El exdirector del Centro Niemeyer, condenado a ocho años de prisión por malversación y falsedad, espera su inminente entrega a España tras haber permanecido más de dos años fuera del control judicial
Natalio Grueso, el gestor cultural que llevó al Centro Niemeyer a codearse con figuras como Woody Allen, Kevin Spacey o Paulo Coelho antes de convertirse en el protagonista del mayor escándalo de corrupción cultural en Asturias, ha pasado una nueva noche en una celda portuguesa. Fue detenido este jueves en el sur de Portugal, en las inmediaciones de Évora, tras permanecer más de un año y medio en fuga y más de dos años sin comparecer ante la justicia española pese a su condena firme por la Audiencia Provincial y el Tribunal Supremo.
Su abogado en España, Francisco Miranda, sigue esperando autorización para mantener la primera conversación directa con su cliente. Grueso, que ya alegó problemas de salud para evitar la cárcel en 2023, ha recibido medicación en el centro penitenciario portugués y, según el letrado que lo asistió en un primer momento, se encuentra “en buen estado general”. Ahora está a disposición del Tribunal de Évora, encargado de ejecutar la orden europea de detención y entrega emitida por España.
Una caída anunciada: así terminó la huida más prolongada del caso Niemeyer
La detención en Portugal pone fin a una etapa que comenzó en agosto de 2023, cuando la Audiencia Provincial de Asturias ordenó su ingreso “inmediato” en prisión tras confirmarse por el Tribunal Supremo la sentencia de ocho años por malversación, falsedad documental y delito societario continuado. Para entonces, Grueso ya era difícil de localizar. No acudía a las citaciones judiciales, no respondía a las notificaciones y la Guardia Civil informó de la imposibilidad de hallarlo en sus domicilios conocidos.
En febrero de 2024, tras constatarse indicios de que había abandonado España, la Audiencia dictó una orden europea de detención y una requisitoria internacional. Ese movimiento amplió la búsqueda a todo el espacio Schengen. Los investigadores dieron por hecho que había salido del país y que se estaba ocultando en el extranjero, probablemente en un entorno turístico donde pudiera pasar desapercibido.
La detención, producida en vísperas del puente de la Constitución, se llevó a cabo sin resistencia. Grueso se encontraba en una zona muy transitada del sur de Portugal, declarada Patrimonio de la Humanidad y visitada por más de un millón de personas cada año. Tras su arresto, fue trasladado a un centro penitenciario bajo jurisdicción del Tribunal de Évora.
De símbolo cultural a condenado por malversar fondos públicos
El Centro Niemeyer vivió durante años bajo el brillo internacional que Grueso logró proyectar sobre Avilés. Su dirección se caracterizó por una intensa actividad cultural, viajes de promoción y contactos de alto nivel. Sin embargo, la investigación judicial destapó una realidad que nada tenía que ver con ese relato.
Según la sentencia de la Audiencia Provincial, Grueso utilizó de manera continuada los fondos de la Fundación Niemeyer para sufragar gastos personales y de terceros: viajes, estancias hoteleras, desplazamientos y facturas manipuladas o directamente falsas. Un uso “sistemático, personal y ajeno a la finalidad cultural del centro”, que llevó al tribunal a concluir que el gerente trató los recursos públicos “como si fueran propios”, desviando fondos entre 2009 y 2011.
La cuantía acreditada en sentencia superó los 78.000 euros, parte de los cuales fueron reintegrados, pero la gravedad del caso residía en la manipulación continuada de documentos y en la alteración del funcionamiento interno de la fundación. Junto a él fueron condenados su exsecretario, José Luis Rebollo, y el agente de viajes encargado de tramitar numerosos desplazamientos, José María Vigil, quien recibió una pena de seis años. Otros acusados fueron finalmente absueltos.
En 2023, el Tribunal Supremo confirmó íntegramente la condena de Grueso, lo que activó el proceso para su encarcelamiento inmediato. Su defensa solicitó el indulto, que la Fiscalía descartó al no apreciar razones de justicia, equidad o utilidad pública.
El fugitivo que desapareció sin dejar rastro
La huida de Grueso no fue ruidosa ni teatral. No hubo movimientos abruptos ni señales públicas. Simplemente dejó de acudir a las citas judiciales, evitó cualquier actividad visible y desapareció del radar institucional. Durante más de dos años, la Guardia Civil y las autoridades judiciales trabajaron con la hipótesis de que se encontraba fuera de España, moviéndose entre alojamientos temporales y oculto bajo identidades no necesariamente falsas, pero sí desvinculadas de sus domicilios oficiales.
Aunque la Audiencia Provincial no llegó a confirmar su paradero, las sospechas de que se encontraba en Portugal crecieron en los últimos meses. La emisión de la orden europea de detención facilitó los cruces automáticos de datos y la cooperación policial. Finalmente, la coordinación entre cuerpos de seguridad europeos permitió localizarlo en una zona donde, a diferencia de grandes ciudades, los movimientos de personas resultan más visibles.
Su detención se produjo sin incidentes. De inmediato, fue asistido por un abogado portugués, revisado médicamente y puesto a disposición del tribunal encargado del trámite de entrega.
El proceso de entrega: rápido, reglado y sin margen para maniobras
Todo apunta a que el retorno de Grueso a España será rápido. La legislación europea en materia de detención y entrega simplifica el proceso cuando el reclamado acepta voluntariamente el traslado, un escenario plausible en este caso. Su abogado en España confía en que llegue a territorio nacional a lo largo de la próxima semana.
Una vez aquí, será entregado a la Audiencia Provincial de Asturias, que ordenará su ingreso en prisión para comenzar a cumplir la pena de ocho años. Instituciones Penitenciarias decidirá en qué centro ingresará. Aunque su última residencia notificada estaba en Madrid y ese dato suele ser determinante, no se descarta que pueda ser destinado a una prisión asturiana o a otro centro si sus condiciones personales así lo aconsejan.
A partir de ese momento, Grueso solo podrá aspirar —con el tiempo— a beneficios penitenciarios como el tercer grado o la libertad condicional, siempre y cuando cumpla los requisitos temporales, de comportamiento y reparación establecidos por la ley. Lo que ya no podrá es volver a evadir la condena.
El Niemeyer, la herida que nunca terminó de cerrar
El caso Niemeyer no solo significó la caída de su director, sino también un golpe a la imagen pública de un proyecto emblemático para Asturias. El complejo diseñado por Óscar Niemeyer aspiraba a convertir Avilés en un referente cultural internacional. La sentencia reveló que, mientras se desplegaba una intensa actividad exterior, internamente se estaban gestando prácticas irregulares que contradecían por completo ese discurso de modernidad y excelencia.
La detención de Grueso —que durante años fue el rostro visible del centro— reabre inevitablemente el debate sobre la gestión del proyecto, la supervisión institucional y la fragilidad de las estructuras de control en los grandes equipamientos culturales.
Un final que es también un principio
Con la detención del exdirector, el caso Niemeyer entra en su fase final. La justicia ha logrado ejecutar la condena después de dos años de fuga y una compleja operación internacional de búsqueda. Pero, al mismo tiempo, se abre una nueva etapa: la del balance político, social y cultural de uno de los episodios más controvertidos de la reciente historia asturiana.
Lo que ya es seguro es que la huida ha terminado.
Ahora comienza la etapa que Grueso trató de evitar durante más de dos años: la de cumplir la pena que los tribunales le impusieron.
