La Enfermedad Inflamatoria Intestinal avanza en el sur de Europa y se estabiliza en el norte

La Enfermedad Inflamatoria Intestinal avanza en el sur de Europa y se estabiliza en el norte

La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) es una dolencia de nuestro tiempo. Al menos en el sur de Europa, donde su incidencia continúa creciendo, a diferencia de la fase de estabilización en que parece haber entrado en el norte del continente. En el Estado español  también se ha registrado un incremento en la última década. La incidencia media en los últimos estudios es  de  7-10 nuevos casos año/100.000habitantes con  una prevalencia  de 200-300 pacientes/100.000habitantes.

 

La EII es una patología que engloba a la enfermedad de Crohn (EC) y a la Colitis Ulcerosa (CU) y que, en todos los casos supone una lesión inflamatoria que abarca a todas las capas del tubo digestivo -desde la mucosa hasta la serosa- y puede aparecer en cualquier parte del intestino desde la boca al ano (en la CU lo afectado es exclusivamente el colon). Su origen es desconocido, aunque se sabe que existe una importante interrelación entre la flora intestinal,  factores ambientales y factores genéticos. Afecta de manera preferente a individuos jóvenes de entre 15-40 años y de ambos sexos por igual, que habitan en áreas urbanas.

En cuanto a su sintomatología, es muy heterogénea y puede presentar gran variedad de manifestaciones. No obstante, los síntomas más frecuentes son el dolor abdominal y la diarrea; también puede haber fiebre, perdida de peso y de apetito. La afectación del intestino conlleva las dos complicaciones principales de la enfermedad: la fístula y la estenosis (estrechamiento). Hasta el 40% de los pacientes puede presentar lesiones perianales como fisura, fístulas y abcesos. Además, pueden registrarse síntomas fuera también del tubo digestivo; son las manifestaciones extraintestinales que presentan más del 30% de los pacientes Entre las más frecuentes están  las articulares, en forma de artralgias o artritis;  oculares, como uveítis;  cutáneas, como el eritema nodoso o el pioderma gangrenoso;  y hepáticas,  como esteatosis o colangitis esclerosante, entre otras muchas.

 

Precisamente la heterogeneidad de su sintomatología hace en ocasiones difícil  su diagnóstico. Es por ello que se requiere un alto grado de sospecha clínica -establecida en función de la historia clínica, los antecedentes personales y una serie de datos biológicos, endoscópicos, radiológico e histológicos que son sugestivos de la enfermedad-, al tiempo que se descartan otras entidades que también pueden cursar con inflamación intestinal. Las pruebas endoscópicas son fundamentales, ya que permiten realizar un diagnóstico de "visu" y además tomar muestras para el estudio histológico y microbiológico.

La EII es una enfermedad crónica y recurrente que cursa en forma de brotes y que, a día de hoy, no tiene tratamiento curativo. En ocasiones  se necesita hospitalización y  cirugía. El hecho de que  hablemos de una enfermedad crónica que afecta a personas jóvenes con una larga expectativa de vida determina que sea una patología con alto potencial en el consumo de recursos sanitarios. El tratamiento depende de la localización de la enfermedad y de si  se encuentra en brote o en remisión clínica. En el tratamiento médico actual se cuenta con los siguientes fármacos: Aminosalicilatos (Salazopirina, Mesalazina); Corticoides (Prednisona, Budesonida); Inmunosupresores (Azatioprina,  Mercaptopurina, Metotrexate, Ciclosporina); Antibióticos (Metronidazol, Ciprofloxaciono); y Biológicos (Infliximab, Adalimumab, Certolizumab) que se han incorporado en las dos últimas décadas. En los periodos de  remisión el tratamiento pretende evitar nuevos brotes y mejorar el curso evolutivo de la enfermedad.

 

FOTO: wikipedia

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