La segunda generación crece en silencio: los hijos de inmigrantes hispanoamericanos cambian el rostro de las aulas y aseguran el relevo demográfico en una región envejecida
Asturias sigue siendo, en apariencia, una tierra de emigrantes más que de inmigrantes. Solo el 5,3% de su población tiene nacionalidad extranjera, una de las cifras más bajas de España según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, esa imagen se queda corta.
Bajo la superficie, el Principado vive una transformación demográfica silenciosa: los hijos de inmigrantes —nacidos en Asturias, de padres foráneos— ya representan casi uno de cada cinco niños en edad escolar.
Según un estudio del sociólogo Juan Carlos Rodríguez, incluido en el informe Indicadores comentados sobre el estado del sistema educativo español 2025 de la Fundación Ramón Areces, Asturias tendría menos de un 5% de alumnado extranjero “estricto”, pero la cifra se dispara hasta el 18,6% si se incluye a la segunda generación: niños con nacionalidad española, nacidos aquí, pero con al menos un progenitor nacido en otro país.
“En comunidades con poca inmigración reciente —como Asturias o Galicia— la presencia de origen extranjero puede alcanzar o superar el 20 % cuando se mide de forma amplia”, subraya Rodríguez.
Una transformación que empieza en las cunas
El dato se entiende mejor mirando los nacimientos.
El 24% de los bebés nacidos en España en 2024 tuvo al menos una madre extranjera, según el INE. En Asturias, donde la natalidad lleva una década en caída libre, el papel de estas familias es decisivo: sin ellas, la región perdería aún más población infantil.
Las mujeres extranjeras mantienen una fecundidad de 1,28 hijos por mujer, frente a 1,09 en las españolas.
En los colegios, esa diferencia se traduce en aulas cada vez más diversas. Profesores y orientadores lo notan: “Hace veinte años casi todos los alumnos eran asturianos de familias autóctonas; hoy hay un mosaico de acentos y países, pero todos son asturianos también”, resume una directora de un colegio público de Gijón.
Una inmigración con acento americano
Asturias destaca además por el origen predominantemente latinoamericano de su inmigración.
Mientras en otras comunidades el peso africano o asiático es mayor, aquí más del 60 % de los residentes extranjeros proceden de América Latina, especialmente de Colombia, Venezuela, Cuba y República Dominicana, según SADEI.
Esto facilita la integración cultural y lingüística, y explica que el Principado tenga una “segunda generación” más invisible, porque los hijos de estas familias nacen con apellidos españoles y hablan castellano desde la cuna.
“En Asturias la distancia cultural es menor, lo que acelera la integración”, señala Rodríguez. Por eso, en la franja de 6 a 11 años, solo un 2% tiene origen africano, frente a más del 10% en regiones como Cataluña o Murcia.
Educación y desigualdad
Pero la integración no borra las brechas.
El informe Funcas (Panorama Social 2025) muestra que, en España, más de la mitad de los menores de segunda generación tiene madres con estudios primarios o inferiores, y solo un 10% con formación universitaria.
Además, uno de cada cuatro vive en hogares donde ninguno de los progenitores trabaja.
Esa realidad se repite en Asturias, aunque amortiguada por la estabilidad laboral de las familias latinoamericanas y por el apoyo institucional en las escuelas.
“Los niños nacidos aquí se integran muy rápido, pero su futuro depende de si sus padres logran estabilizarse laboralmente”, advierte un orientador escolar del Nalón.
La segunda generación ya no es una minoría: es la nueva base del sistema educativo asturiano.
Si desaparecieran los inmigrantes…
El sociólogo Luis Ordóñez lo resume con una provocación:
“¿Cómo sería Asturias si deportaran a todos sus inmigrantes? Más vacía, más vieja y con miles de aulas cerradas.”
La población extranjera aporta más de 20.000 cotizantes a la Seguridad Social en el Principado y mantiene vivo el sector servicios, la hostelería y los cuidados, según el SEPE y la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI).
Pero su verdadera aportación no se mide en nóminas, sino en futuro: en los colegios, en los parques y en los nombres nuevos que se mezclan con los de toda la vida.
Un cambio que apenas empieza
Asturias envejece más rápido que ninguna otra comunidad.
Su pirámide poblacional se estrecha por abajo, pero el crecimiento de la segunda generación abre una ventana de esperanza.
“Lo que no logramos con políticas de natalidad, lo está consiguiendo la inmigración”, reconocen discretamente fuentes del Gobierno autonómico.
No hay que irse muy lejos para ver ese cambio: basta entrar en una clase de Primaria en Oviedo o Avilés.
Allí, entre pizarras digitales y mochilas de colores, la Asturias del futuro ya está sentada en primera fila.