Identificado el asesino y la víctima del “crimen de Reyes”: 34 años después, la Guardia Civil cierra el caso más enigmático de la crónica negra asturiana

Identificado el asesino y la víctima del “crimen de Reyes”: 34 años después, la Guardia Civil cierra el caso más enigmático de la crónica negra asturiana

Treinta y cuatro años después de uno de los crímenes más perturbadores de Asturias, la Guardia Civil ha logrado cerrar definitivamente el círculo: ya se sabe quién fue la víctima y también quién fue su asesino. Él —el hombre que mató, troceó y enterró en cal viva a una joven avilesina la noche de Reyes de 1991— murió el año pasado, en enero de 2024. Ella, de 24 años, desapareció aquella noche sin que nadie la echara de menos durante años. Hoy, por fin, ambos nombres se enfrentan en la verdad que la ciencia ha recuperado del olvido.

El caso, conocido como el crimen de Reyes, marcó a una generación de investigadores. Durante décadas, los restos hallados en un tendejón de Barros (Langreo) permanecieron sin identidad, bajo la etiqueta “mujer desconocida”. El autor, un vecino de la zona, fue juzgado y condenado por homicidio en 1997. Siempre sostuvo que no conocía a la mujer a la que había matado. Nadie consiguió desmentirlo… hasta ahora.

La Guardia Civil ha confirmado que la víctima era una avilesina desaparecida aquella misma noche de enero de 1991. Lo ha hecho gracias a las pruebas de ADN practicadas en 2024 a su hija —entonces una niña pequeña— y a los restos conservados desde hace tres décadas en el Instituto Nacional de Toxicología. El cotejo fue concluyente.

La historia es estremecedora. Aquella noche, el asesino recogió a la joven mientras hacía autostop en las afueras de Oviedo. En el interior del coche se produjo un forcejeo: él alegó que la chica intentó robarle. Le asestó una puñalada en la nalga, la subió al maletero y condujo hasta Langreo. Cuando llegó, la mujer ya estaba muerta. Con ayuda de su pareja, decidió deshacerse del cuerpo. Lo trocearon, lo enterraron en un gallinero y lo cubrieron con cal viva. Semanas después, al ver que los animales desenterraban partes del cadáver, el asesino arrojó el cráneo y otros restos al río Nalón.

Durante años, el crimen se mantuvo en silencio. No fue hasta 1995 cuando la pareja del homicida, tras una fuerte discusión, acudió a la comisaría de Langreo y confesó lo sucedido. Su testimonio permitió recuperar parte del cuerpo y sentar al acusado en el banquillo. Pero la víctima siguió sin nombre.

El caso no se archivó nunca del todo. En 2024, los agentes del grupo de desaparecidos reabrieron el expediente al detectar coincidencias con la denuncia de una familia de Avilés. Tomaron muestras genéticas, recurrieron a nuevas técnicas forenses y consultaron antiguos reportajes donde aparecía un retrato robot de la mujer asesinada. El resultado no dejó lugar a dudas: la joven avilesina desaparecida en 1991 era la víctima enterrada en Barros.

El homicida murió en 2024, sin saber que su secreto sería descubierto justo un año después. La Guardia Civil ha informado a los familiares, que al fin pueden dar sepultura digna a su hija y madre, cerrando una herida abierta desde hace más de tres décadas.

El llamado crimen de Reyes ya tiene nombres, fechas y un cierre. Él no podrá responder por lo que hizo. Pero ella, al fin, ha dejado de ser una desconocida.

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