Villaviciosa no fabrica sidra: fabrica memoria. El Gaitero y los 135 años que cambiaron Asturias sin que nadie se diera cuenta

Villaviciosa no fabrica sidra: fabrica memoria. El Gaitero y los 135 años que cambiaron Asturias sin que nadie se diera cuenta

Hay marcas que venden productos.
Y hay otras —muy pocas— que explican un territorio entero sin necesidad de decir su nombre.

El Gaitero pertenece a esta segunda categoría. No es solo sidra. Es Villaviciosa, es la ría, es la manzana caída sobre la hierba húmeda, es la emigración, es la industria, es la Navidad, es el recuerdo del abuelo que abría una botella “pa brindar como Dios manda”.
Y todo eso empezó hace 135 años, cuando alguien en esta villa maliaya tuvo una idea que parecía una locura: llevar la sidra asturiana al mundo entero.

La ría como autopista antes de que existieran las carreteras

Para entender El Gaitero hay que entender dónde está.
No es casualidad que la bodega se levante a metros de la ría de Villaviciosa, uno de los estuarios mejor conservados del Cantábrico. Antes de que existieran carreteras decentes, antes de que el camión sustituyera al carro, la ría era una autopista natural.

Desde allí salían las botellas rumbo a Gijón. Y desde Gijón, al mundo.
Cuba, México, Argentina.
No era solo comercio: era emigración embotellada.

Cada caja de sidra llevaba algo más que líquido. Llevaba consuelo, llevaba identidad, llevaba un trozo de Asturias para quienes no sabían si volverían.

La idea que lo cambió todo: sidra que cruza océanos

El gran problema de la sidra, durante siglos, fue siempre el mismo: no aguantaba los viajes largos.
Y aquí aparece el genio.

A finales del siglo XIX, los fundadores de lo que luego sería El Gaitero compran maquinaria para aplicar a la sidra una técnica revolucionaria para la época: la champanización. Carbonatar la sidra, estabilizarla, hacerla resistente al tiempo y a la travesía.

Eso convirtió un producto local en un producto global cuando nadie hablaba aún de globalización.

Villaviciosa, un concejo de poco más de 14.000 habitantes hoy, estaba técnicamente por delante de media Europa en procesos industriales aplicados a una bebida tradicional.

Esto no se cuenta mucho. Pero es así.

El Gaitero inventó algo que hoy damos por hecho: la marca Asturias

Antes de que existiera el concepto moderno de “marca territorio”, El Gaitero ya lo estaba haciendo.

En la Exposición Universal de París de 1900, la empresa no llevó solo botellas. Llevó imagen.
Un gaitero.
Una asturiana.
Un asturiano con traje tradicional.

Eso hoy lo llamaríamos storytelling.
Entonces era pura intuición… y puro acierto.

A partir de ahí vinieron cromos, postales, carteles, anuncios en prensa, radio, música.
Y un eslogan que no era exageración publicitaria, sino constatación:

“Sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero.”

No hay muchas marcas españolas que puedan decir lo mismo con razón histórica.

La sidra que se bebe en Navidad… y la que sostiene todo el año

Hay algo que solo sabe quien es asturiano:
El Gaitero no es solo Navidad. Es invierno, primavera, verano y otoño.

Pero es verdad que en Navidad se convierte en algo más. En ritual. En símbolo. En gesto automático.
Y ahí hay una clave empresarial brutal: convertir un producto en costumbre social.

Mientras otras marcas aparecen y desaparecen, El Gaitero se repite generación tras generación, hasta el punto de que hay casas donde no se discute qué sidra se compra. “La de siempre”.

Eso no se consigue con marketing. Se consigue con confianza acumulada durante décadas.

Innovar sin que nadie se enfade (que en Asturias no es fácil)

El gran mérito de El Gaitero no es durar 135 años.
Es haber cambiado sin que nadie sienta que le han tocado lo suyo.

Sidra brut nature.
Sidra de hielo 1898.
Rosé.
0,0.
Formatos pequeños.
Líneas premium bajo la DOP Sidra de Asturias.

Y, aun así, cuando un asturiano prueba una sidra de El Gaitero, sabe perfectamente de dónde viene.

Eso es casi milagroso.

Mientras tanto, la producción no es simbólica ni turística:
Más de 110.000 botellas al día.
Unos 22 millones de euros de facturación anual.
Presencia en más de 30 países.

Todo eso desde Villaviciosa.

La manzana no es una excusa: es el centro de todo

Hay una frase que se escucha mucho dentro de la casa:
“La manzana de aquí no existe en otro sitio.”

Y no es chauvinismo.
El microclima maliayo, la humedad, la salinidad cercana del mar, el tipo de suelo… hacen que la manzana asturiana tenga acidez, azúcares y aromas muy concretos.

Por eso El Gaitero cuida la relación con los productores locales casi como si fueran parte de la familia.
Porque lo son.

Cada día entran furgonetas, remolques, pequeños productores.
No hay intermediarios lejanos. Hay nombres, hay apellidos, hay historias compartidas.

Una empresa donde el tiempo pasa… pero no se va nadie

Otro dato que fuera de Asturias sorprende mucho:
la mayoría de la plantilla es de la zona.
Y no solo eso: hay familias enteras que han trabajado allí durante generaciones.

El enólogo, Tano Collada, es cuarta generación vinculada a la empresa.
Y no es una excepción romántica: es la norma silenciosa.

Eso crea algo muy poco habitual en la industria moderna:
orgullo de pertenencia
memoria colectiva
cuidado extremo del producto

Aquí nadie “hace horas”. Aquí se hace sidra.

El Gaitero como motor silencioso de Villaviciosa

Villaviciosa no sería la misma sin El Gaitero.
Y El Gaitero no sería El Gaitero sin Villaviciosa.

La empresa ha impulsado:

  • empleo estable

  • mantenimiento de pomaradas

  • industria local

  • deporte base

  • turismo (mucho antes de que existiera la palabra sidraturismo)

De hecho, las visitas guiadas a la bodega comenzaron en los años 20 del siglo pasado.
Cuando nadie hablaba de experiencias, ni de valor añadido, ni de turismo industrial.

Hoy esa bodega es Patrimonio Histórico Industrial, y recorrerla es entender Asturias sin necesidad de mapas.

El verdadero secreto: no perder el alma

Muchas empresas centenarias sobreviven.
Muy pocas siguen siendo queridas.

El Gaitero lo es porque nunca dejó de ser:

  • familiar

  • cercana

  • reconocible

  • asturiana sin complejos

Ha cambiado procesos, tecnología, formatos, mercados.
Pero no ha cambiado el tono.

Sigue siendo una marca que no grita.
Que no presume.
Que no se disfraza.

Y quizá por eso, 135 años después, sigue pasando algo muy raro:
cuando alguien abre una botella de El Gaitero, no piensa en una empresa.

Piensa en Asturias.

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