Salinas, el lugar donde la vida se parece a lo que uno imaginaba

Salinas, el lugar donde la vida se parece a lo que uno imaginaba

En la fotografía hay dos jinetes avanzando con calma por la orilla. No van deprisa. No posan. Simplemente están ahí, cruzando una playa abierta, inmensa, con el Cantábrico marcando el fondo como un telón en movimiento constante. La escena no es excepcional en Salinas. Y eso dice mucho.

Porque en Salinas lo extraordinario se ha vuelto cotidiano. Y esa es, quizá, su mayor fortaleza.

Una playa que no se mira: se usa

Salinas no es una playa para venir a “ver”. Es una playa para vivirla. Para caminarla entera sin obstáculos, para entrar al agua en invierno, para correr al amanecer o para sentarse a mirar el mar cuando el día pesa. Es larga, abierta, sin calas cerradas ni artificios. El mar entra de frente, como la forma de ser del lugar.

Aquí conviven surfistas, paseantes, vecinos de toda la vida, gente que viene de Oviedo a pasar el día y otros que ya han decidido quedarse. Caballos por la orilla, tablas en el agua, perros en temporada baja. Todo sucede sin fricción. Sin que nadie sienta que estorba.

Salinas no es solo playa (aunque la playa lo explica todo)

Uno de los grandes errores al hablar de Salinas es pensar que su atractivo termina en la arena. No es así. Salinas funciona porque es un lugar cómodo para vivir, no solo bonito para visitar.

  • Está a cinco minutos del Aeropuerto de Asturias.

  • A diez minutos de Avilés.

  • A media hora escasa de Oviedo y Gijón.

Eso la convierte en una base perfecta para quien trabaja en cualquiera de las grandes ciudades asturianas, viaja con frecuencia o necesita buenas conexiones sin renunciar al mar.

Servicios, vida diaria y normalidad (de la buena)

Salinas tiene algo que muchos destinos costeros no logran: vida todo el año. No cierra en octubre ni despierta solo en verano. Hay colegios, supermercados, centro de salud cercano, comercio local, bares abiertos en invierno y gente caminando por el paseo marítimo cualquier martes de febrero.

No es un decorado turístico. Es un pueblo que funciona.

Eso explica por qué muchas familias jóvenes están mirando a Salinas como lugar para establecerse. Porque aquí se puede criar a los hijos con espacio, aire libre y autonomía, sin renunciar a servicios ni a actividad cultural y social.

El paseo marítimo como columna vertebral

Si hay un lugar que define Salinas es su paseo. No es solo un sitio para caminar: es el centro social. Ahí se cruza todo el mundo. Vecinos, recién llegados, gente que baja a estirar las piernas, otros que se sientan a ver el mar como quien mira un reloj lento.

Ese paseo genera algo muy poco frecuente: sensación de comunidad sin agobio. Cada uno va a lo suyo, pero todos comparten el mismo horizonte.

Por qué cada vez más gente quiere vivir aquí

Salinas está de moda, sí. Pero no por una campaña ni por una etiqueta. Está de moda porque responde a una necesidad muy concreta del presente: vivir mejor.

  • Mejor aire

  • Mejor ritmo

  • Más tiempo fuera de casa

  • Menos coche

  • Más caminar

  • Más mar

Y todo eso sin aislarse ni perder oportunidades laborales. Salinas no es una huida. Es una elección.

El efecto “me quedo un año más”

Muchos llegaron a Salinas con la idea de probar. Un alquiler temporal. Un “ya veremos”. Y ahí está el fenómeno silencioso: cada vez cuesta más marcharse. Porque cuando el día empieza con el sonido del mar y termina con un paseo al atardecer, ajustar la vida a otra cosa se vuelve difícil.

No es romanticismo. Es hábito. Y el hábito crea raíces.

Dos jinetes, un mensaje claro

Volvemos a la imagen. Dos caballos avanzando tranquilos por la orilla. No es postal ni excepción. Es un resumen. Salinas es ese lugar donde la vida no se empuja: avanza.

Y por eso, quien puede elegir, acaba mirándola distinto. No como destino. Sino como posibilidad real de vida.

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