Lancha, peluca y un jet seguido por medio mundo: la fuga de María Corina Machado para llegar a Oslo

Lancha, peluca y un jet seguido por medio mundo: la fuga de María Corina Machado para llegar a Oslo

Durante días, nadie sabía con certeza dónde estaba. La figura más vigilada de Venezuela, la líder opositora María Corina Machado, se había desvanecido del radar justo antes de recibir el Premio Nobel de la Paz 2025. Hasta que, de madrugada, las puertas del aeropuerto de Oslo se abrieron y ella apareció, sonriendo, exhausta y victoriosa, tras protagonizar una de las evasiones más sorprendentes de los últimos años: un operativo clandestino que mezcló carretera, mar embravecido, disfraces, controles militares y un jet privado cuya ruta fue seguida en directo por miles de personas en todo el planeta.

No fue casualidad. Ni improvisación. Fue una fuga diseñada con precisión quirúrgica, como si se tratara de una operación de inteligencia.

Una planificación de meses: el plan que nadie conocía

La operación comenzó semanas antes, cuando un pequeño grupo de colaboradores —algunos dentro de la oposición, otros en el extranjero y varios en posiciones discretas del propio aparato estatal— empezó a preparar su salida.
Todo se hizo con un hermetismo absoluto. Ni líderes políticos, ni diplomáticos, ni el propio Comité Nobel conocían los detalles. Machado vivía desde hacía meses escondida en una casa en las afueras de Caracas, lejos del escenario público, vigilada a distancia por un régimen que la consideraba “prófuga” y buscaba detenerla.

Cualquier movimiento en falso podía acabar con la operación. Y aun así, avanzaron.

Salida clandestina de Caracas: diez horas, múltiples controles y una peluca

La noche escogida, Machado abandonó su escondite disfrazada, con una peluca y ropa que la convertían en otra persona. Subió a un vehículo común y comenzó un trayecto de casi diez horas hacia la costa, atravesando una decena de controles militares que podían haber puesto fin al plan.

La clave fue la discreción:
un coche cualquiera, una mujer que ya no parecía ella y una red silenciosa que había calculado cada punto de control, cada desvío y cada ventana horaria.

Los que participaron en el operativo lo describen como “una locura organizada al milímetro”. Nadie hablaba más de lo necesario. Nadie conocía el plan completo. Las instrucciones llegaban por fragmentos, como piezas de un rompecabezas que solo cobraba sentido a medida que se ejecutaba.

La fuga por mar: una lancha y un mar enemigo

Llegada a la costa, la siguiente fase parecía aún más temeraria: embarcar de noche en una lancha rumbo a Curazao, a más de una hora de navegación en mar abierto.
Las condiciones eran malas. El viento levantaba olas y el trayecto podía volverse peligroso en cuestión de minutos. Pero el tiempo jugaba en contra. Cada minuto de demora aumentaba el riesgo de detección.

La embarcación zarpó sin luces visibles.
Solo la espuma cortada por la proa y el silencio tenso de los acompañantes.
Hubo momentos en que el oleaje amenazó con echarlo todo a perder. Pero siguieron.

La lancha finalmente alcanzó Curazao. Machado pisó tierra firme. Había logrado lo que muchos consideraban imposible.

El salto al aire: un jet privado y un viaje seguido por miles de personas

En Curazao, todo estaba preparado. Un jet ejecutivo Embraer Legacy 600, llegado horas antes desde Miami, aguardaba en la pista. La operación ya tenía un nuevo ritmo: acelerar, despegar y desaparecer otra vez en el anonimato.

El avión despegó rumbo a Estados Unidos para una escala técnica y, después, hacia Oslo.
Y aquí ocurrió lo inesperado: decenas de miles de personas comenzaron a seguir en tiempo real la trayectoria del jet a través de plataformas de rastreo aéreo. Cada giro, cada cambio de altitud, cada minuto de retraso se comentaba como si fuera la final de un Mundial.

Cuando el avión se aproximaba a Noruega, la expectación ya era global.

La llegada triunfal a Oslo

Cerca de la medianoche, el jet tomó tierra en Oslo. La líder venezolana descendió los escalones y levantó la mano. Agotada, pero indemne. Ella misma definió la operación como “una hazaña colectiva” de personas que “arriesgaron su vida” para que pudiera llegar hasta allí.

Su hija había leído el discurso en la ceremonia horas antes. Ahora, Noruega la recibía con un aplauso cerrado y una imagen que quedará grabada en la historia reciente de América Latina:
una mujer que había sido perseguida, silenciada y cercada regresaba al escenario internacional con una fuerza redoblada.

Una fuga digna de una película… pero muy real

La operación que permitió a María Corina Machado viajar desde la clandestinidad de Caracas hasta el corazón de Oslo no fue una huida improvisada, sino una combinación de:

  • Planificación estratégica durante semanas.

  • Ayuda coordinada desde dentro y fuera de Venezuela.

  • Ruta terrestre de alto riesgo esquivando controles del régimen.

  • Fuga marítima nocturna con condiciones complicadas.

  • Un jet privado operando con total discreción.

  • Y la determinación férrea de una mujer que sabía que representaba a millones.

Una historia trepidante, con ritmo de thriller, pero completamente real. Una historia que, inevitablemente, cambiará el tablero político venezolano.

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