España roza el trono y se quema: ¿nos ha venido grande sentirnos los mejores de Europa?

 España roza el trono y se quema: ¿nos ha venido grande sentirnos los mejores de Europa

Tras una semifinal épica contra Francia, la Selección Española cayó en la final de la Nations League ante Portugal. Fue en los penaltis, sí, pero también en la prórroga, en los cambios, en la cabeza. Analizamos las claves de una derrota que duele porque parecía que ya habíamos vuelto a ser los de antes.

 

La final estaba al alcance. La gloria, también. La España que doblegó a Francia en una semifinal de fuego, con cinco goles y un baño de talento joven, se presentó en la final de la Nations League 2025 con la etiqueta no oficial de “mejor equipo de Europa”. Pero, tras un 2-2 vibrante que terminó en penaltis, fue Portugal quien alzó el trofeo. Y España, otra vez, quien se quedó con la miel en los labios.

¿Fue un accidente? ¿Faltó suerte? ¿O hemos sido víctimas de nuestras propias expectativas?

Un camino brillante… que acabó torciéndose

La trayectoria hasta la final había sido impecable: 23 partidos oficiales sin perder, una semifinal en la que España arrolló a Francia con descaro, y una generación que ilusiona como no ocurría desde los tiempos de Xavi, Iniesta y Villa. Lamine Yamal, Nico Williams, Pedri, Merino... talento por los cuatro costados.

Pero la final no se gana en el hype, se gana en los detalles. Y ahí es donde España tropezó.

Las claves del naufragio

1. Un planteamiento que se desdibujó

España salió decidida, vertical, dominante. Marcó dos goles, firmó tramos de posesión brillantes. Pero tras el descanso, el equipo se vino abajo. Portugal ajustó la presión, adelantó líneas y nos asfixió. Luis de la Fuente reaccionó con cambios extraños: retiró a Lamine Yamal, Pedri y Nico Williams, apagando la chispa que nos daba vida.

2. La gasolina se agotó antes de tiempo

La prórroga fue toda de Portugal. España, que parecía más joven y más física, no encontró piernas ni ideas. Los cambios no sumaron. Isco, Merino, Baena y Yeremy no elevaron el nivel. Portugal, sin hacer nada extraordinario, supo sufrir mejor. Y en fútbol moderno, eso es oro.

3. Otra vez los penaltis

Diogo Costa atajó el lanzamiento decisivo a Álvaro Morata. Un castigo cruel, pero simbólico: nos volvió a faltar sangre fría en el momento decisivo. No hay generación dorada que valga si no aprendes a rematar los partidos cuando importa.

¿Nos ha podido el cartel de favoritos?

Sí. España llegó a la final con una sensación que no tenía desde 2012: la de que el mundo nos temía. Y ahí puede estar el error. Porque aún no somos los de antes. Somos los que quieren serlo. Y eso exige algo más que talento: exige cabeza, jerarquía, oficio.

El análisis más frío es este: España aún no sabe cerrar finales. Ha jugado tres en la Nations League y ha perdido dos. Ha demostrado que puede competir con cualquiera, pero no que pueda ganarlo todo.

Luis de la Fuente, bajo la lupa

El seleccionador nacional tiene un mérito inmenso: ha devuelto a la Selección al centro del mapa futbolístico. Pero sus decisiones en esta final, sobre todo los cambios, fueron discutibles. ¿Por qué sentar a los jugadores más desequilibrantes cuando más falta hacía rematar el partido? ¿Por qué no dar entrada a Dani Olmo o Ferran Torres, que sí saben qué es una final?

La buena noticia: estamos cerca. La mala: aún no estamos ahí.

España tiene presente y futuro. Tiene el juego, la cantera, la ilusión. Pero debe aprender a ganar cuando el balón quema. Las derrotas enseñan más que los éxitos. Y esta, sin duda, será una lección de oro para Lamine, Nico, Pedri y compañía.

No, no somos aún los mejores de Europa. Pero estamos peligrosamente cerca. Y si aprendemos a jugar finales como jugamos semifinales, seremos imparables.

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