El fenómeno de la olla a presión y la deriva del señor ministro

El fenómeno de la olla a presión y la deriva del señor ministro

Por AsturiasMundial.-El progresivo endurecimiento en el tono general y las advertencias, con claro matiz de amenazas, realizadas estos días por el ministro del Interior contra concentraciones o acampadas en Puerta del Sol u otros escenarios urbanos, vienen a sumarse a sus anuncios de criminalización de los españoles que se manifiesten contra el Gobierno quienes, según la reforma legal que ha anunciado don Jorge Fernández, podrán ser encarcelados hasta seis años, al ser equiparados a terroristas por sentarse en la calle, insultar a un policía o revolverse contra los golpes recibidos. Esa anunciada deriva represora del Estado contra sus propios constituyentes, los ciudadanos, es alarmante por cuanto llega en un momento en que la sociedad comienza a reaccionar en una lógica pulsión acicateada por la constatación de que la reforma laboral está sirviendo para dejar sin empleo a cientos de miles de españoles más, se avanza en la privatización de servicios esenciales como la sanidad o la educación y, en general, se recortan las prestaciones sociales básicas.Es decir, cuando crece el descontento social no ya entre minorías, sino entre un creciente número de gentes de bien.

 

Cabe hacerse dos preguntas. La primera de ellas, la de si el ministro del Interior, y por extensión el Gobierno, conoce los principios de la olla a presión, y el hecho incontestable de que si el artefacto carece de mecanismo de expulsión del vapor sobrante acaba estallando. La segunda, de si el Gobierno, cuya legitimidad nadie discute, como tampoco se discute la necesidad de reducir el déficit nacional, no estará confundiendo el amplio respaldo popular que recibió para sacar a España de la actual crisis económica e iniciar una senda de recuperación, con un cheque en blanco de millones de españoles para instaurar un liberalismo feroz en un estado teñido de conservadurismo religioso que restrinja las libertades de una sociedad a la que presuma menor de edad y necesitada de tutela para apartarla de la tentación de regir por sí misma sus propios destinos individuales y colectivos. Si es así, se equivocará.

 

Es posible también, pero peligroso, que desde las esferas gubernamentales se atienda sólo a los telepredicadores y corifeos de intereses espureos, que son quienes hoy gritan más alto, y desatienda el creciente sentir de la calle que crece vertiginosamente, insistimos, entre las gentes de orden. Y ¿porqué crece ese descontento? Pues, dicho en román paladino, porque todo apunta a que se están pasando.

 

A buen seguro, el Gobierno es consciente del viejo aforismo político que afirma que las reformas profundas que no se acometen en los primeros meses de la legislatura ya no se hacen, generalmente porque la sociedad comienza a masticarlas, piensa y reacciona en consecuencia. En sí, esa reacción no debería producirse a apenas cuatro meses de desempeño del Ejecutivo, pero eso mismo indica que se está yendo más allá de la reforma necesaria o admisible para, como en un espectáculo de David Copperfield, dar el cambiazo de un Estado por otro, de una España por otra. Y un somero análisis indica que ese fenómeno puede estar produciéndose. Eso sí, hay que agradecer, al menos, que el cambiazo, si tal es la intención del Gobierno, no es nada sutil.

 

REFORMAS EN LA EDUCACIÓN Así, comenzando por algo tan sensible para los españoles como es la igualdad de oportunidades en la formación de sus hijos mediante una oferta pública, gratuita y de calidad de la enseñanza, despojando las propuestas gubernamentales de la hojarasca de buenos principios que acompaña los proyectos de Ley, lo que queda al final es el hecho de que se van a cerrar cientos, sino miles, de colegios públicos en España. Que se va a reducir sensiblemente el número de profesores. Que en los colegios públicos no habrá ordenadores para los alumnos. Que se encarecerán las matrículas universitarias, se endurecerán los requisitos para obtener una beca y se pondrán obstáculos a que los pobres repitan curso. Consecuencia: se condenaría a millones de españoles a convertirse en mano de obra barata, con muy poca cualificación, que será regida por elites universitarias procedentes de las clases adineradas. Blanco y en botella.

