Un centenar de directores dimiten en bloque en Asturias y dejan la educación pública al borde del colapso

Un centenar de directores dimiten en bloque en Asturias y dejan la educación pública al borde del colapso

Coordinados, firmes y agotados. Más de cien equipos directivos de centros públicos de Infantil, Primaria y Educación Especial de Asturias han cumplido lo que venían advirtiendo desde hace días: presentar su dimisión en bloque como forma de protesta y desesperación ante el bloqueo absoluto de las negociaciones educativas.

La dimisión masiva, que ha pillado por sorpresa a parte de la Administración pero no a quienes llevaban semanas escuchando los rumores y viendo las señales, no es una rabieta sindical ni una estrategia política. Es el resultado directo de años de sobrecarga, desamparo institucional, promesas incumplidas y un conflicto educativo que ha terminado por reventar.

La decisión se formalizó ayer, después de que el jueves se confirmara que no habría avances en el diálogo entre el Principado y los sindicatos. Para los directores, ha sido el punto de no retorno. “No lo hacemos por los sindicatos. Lo hacemos como profesionales que ya no pueden más”, repiten muchos en los mensajes que se han intercambiado en los grupos internos que desde hace semanas arden entre nervios, indignación y tristeza.

El agujero que se abre en los colegios

Con esta medida, los centros educativos quedan sin una figura clave para terminar el curso ni para preparar el siguiente. Las evaluaciones finales, la elaboración de informes, las memorias de curso o la planificación de septiembre son solo algunos de los procesos que ahora quedan en el aire. Y no hablamos de centros aislados: hay colegios rurales donde la dirección es también la única figura de referencia para todo el claustro.

La Consejería de Educación debe ahora gestionar de forma urgente un problema que ya no se resuelve con un decreto o una circular. La sustitución de los directores es compleja, no inmediata y requiere de voluntarios del claustro, algo que hoy no está garantizado. Hay centros en los que nadie quiere asumir esa responsabilidad.

Además, muchas de estas direcciones que ahora dimiten son personas muy queridas por sus comunidades escolares. La renuncia no se hace desde el capricho, sino desde el desgaste. Desde la certeza de que no hay otra vía para hacerse escuchar.

La raíz del conflicto: más allá del salario

Desde fuera se habla solo de los “280 euros” como si todo el problema se redujera a una cifra. Pero dentro, se sabe que la indignación tiene raíces mucho más profundas: recortes arrastrados, carga burocrática asfixiante, falta de personal, desprecio institucional y una reforma encubierta del calendario escolar sin negociación.

El detonante fue la imposición de una jornada ampliada en junio y septiembre, que destrozaba no solo la conciliación sino la coherencia pedagógica del modelo asturiano. Pero lo que ha estallado esta semana es una bomba con espoleta larga, que lleva años gestándose.

La sensación entre los claustros: desamparo

Las dimisiones no han sido una decisión coordinada por sindicatos. Son decisiones individuales, pero compartidas al milímetro entre decenas de centros que han visto cómo sus directores y directoras, tras días de dudas, decidían irse. Y no hay dudas de que lo hacen con un nudo en el estómago.

En el colegio de Educación Especial de Latores, en Oviedo, las familias enviaron ayer una carta conmovedora a su equipo directivo. “Gracias por darlo todo. Gracias por aguantar tanto. Sentimos vuestra marcha, pero entendemos vuestro hartazgo”, escribían desde el AMPA. Un reflejo de lo que está pasando en muchos rincones de Asturias: dolor, comprensión y rabia compartida.

La política no alcanza a entender

Desde el Gobierno autonómico, las declaraciones han sido conciliadoras pero distantes. El presidente Barbón insiste en “la visión general de la sostenibilidad del sistema de bienestar”. Pero lo que reclaman los docentes no es una visión abstracta de equilibrios presupuestarios, sino que se escuche lo que está pasando en las aulas, que se mire de frente al profesorado que sostiene la escuela pública con uñas y dientes.

La dimisión de la consejera Lydia Espina, hace apenas unos días, fue otra señal. No dimite una consejera por un “problema menor”. No dimiten cien directores por un capricho. Dimite todo un sistema educativo que lleva tiempo agotado y que, ahora, se planta.

Lo que viene: incertidumbre y tensión

Este lunes continuará la huelga, y las protestas se radicalizarán, con concentraciones, cortes de carretera y centros escolares que simplemente no van a poder funcionar con normalidad. Las direcciones en funciones no existen ya en muchos colegios. Y sin dirección, no hay evaluaciones, ni informes, ni planificación.

Los sindicatos siguen esperando una llamada que no llega. Los directores, por su parte, han dejado claro que no hay marcha atrás mientras no haya un cambio real.

Lo que ocurre en estos días no es solo una crisis educativa. Es una crisis de confianza, de modelo, de dignidad profesional. Y quien no lo entienda así, no está escuchando. O peor aún, no quiere escuchar.

Dejar un comentario

captcha