque están muy trabajados.

Un repertorio que no falla

El setlist fue un viaje reconocible por los grandes himnos del grupo. Canciones que funcionan como un resorte automático: suena la primera nota y el cuerpo responde solo. No hubo baches ni momentos valle. Cada tema tenía su público esperando y todos encontraron su momento.

Especialmente llamativa fue la respuesta coral: gradas completas cantando de principio a fin, con una entrega que no decayó en ningún momento. No era un público pasivo; era parte activa del concierto.

Organización y ambiente: todo fluye

El concierto transcurrió sin sobresaltos, con accesos bien resueltos y un ambiente festivo y respetuoso. Se notaba que era una cita muy esperada y vivida con ganas, pero también con cabeza. Hoy, en la segunda noche, Gijón volverá a responder.

Análisis comparativo: un directo que juega en otra liga

Frente a buena parte de los grandes directos actuales —muy apoyados en pantallas, coreografías y momentos virales—, Fito & Fitipaldis apuestan por la canción y la relación con el público. No buscan sorprender: confirman. Y ahí está su fuerza.

Mientras otras giras persiguen el impacto inmediato, aquí hay permanencia. El público no sale diciendo “qué moderno”, sino “qué bien me ha hecho sentir”. En Gijón quedó claro: hay conciertos que envejecen y otros que maduran. El de anoche fue de los segundos. Y por eso, cuando se encendieron las luces, nadie tenía prisa por irse. Porque había pasado algo compartido, reconocible y honesto.

Dejar un comentario

captcha