El otoño en Wall Street

Hace un mes que el otoño hizo su aparición en Nueva York. Las hojas amarillas de los árboles caen indefectiblemente en el suelo. Las planicies sembradas de girasoles, que comienzan a florecer, se pierden a la vista. Otras hojas que el viento desprendió de las ramas se aprecian marrones y amarrillas, mientras las cosechas de las campiñas norteamericanas comienzan a ser colectadas.

Una de las estaciones más disfrutadas por los neuyorquinos, el otoño, no vino esta vez acompañada de placidez. Quedó atrás el trinar de las sirenas de vehículos presurosos, ocupados por dignatarios, de un lado hacia otro, que se desplazaban por la  Madison, Quinta Avenida, Times Square, United Nations Street y Second Avenue, metidos en el afán de 66ta. Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas

En la 1 North End avenue, en el Centro Financiero Mundial, frente a las instalaciones de Wall Street, próximo a la Zona Cero de las Torres Gemelas, en Manhattan, otro acontecimiento llama la atención de los corredores de bolsas, y no necesariamente se trata del replicar de las campanas con el golpe del mallete para anunciar la subida de las cotizaciones de los commodities.

No, las bolsas hace tiempo que no repuntan significativamente, y esa pudiera ser una de las razones por las que desde el pasado 17 de septiembre, al caluroso viento otoñal que sopla en Nueva York, se suman los humores de  millares de indignados, desplazados en principio del puente Brooklyn,  y convocados posteriormente por las redes sociales, hombres y mujeres que se instalaron en el corazón del centro financiero mundial para protestar por las distorsiones de los mercados financieros que, hace tres años, jalonaron la primera gran depresión de este siglo.

La lujuria de dinero sin límites que trajo estos lodos mundiales no ha recibido la señal clara de los dirigentes mundiales para que quienes así actúan sepan que este mundo no es de ellos, sino que nos pertenece a todos.

Al tiempo que se ahogan los clamores de los indignados en los dos principales centros financieros mundiales donde se expresa con mayor descaro la desregulación de los mercados (Estados Unidos e Inglaterra), se levantan voces que han pasado de los indignados de a pies, a jefes de Estado de economías emergentes.

En la costa Noroeste de España, por ejemplo, específicamente en los 41 grados y 16 centígrados de latitud, un 18 de junio, cuando el calor del verano castigaba a los catalanes, el presidente de un país caribeño disertaba en la Universidad Ramón Llul de Barcelona, acerca de la “Crisis Global, Movimientos Sociales y Ciberactivismo”.  

Pero antes, cuando en nuestro país celebraba su fiesta de Independencia, este año, ese mismo presidente, Leonel Fernández, alertó a los legisladores del Congreso Nacional, y a sus compatriotas, de que iniciaría una cruzada mundial contra la especulación financiera, la que ha llevado a todos los foros y a dignatarios cuyos países son miembros de la Organización de las Naciones Unidas.

En uno de esos escenarios, en el de Barcelona, el auditorio quedó en dos piezas, cuando al final de su disertación de 35 minutos, el presidente de los dominicanos cerró con la siguiente conclusión:

“Las protestas no son contra los parlamentarios de Barcelona, las protestas son contra los bancos de Wall Street y si lo hacemos así, estaremos en un mejor mundo”.

Los aplausos en el salón se prolongaron por la erudición mostrada por Fernández en el manejo del tema de la especulación financiera en los mercados de futuro del petróleo y los alimentos. Sin embargo, para quienes estábamos allí, jamás nos imaginaríamos que tres meses después, los indignados se reproducirían como la verdolaga en más de 30 Estados de la Unión Americana.

El presidente dominicano se manifestaba de acuerdo con el derecho que tiene la gente de protestar por lo que entienda una causa justa y legítima, pero “desapruebo todo acto de violencia, creo que esto tiene que darse pacíficamente en el marco de la Ley, y trataría de reintroducir una reorientación de hacia dónde se dirigen esas protestas porque creo que están desubicadas”.

Cuando afuera se sentía una temperatura cercana a los 79 grados Fahrenheit (23.9 C), se abrió el debate con preguntas, inteligentes e incisivas, unas, y otras rutinarias; pero ninguno de los convocados por la universidad catalana se refirió a la sugerencia de Fernández para que los indignados de aquella ciudad y Madrid no dirigiesen su encono hacia el gobierno de Zapatero o los parlamentarios de Barcelona, sino contra los mercados de Wall Street, que por la falta de regulación, permiten que la avaricia de los dueños de ciertos capitales, sea la que determine el precio final de productos esenciales para la supervivencia humana.

Aquel incidente frente al Parlamento de Catalunya en el que 19 personas resultaron heridas, entre ellas parlamentarios que fueron objeto de actos de fuerza por parte de los protestantes, se trasladó, insisto, el pasado 19 de septiembre a los edificios de la bolsa de Barcelona, casi simultáneamente con las ocupaciones de los indignados de Nueva York, el pasado 17 de septiembre en el puente de Brooklin.

Bajo el lema “Ocupa Wall Street”, miles de ciudadanos norteamericanos tomaron las calles para mostrar su desacuerdo con los resultados de la economía y los ausentes esfuerzos para controlar los mercados financieros, mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama reconoce que “las protestas representan las frustraciones de una parte del público estadounidense”.

Mientras, la Academia Sueca se reivindica no solo dándole el Premio Nobel de Literatura a uno de los suyos, sino que vuelve a reconocer la poesía, 15 años después de haberlo hecho, por otro lado en la Plaza de la Libertad, en el sur de Manhattan, los cánticos de los indignados hacen vibrar el corazón del “monstruo”, como calificó José Martí a Estados Unidos al entrar en contacto con la sociedad norteamericana cuando estuvo en Nueva York.

 

*Director Prensa y Comunicación

Presidencia República Dominicana



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