 

REFORMAS EN LA SANIDAD El Gobierno insiste en que se mantiene una sanidad universal y gratuita, si bien con un encarecimiento de los medicamentos, asumible, en principio, siempre que exceptúe a quienes carecen de poder adquisitivo para ello (y es ofensivo pretender que se vive con quinientos o seiscientos euros y aún sobra para medicinas), y siempre que no se obligue a los médicos a no recetar, salvo que se quiera reducir el gasto sanitario asumiendo el riesgo de dejar a la gente que se muera. Pero también aquí se advierten otros peligros. Por un lado, la reducción de las coberturas ambulatorias y hospitalarias. El caso del aborto es paradigmático, porque el hecho de que la seguridad social deje de realizar estas intervenciones --y las españolas lo saben bien-- significa volver a una sociedad en la que los ricos abortan cómodamente en lujosas clínicas, sin ir a Londres, eso sí, y los pobres, cada día más, habrán de ir a una partera clandestina con riesgo de septicemia o muerte de la madre. Por otro lado, la privatización del sistema público de salud, que se anuncia en Valencia pero se insinúa puede generalizarse, despierta serias dudas sobre la posiblidad de mantener la calidad asistencial.

La privatización de los hospitales sólo será asumida por las empresas si de ella obtienen beneficios. Y para obtener beneficios hay que rebajar la calidad asistencial. ¿Quién garantiza que no se llegará a dejar al enfermo que sufra agónicos dolores por no gastar en sedantes, minorar la atención a cada paciente por drástica reducción y malpago de la enfermería, drástica reducción de analíticas, escáneres, radiología en general, con el aumento consiguiente de mortalidad en pacientes con diagnóstico tardío, etc?. Además, el demagógico aserto de que la sanidad privada es más barata que la pública, ¿implica que los profesionales del sistema público son una mezcla de vagos, incapaces, infradotados y amigos de lo ajeno? Desde luego, implica muy poco respeto por los cuerpos sanitarios y los profesionales de la salud del sistema público español al que, claro está, nunca van quienes más gritan contra él porque les sobran recursos económicos para 'hacérselo' en Navarra o en Boston a la espera de poder enajenar la 'joya de la corona' pública española.Verde y con asas.

 

MIEDO A LEVANTARSE CADA MAÑANA No hace falta seguir analizando cada una de las recientes propuestas, unas plasmadas en proyectos de Ley, otras esbozadas o lanzadas a 'ver que pasa'. De la reforma laboral, que además ha expulsado del mercado de trabajo a los mayores de 50 años,  baste decir que sus descorazonadores e inmediatos efectos han sido conocidos esta misma semana con otros 300.000 despedidos. Así las cosas, no es de extrañar que haya surgido un nuevo síndrome. El miedo a levantarse por la mañana. Cierto es que en nada beneficiaron a España el candoroso discurso de José Luis Rodríguez Zapatero con sus brotes verdes y su optimismo de guardería. Pero no es menos cierto que tampoco beneficia a la moral colectiva que no pase un día sin que caiga otro leñazo sobre el pobre. Un pobre al que, en una hañagaza 'cobaldel', dicen que de Hacienda, hasta el tabaco de liar le han quitado de los estancos porque era muy barato y la gente lo cambiaba por las carísimas labores tradicionales.

 

Resumiendo. Lo que temen cada vez más españoles es que le hayan entregado al Ejecutivo una España moderna y respetuosa de los derechos y las libertades ciudanas y éste les devuelva una España recentralizada, con salarios de miseria, servidumbre laboral, calidad de salud y oferta educativa sólo para los adinerados, moralina pseudo religiosa obligatoria, cárcel y palos. Y seguro que no es esa su intención, señor Presidente, seguro. Pero, si va a usted a dar el cambiazo, hágalo por una España mejor, más solidaria, más apetitosa para vivir en ella. Elimine el gasto superfluo, no la sanidad y la educación públicas, acabe con la corrupción, no con la clase media, con la fuga de capitales, no con el ahorro, con los delincuentes, no con los manifestantes.

 

Y, ya puestos a pedir, señor Presidente, por favor, devuelva la picadura de liar a los estancos. El pobre, ¡tiene tan pocas satisfacciones!

 

 

2 comentarios

  • # Manolo A. Responder

    29/04/2012 10:45

    Que poco dura la suerte en la casa del pobre.

  • # Volcán Responder

    29/04/2012 10:50

    Los nuevos parados del mes de Abril en España equivalen a toda la población activa de Asturias. A ver a que comunidad se pueden comparar los parados del mes siguiente. Mete miedo. Que fáciles seremos de gobernar con tanto miedo dentro.

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