La sordina del verano

Dentro de unas horas todo estará cerrado. Ha llegado el mes inhábil por excelencia. Desde una visión optimista, a partir de hoy y hasta el mes de septiembre todo se detiene, se duerme. Las ansiadas y merecidas vacaciones están aquí. La ciudad se adormece, los pueblos cobran un poco de vida, pues vuelven los hijos pródigos. Las playas se atiborran de gente, de olores a cremas solares y perfumes exóticos.  La montaña ve como se altera su paz con la algarabía de los humanos deseosos de guardarse en sus cabanas. Dormir con el runrún de la naturaleza viva acariciándoles los sueños y despertar con los días siempre nuevos y plenos de cosas que hacer. ¡Qué placer tener los días para llenar sus horas sin oír el chirrido del despertador!

Desde una visión optimista.

 

Porque muchísimas personas no podrán moverse de sus casas, pendientes de sus hipotecas, sus recibos de la luz, (que parece que se paga oro), del gas… Con la vista puesta en el futuro incierto del trabajo, del pago del colegio de los hijos, de las medicinas de los padres y de las propias. 

Metiendo en el angosto calcetín los ahorros para prevenir el pago de los libros del cole. Con el coche cerrado a cal y canto porque salir de casa, pisar la acera, es un gasto inaccesible. Desde hace muchos años no  se ha vivido tan en precario. La guillotina de los recortes ha hecho estragos entre la población. Una cuchilla que se ha demostrado inútil a todas luces, salvo para condenar al ciudadano a un estado de ansiedad permanente. A una incertidumbre pavorosa en muchos casos.

 

Estos días los informativos de  la radio, la tele y los mass media, (multiplicados por mil, por el efecto Internet), cobran una inusitada presencia vital. Donde antes se escuchaba la canción del verano y los insulsos programas veraniegos de los medios tradicionales, hoy se coloca en los auriculares de cada uno el “parte” de noticias. Porque acechan los recortes. El leviatán de tres cabezas, la denominada “troika”, avizora y no está conforme con lo comido. Es un engendro con un apetito tan insaciable como Pantagruel. Tal vez en el lapsus veraniego ataque de nuevo. Tal vez con la alevosía acostumbrada nuestros gobernantes nos inmolen un poco más para merecer los favores del nuevo becerro de oro.

A pesar de todo. ¡Feliz verano! (A pesar del clima)



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