Si estás en Avilés, que sepas que ya te estamos vigilando

Si estás en Avilés, que sepas que ya te estamos vigilando

Más de 60 cámaras, un centro de control lleno de pantallas y ahora también dispositivos en el uniforme de los agentes convierten a la ciudad en un “Gran Hermano” permanente. ¿Seguridad o intromisión en la intimidad?

 

Entrar o salir de Avilés ya no pasa desapercibido. Más de 60 cámaras vigilan cada acceso, cada calle peatonal y cada rincón del centro, todas ellas conectadas a un Centro de Control de Tráfico en la Jefatura de la Policía Local, un espacio donde ocho agentes, en turnos continuos, monitorizan la movilidad de la ciudad como si de un reality televisivo se tratara.

La imagen es potente: decenas de pantallas, ordenadores y mapas en los que cada coche, cada peatón, cada movimiento queda registrado durante un tiempo. Oficialmente, nadie habla de “Gran Hermano”, pero la sensación es exactamente esa.

Un ojo electrónico en todas partes

La red de videovigilancia de Avilés se ha ampliado en los últimos años. Cámaras en puntos estratégicos como Los Canapés, Marqués de Suances, la plaza del Vaticano o la avenida de Lugo, y ahora también cámaras personales en el uniforme de los policías (24 dispositivos incorporados este verano). Todo conectado a un sistema informático que reconoce matrículas, reconstruye itinerarios y ajusta la red semafórica en tiempo real.

El inspector Santiago Osorio, jefe de la Unidad Operativa de Servicios, no esconde su utilidad: localizar vehículos fugados, encontrar a personas desaparecidas o resolver conflictos en accidentes. Como aquel choque en una salida de la ciudad en el que un conductor trató de culpar a una joven que circulaba correctamente. “La grabación era tan clara que no tuvo opción de recurso”, recuerda Osorio.

Los bolardos, trampas de 200 euros y 4 puntos

El sistema más polémico son los bolardos automáticos que regulan el acceso a calles peatonales, como la de Emile Robín. La cámara reconoce la matrícula, baja para los vehículos autorizados y se levanta segundos después. El problema llega cuando alguien decide seguir al coche de delante sin permiso: golpe seguro.

El coste no es solo la chapa del vehículo. La infracción equivale a 200 euros de multa y la pérdida de 4 puntos del carné, porque lo que se vulnera es un semáforo en rojo. Y la Policía Local lo ve todo en directo desde la sala de control.

“En ninguno de los accidentes ha fallado el bolardo”, insisten los agentes. La mayoría de siniestros se explican porque el conductor se fía del GPS —que no distingue calles peatonales— o porque copia el movimiento del vehículo que va delante.

También tú, aunque vayas andando

El Ayuntamiento recalca que no se graban rostros. Pero en la práctica, las cámaras captan la figura, la ropa y detalles suficientes para que un operador pueda confirmar si alguien ha pasado por una calle en un momento dado. “Es fundamental para buscar personas desaparecidas”, justifican en la Policía Local.

Las grabaciones se guardan durante un tiempo y luego se borran si no hay investigación abierta. Sin embargo, el debate es inevitable: ¿hasta qué punto la vigilancia masiva de espacios públicos respeta el derecho a la intimidad?

Juristas recuerdan que la Constitución protege la privacidad incluso en la vía pública si la grabación permite identificar conductas personales más allá de la simple circulación. El límite entre seguridad y control ciudadano es cada vez más difuso.

La ORA y la ciudad ordenada

El otro pilar del “Gran Hermano avilesino” es la ORA, el sistema de estacionamiento regulado. Desde su implantación, la Policía Local asegura que hay “mucha más rotación” y que la circulación es “más fluida”. Los vehículos eternamente aparcados en la misma plaza han pasado a la historia.

Los agentes insisten en que el objetivo no es sancionar, sino ordenar. Pero en un contexto de cámaras fijas, cámaras móviles, cámaras corporales y bolardos automatizados, muchos vecinos perciben otra cosa: una ciudad donde cada movimiento queda registrado.

Entre seguridad y libertad

Avilés se presenta como una ciudad más segura, ordenada y vigilada. Los datos respaldan la eficacia del sistema: accidentes resueltos sin discusión, vehículos localizados, tráfico más fluido y peatones con mayor protección en zonas sensibles.

Pero la otra cara es menos amable. Vivir bajo la certeza de que “ya te estamos vigilando” plantea preguntas incómodas:

  • ¿Quién accede a esas grabaciones?

  • ¿Durante cuánto tiempo se guardan realmente?

  • ¿Qué ocurre si se identifican hábitos de una persona que no está cometiendo delito alguno?

El inspector Osorio lo resume con tranquilidad: “Esta ciudad es ordenada y tranquila”. La cuestión es si esa tranquilidad se paga con un trozo de intimidad.

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