Un anticuario de Madrid encargaba a un pintor afincado en Córdoba la confección de pinturas sin firmar de los siglos XVI al XIX Las obras eran envejecidas y vendidas como auténticas con certificados falsos firmados por expertos a cambio de una suma económica Las representaciones pictóricas eran distribuidas en el establecimiento de uno de los arrestados, salas de subastas, ferias ...
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