El periodista José Antonio Navas informa en “El Confidencial” que el gobierno se dispone de aquí al 2018 a acabar con la minería pública para dar paso a una Hunosa verde, que te quiero verde. Con unos sindicatos debilitados y una región anestesiada es posible que la SEPI lo consiga. Al final, como ya he dicho en más de una ocasión, la buena ingeniera que es Maria Teresa Mallada, cada día su gestión es más alabada por la presidenta del PP asturiano Mercedes Fernández, será rescatada del pozo negro en que se encuentra, la otrora empresa que fue columna vertebral del empleo y la economía asturiana mientras, me lo imagino, la Administración intentará una segunda diversificación, verde en este caso, a la que hay que desear más éxito que la que tuvo años pasados.
Lo que está claro es que los actuales seis pozos que HUNOSA tiene en la actualidad en funcionamiento pasarán en cuatro o cinco años a mejor vida y los 1.700 puestos de trabajo directos que tiene la compañía se irán para casa aunque ya veremos bajo que fórmula porque dada su juventud será difícil encajarlos en las tradicionales pre jubilaciones. El único deseo en cuanto a explotación de carbón que tiene el actual equipo directivo de HUNOSA es el del cielo abierto que espera iniciar su extracción en breve en colaboración con la iniciativa privada hasta el punto que una importante compañía especializada en ello tiene ya técnicos estudiando los planos correspondientes en el conocido como pozo de la moqueta que HUNOSA tiene, sus oficinas centrales, en la ovetense avenida de Galicia.
Precisamente este año será conmemorativo de dos importantes centenarios relacionados con la minería. Uno, el del Sanatorio Adaro que se cumplirá dentro de unos días. Fue lugar de acogida de los mineros accidentados, fundado hace cien años por Duro Felguera y otras compañías mineras para luego convertirse en patronato en el que HUNOSA, como empresa principal, tenía la mayoría. Ahí, durante años, tuve la oportunidad de entrevistar a excelentes médicos encabezados por el mítico traumatólogo Vicente Vallina del que me cupo el honor de escribir un libro sobre su vida bajo el título “Uno de los nuestros. El médico de los mineros”. Fue maestro de una importante saga de traumatólogos como los doctores Sergio Montes o Constantino, por citar. Lamentablemente la decadencia del sector minero en Asturias llevó al Adaro a entrar en crisis y perder su condición de hospital recuperador de mineros para terminar siendo un centro destinado a la tercera edad.
Otro centenario que se irá celebrando a lo largo del año es el de una de las principales asociaciones profesionales de la minería, la de Vigilantes y Asimilados de Asturias y León. La universitaria Mercedes Mateos, que tuve a mis órdenes como becaria en el departamento de comunicación de HUNOSA años atrás, está escribiendo precisamente el libro con la historia de esta asociación que tanto ha supuesto en el centenario sector minero. El vigilante, minero ascendido por méritos y experiencia a propuesta de los sindicatos por la dirección de las empresas, ha sido pieza clave en cualquier explotación que se preciara de funcionar bien tanto en producción como en seguridad. Recuerdo vigilantes que hicieron historia en esta asociación cuando la minería asturiana tenía más de 50.000 trabajadores directos. Fernando Monje, Silvosa, Gelín, Alberto, Vicente González, Urbano, etc. En la década de los 70 tal era su potencialidad que los vigilantes convocaban su asamblea anual en el mismísimo Teatro Campoamor llenándolo a tope como si de una actuación de Plácido Domingo se tratase.
Cierto que con el paso de los años, y lo mismo les ha ocurrido a los demás sindicatos y asociaciones, su importancia ha caído al disminuir el censo laboral de la minería pero ahí continúan contribuyendo al mantenimiento del sector hasta que el Gobierno diga basta. Tanto lo del Adaro como lo de la Asociación de Vigilantes de Minas serán dos centenarios emotivos para los asturianos y es que han han sido protagonistas de páginas intensas y decisivas en la historia contemporánea de nuestra comunidad.