Madre marchita

Acudí a la casa  de Curzio Malaparte -cerrada a cal  y canto frente a los farallones, en Capri, llamada “Come Me”- como a una procesión. Había leído días atrás  la última biografía,  – apabullante, viva, documentada y sin duda la mejor, del italiano Maurizio Serra – sobre el escritor toscano, autor de tres obras estremecedoras: “Kaputt”, “La Piel” y “Madre Marchita” – literalmente en italiano “Madre podrida”- , siendo este descarnado libro  las postreras  cuartillas de su extensa creación literaria,  no llegadas  a concluir.

 Curzio – uno de los mejores periodistas del siglo XX - ha sido admirado a razón de  su imaginación ferviente, despiada,  y  a la vez odiado hasta la demolición en los cenáculos políticos de izquierda y derecha, unidos a  los homosexuales europeos, a los que dedicó folios crueles y espeluznantes.

 El toscano sabía que la sodomía no es un vicio,  al ser una forma de coexistir, aún costándole transigir con esa decadente pasión desenfrenada. Todo comenzó, siguiendo los pasos de Platón, Tucídides y  Eurípides llevados a la antigua Roma con sus desenfrenos y  virtudes, es decir, la vida sobre las sábanas del lecho del rey Nicomedes y con un César florido vestido de guindas y malvarrosas entre vapores de seda.

En “Sexo y Libertad” matizó la filosofía platónica bajo la luz pederasta, y añadió en esa misiva algo  ya  precisado en “Técnica de un golpe de Estado”. Allí  dijo que la dictadura  es la forma de los celos, y un dictador es, psicológicamente,  un tipo femenino. “Que el tirano tenga celos de cada uno de sus súbditos y su tiranía sea semejante a la de la mujer, es cosa observada ya en la Antigüedad.” El autócrata es siempre la amante injusta que traiciona vilmente. Para las generaciones de 1919, Mussolini era el primer amor, la amada que las traicionó sobre el plano moral (político, social,  intelectual, artístico), con las viejas generaciones reaccionarias (Monarquía, Iglesia, gran industria, nobleza).

Y exclama: “¿Qué tiene de extraño que a la traición del tirano haya sucedido una resistencia de naturaleza amorosa? Ante tanta  efusión desatada no es de extrañar  que algún Petronio lance su corazón al pueblo.”

El latinazo señala “sexus”, y con ello se esculpió la diferencia somática, acústica y de comportamiento hormonal   entre el semental animal irracional y los seres humanos.

André Gide hablaba de estética y moralidad coníferas. Es decir, hasta para ser invertido,  hay que tener estilo, estirpe y clase. No ser un esperpento a imagen de tantos personajes  de la historia pasada y presente.

 Los libros de Malaparte, poco leídos hoy, los levantó  de su despiadada repulsa Maurizio Serra: él abrió en carnada al escritor nacido de Prato, y nos hizo ver muy de cerca sus negruras, sus quimeras, sus fabulaciones.

Sobre los relatos de Curzio, al decir del coronel Jack Hamilton, retratado en “La piel”, “poco importa que lo que cuente sea  verdadero o falso. Lo  interesante  es el modo de contarlo”.



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