Gijón bajo asedio: una banda itinerante siembra el miedo en los chalés rurales y activa un amplio despliegue policial

Gijón bajo asedio: una banda itinerante siembra el miedo en los chalés rurales y activa un amplio despliegue policial

La zona rural de Gijón vive desde hace semanas una oleada de robos que ha puesto en jaque a vecinos y fuerzas de seguridad. Más de una veintena de viviendas, en su mayoría chalés situados en Somió, Castiello, Deva, Cabueñes y La Camocha, han sido asaltadas por un grupo criminal itinerante que actúa con precisión quirúrgica: esperan al anochecer, seleccionan casas que parecen vacías, fuerzan ventanas discretamente y registran solo las estancias principales, llevándose joyas de oro, piedras preciosas y dinero en efectivo. Nada de aparatos electrónicos que puedan ser rastreados. Nada que haga ruido. Nada que ralentice la huida.

La alarma vecinal crece a la par que se intensifica la respuesta policial. Ayer por la tarde, la Guardia Civil desplegó un operativo especial: controles sorpresa de vehículos, realizados por unidades de la Usecic, en carreteras estratégicas conectadas con la autovía del Cantábrico. Son dispositivos rápidos —apenas diez minutos— diseñados para pillar desprevenidos a los delincuentes. En ellos se buscan perfiles muy concretos: hombres de mediana edad, vehículos de alquiler o coches a nombre de terceros que no figuran entre los ocupantes. La idea es bloquear al grupo antes de que pueda desplazarse, ocultarse o cambiar de área.

Los controles se extendieron desde las seis de la tarde hasta las once de la noche, justo el tramo horario en el que los ladrones suelen actuar aprovechando las escasas horas de luz. La Policía Nacional también ha reforzado la vigilancia en su zona, alternando coches rotulados con otros camuflados para detectar movimientos sospechosos sin levantar sospechas.

En paralelo, los investigadores de la Unidad Orgánica de Policía Judicial trabajan con varios modelos de coches vinculados a robos anteriores y facilitan sus descripciones a los agentes de los controles. Hace apenas tres noches, un turismo Mercedes con una puerta abierta en Somió levantó sospechas y fue trasladado para su revisión. Finalmente, se comprobó que no guardaba relación con los robos, pero el episodio refleja la tensión en la zona.

La situación recuerda inevitablemente a la actuación, hace dos años, de la conocida como “banda del Mercedes”, que dejó más de un centenar de viviendas asaltadas en Gijón. En aquel caso, la investigación culminó meses después con la detención de quince integrantes del grupo, aún pendientes de juicio. Los paralelismos inquietan a los vecinos: robos nocturnos, chalés aislados, grupos itinerantes, entradas silenciosas y huidas rápidas.

Los especialistas apuntan a que el grupo actual podría tener un nivel organizativo similar. La selección de objetivos con poca vigilancia, el uso de vehículos con matrículas no asociadas a los ocupantes y la precisión en el registro de las casas indican experiencia. “No improvisan”, señalan fuentes de toda solvencia. “Saben dónde mirar, cuándo entrar y cuánto tiempo pueden permanecer dentro”.

Mientras tanto, los vecinos de las parroquias afectadas adoptan medidas de prevención: refuerzan puertas, instalan sensores de luz, contactan con sus vecinos antes de ausentarse y avisan de vehículos desconocidos. Las fuerzas de seguridad insisten en que la colaboración ciudadana es clave: cualquier pequeño detalle puede permitir detener a la banda in fraganti.

La preocupación es real: la zona rural de Gijón, con viviendas dispersas y accesos secundarios, es especialmente vulnerable. Y aunque el despliegue policial está siendo intenso, la sensación de inseguridad no desaparece. Las autoridades esperan que el refuerzo, los controles sorpresa y la presión investigadora permitan interceptar al grupo antes de que el número de robos continúe creciendo.

Por ahora, el mensaje es claro: Gijón está en guardia, y la caza de la banda itinerante sigue abierta.

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