Endiosar a Chávez

El ex  presidente Hugo Chávez  Frías que ayer cumpliría 59 años y hoy descansa en una tumba en el Museo Militar de Caracas con los mismos oropeles que un antigua faraón, y es reverenciado con la liturgia  de una nueva religión, ha sido un nefasto político que con sus malabarismos  y total abuso del poder, terminó llevando a Venezuela a una dictadura personalista al mejor estilo de un Tirano Banderas.

Su delfín, el sindicalista Nicolás Maduro, ha intentado tomar la antorcha del líder desaparecido, aspiración frustrada ante  su incapacidad, torpeza mayúscula e ignorancia supina. Siendo causa de que el país caribeño sea actualmente el reflejo más largo del despotismo cubano.  

 

Desde que desapareció Chávez hace cinco meses, la falacia mal llamada “Revolución Bolivariana” se muerde la hiriente cola. La nación se halla en crisis empezando por la economía, y aún   así, se gastan millones de bolívares en elevar a los altares paganos la figura del “prócer” desaparecido, dejando arrinconado a Simón Bolívar, padre de la patria.

 

Chávez siempre fue un autodidacta político sin olfato. Sus ideas en el campo socioeconómico no llegaban más allá del conuco.  Durante sus 14 años de gobierno dividió a los venezolanos en dos mitades.

 

Sin término medio, era odiado y venerado a partes iguales.   Contaba con demasiados  exaltados en su particular santoral.

 

 Chávez nunca tuvo opositores, sino enemigos. Y con éstos – decía -  no se dialoga, sino que se les apunta con un fusil.

 

Creyó haber  venido al mundo como Jesús, Mahoma o Buda, a  reverdecerlo.  Sus ideas eran  militaristas: nada se hace con votos, sino con botas.

 

Poseía la convicción  de haber sido ungido para hacer la más grande revolución que vieran los siglos tras  la de su venerado padre Fidel Castro, cuya mente el tiempo momificó.

 

Llegó al Palacio de Misia Jacinta  - centro del mando  ejecutivo - con el corazón henchido  de pasión hacia los pobres, los abandonados de toda redención.

 

 Un día dijo: “Manejar un Estado con el grado de complejidad, clientelismo, inoperancia como el que hemos tenido y seguimos teniendo, es algo bastante complejo. Mucho más de lo que uno se imaginaba”.

 

Esa  “complejidad institucional” ha sido manipulada con sectarismo. Chávez hizo una Constitución a su medida y con ella controló  los resortes del poder, mientras manejaba el Estado como si fuera la “caja chica” de un abasto.

 

 Venezuela vive uno de los momentos más ásperos de su historia republicana, con una división  profunda entre las clases sociales, como si cada una  fuera un mundo totalmente distinto, dispar y antagónico.

 

Actualmente, con Chávez embalsamado, el futuro se presenta oscuro, complicado y lleno de interrogantes en las manos Nicolás Maduro, un hombre cuyo mérito mayor es el haber sido  correveidile del llanero evaporado.

 

 



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