Ricardo Fernández, un pozo de anécdotas

Oviedo es un pañuelo, no les queda duda. Hoy me encuentro por sus céntricas calles a dos ex alcades de Avilés, cada uno por su lado. Agustín González, que reside en la capital y está muy bien de forma tras los achuchones que pasó, y a Ricardo Fernández Suárez a quien hacía tiempo que no veía. Con 83 años y una densa vida dedicada a la empresa y a la política le encuentro bárbaro, que además nos seguimos en facebook, técnica que domina como si fuera un universitario veinteañero.

Ricardo Fernández es toda una institución en Avilés siendo en los primeros tiempos de la democracia con UCD alcalde de la villa del Adelantado durante una legislatura. Fue también diputado regional y tras la caída del partido de Adolfo Suárez se integro en el Partido Popular como vicepresidente primero en Asturias cuando Isidro Fernández Rozada era el rey, quiero decir, el presidente, y un jovencito Francisco Alvarez-Cascos comenzaba a espoyetar como vicepresidente tercero del partido conservador asturiano. En cierta ocasión recuerdo que el ex alcalde de Avilés me comentó. “Nunca tuve tantos amigos en mi vida que cuando presidí el comité electoral del PP. Luego, si te vi no me acuerdo. Así de interesada es la política”.

En su etapa de político Ricardo Fernández fue persona de gran confianza del por entonces gobernador civil Fernando Jimenez y del presidente del parlamento asturiano Agustín Antuña quienes le encargaban importantes misiones que el empresario, siempre más que político, resolvía a la perfección. Ricardo Fernández, junto con su hermano Roberto, regentó durante años hasta su jubilación una de las principales empresas de autobuses de nuestra comunidad, Autos Roces, y también durante años Ricardo, a quien nunca le cayeron los anillos por hacer de chofer, transportó de un sitio para otro al Real Oviedo en sus subidas y bajadas deportivas. Pocos como él saben los auténticos entresijos del Real Oviedo de los años 50 apara acá. Cuando el Real Oviedo ascendía de la segunda división a primera Ricardo Fernández tenía al costumbre de invitar a toda la plantilla, directivos incluidos, a una opípara comida en Bañugues. Ya se pueden figurar que no era a base de sopa de fideos con curruscos. En cierta ocasión a la comida precedió en el campo del Bañugues un partido entre el ascendido Real Oviedo y el Marino de Luanco. El preparador azul era el gran Domingo Balmayá quien quedó maravillado con un jugador del Marino que corría la banda como un gamo de tal manera que a los postres quedó fichado por el club de la capital. Era ni más ni menos que Lalo.  Con el paso de los años llegó también a entrenar al Real Oviedo. Actualmente vive en Granada y tiene 75 años pero ejerce de comentarista deportivo en Canal Sur con garra y conocimiento. Me consta que ya ha tenido contactos con el actual presidente azul Toni Fidalgo dándole consejos que buena falta le hacen.

Toni Fidalgo ya tiene todo preparado para que el Real Oviedo afronte la ampliación de capital a la que, seguro, no acudirá el ayuntamiento que no está el horno para bollos. Toni Fidalgo invitó el otro día, bueno, supongo que habrá pagado el club, a cenar a cinco destacados periodistas deportivos de Madrid a los famosos huevos rotos en Casa Lucio. Me consta que en esta ocasión no coincidió con el Rey Juan Carlos, buen cliente de ese local, y es que hay que crear ambiente allende Pajares que el Real Oviedo sea de segunda A y cuando ello ocurra -espero que sea esta temporada- será necesario tener buena prensa.

También recuerdo en cierta ocasión hace ya muchos años -que mayores somos, Javier- el Real Oviedo acudió en un autobús de Roces a Zaragoza para jugar un partido vital. Oviedo y Osasuna se jugaban en esa jornada el ascenso a primera pero al Oviedo le bastaba con no perder por más de seis goles con el equipo maño hicieran lo que hicieran los navarros. Pues bien, el Real Oviedo perdió por 7 goles a 0 y la vergüenza y miedo de los jugadores a reacción de la afición hizo que al llegar a San Esteban de las Cruces pararan el bús de Roces y se bajaron para llegar a pie o en taxi a sus domicilios evitando ser detectados por los coléricos forofos.

Lo dicho, Ricardo Fernández es un pozo de anécdotas del club carbayón y de la historia moderna de Asturias que ahora carga pilas para mantenerse en forma paseando todos los días desde el Niemeyer hasta la entrada de la ría avilesina. Un fenómeno, el tío.



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