Mi última tía

Inicié ayer el nuevo año viendo íntegro a través de TVE el magnífico concierto de la Orquesta Sinfónica de Viena dirigida por el maestro Daniel Baremboin. Una vez más pude comprobar lo poco que se tiene en cuenta a Asturias y escribo esto porque el narrador nos informó de que Baremboin va a recibir el Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Rioja, que este mes idirigirá en Sevilla y Cádiz y que una vez había quedado finalista al premio Nóbel de la paz. De que en el 2002 fue premio Príncipe de Asturias ni una palabra. ¿Para qué?. Y es que cada vez nos tienen menos en cuenta, una Asturias camino del olvido, especialmente por la Administración central que cada vez tiene menos prisa en que ni siquiera un tren de poca velocidad llegue a Pola de Lena utilizando ancho ibérico por uno solo de dos túneles que se han horadado en el Huerna -el otro quedará para cultivar champiñones-, que el AVE no le verán circular por tierra asturiana ni nuestros bisnietos.

Este segundo día del año despido a mi última tía, Enriqueta Rojo, que ha fallecido -¿Se puede decir que felizmente?- a los 90 años. Era una cántabra de la zona de Potes que se casó con mi tío carnal, Alfonso Fernández Muñíz, ya fallecido y que fue uno de los más activos agentes comerciales que tuvo Oviedo en su historia contemporánea.  Siendo pequeño iba muchos días desde Los Dominicos a comer a su casa en la cuesta de San Lázaro. De infinita paciencia y gran bondad Enriqueta deja un hijo, Manolo, que ha seguido con éxito los pasos de su padre. Manolo desde pequeño fue forofo del Real Oviedo, como no podía ser de otra manera, y continúa siéndolo. Allá por los 80 recuerdo que pertenecía a la peña azul universitaria donde otro joven universitario cada partido imitaba a Manolo el del bombo con gran estruendo. Era Jorge Menéndez Vallina el hoy flamante presidente del Real Oviedo y que en la mañana del domingo ocupará por vez primera el palco presidencial del club en el nuevo Carlos Tartiere. Vamos, que más de la cantera no puede ser. Lo de la grava ya veremos.

El domingo entra en vigor la nueva Ley de Cajas de Ahorro que viene a dar en la práctica la puntilla a la de Asturias, con más de 125 años de antiguedad. Sin que los asturianos quisiéramos enterarnos ese cerebro gris que aún la preside, Manuel Menéndez, primero se atragantó absorbiendo a la de Castilla La Mancha y luego la entregó con depósitos y demás bagajes al nuevo banco creado al efecto, Liberbank, cuya sede central en Madrid acaba de ser ratificada en la última asamblea de Cajasur con la única oposición de los consejeros en representación de Foro Asturias, todo hay que decirlo. Por tanto, Cajastur en menos de un año será una simple fundación en la que ya nuestros políticos no podrán chupar del teto y cuyos hipotéticos beneficios serán para la obra social. ¿Pero quien garantiza esos beneficios?. En Liberbank, que cotiza en bolsa, están entrando accionistas privados y me temo que no permitirán derivación de beneficios para las obras sociales de las tres cajas fundadoras. Con un ERE pactado tras no poca chapuza en la negociación para tres años creo que cuando pase ese periodo Liberbank pasará a mejor gloria absorbido por uno de los grandes, probablemente el Santander. El hecho de que Masaveu, por ejemplo, esté comprando acciones del mismo de un tiempo para acá me da que no es por asturianismo si no como avanzadilla de dicha operación. Solo queda ahora que el presidente del Principado Javier Fernández le dé la medalla de oro de la autonomía a Manuel Ménendez y la de plata a Felipe Fernández, prejubilado y recuperado al día siguiente para la causa como consejero, por supuesto.

 



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