El amanecer de este lunes trajo algo más que la humedad del Cantábrico al aire de Mareo. Trajo silencio. De esos silencios que pesan más que los gritos, los cánticos o las pitadas. El despacho de dirección deportiva del Sporting de Gijón amaneció con las persianas a medio bajar y un teléfono que no ha dejado de sonar. Asier Garitano ya es historia, y el Grupo Orlegi necesita, con urgencia, escribir el siguiente capítulo.
En el aire, una certeza: la decisión no puede esperar. La sesión regenerativa de este lunes está prevista para las 12:00, con un interino al frente, y los dirigentes saben que el reloj corre. En la carpeta hay dos nombres subrayados en rojo: Borja Jiménez, 40 años, el entrenador del Leganés que enamoró al fútbol español con su ascenso meteórico; y Sergio González, 48, un técnico curtido, de mirada de vestuario y voz grave, el que se ganó al Valladolid y peleó con dignidad en Cádiz hasta el último suspiro.
Dos trenes distintos. Dos maneras de entender el fútbol. Un mismo destino: El Molinón.
Borja Jiménez: el estratega del nuevo ciclo
En las oficinas del club lo llaman “la opción ambiciosa”.
Nacido en Ávila, Jiménez representa la figura del entrenador metódico, obsesivo con el detalle, de libreta en mano y discurso pausado. Es el perfil de técnico que gusta a Orlegi, que pretende construir un proyecto estable y moderno, con un ojo puesto en la cantera y otro en el mercado.
Su último ascenso con el Leganés le colocó en el radar de media Segunda División y parte de Portugal: rechazó una oferta del AVS portugués hace apenas unas semanas, lo que demuestra que se está guardando para una oportunidad seria.
Los dirigentes del Sporting saben que convencerlo no será fácil —tiene ofertas, tiene caché—, pero también que su llegada supondría una apuesta de presente y de futuro.
Jiménez no es un entrenador de grandes gestos ni de frases para titulares. Es más bien un constructor. Un técnico de método, de tablero, de 4-2-3-1 de laboratorio, de analizar el balón parado como si fuera ajedrez. Lo suyo no es la épica, sino la estructura. Y eso, precisamente, es lo que el Sporting no ha tenido en meses: estructura.
El problema es que los proyectos sólidos necesitan tiempo, y en Gijón el tiempo se mide en jornadas y puntos. La afición, herida y cansada, no pide una revolución: pide resultados. Por eso, la duda pesa.
Sergio González: el capitán veterano
Sergio González tiene otra energía. Exfutbolista, exinternacional, voz grave, porte de líder y verbo de vestuario. Su sola presencia impone orden. En Orlegi lo definen como “la vía de experiencia y jerarquía”.
A sus 48 años, Sergio ha pasado por el Espanyol, el Valladolid y el Cádiz. En todos dejó huella.
Subió con el Valladolid a Primera y sostuvo al Cádiz durante tres temporadas en la élite, manejando grupos difíciles, economías frágiles y contextos donde la presión se podía cortar con cuchillo.
Cuando fue destituido en 2024, se tomó un descanso. “Necesitaba parar, respirar y volver a disfrutar del juego”, confesó en una entrevista. Y eso gusta en Gijón: el tipo que sabe lo que es caer y levantarse.
En el club ven en él una brújula inmediata, alguien que puede reordenar el vestuario y sacar partido del talento joven que asoma por Mareo. No es un técnico de laboratorio, pero sí de piel. Habla, motiva, protege. Es de los que coge al jugador del cuello y le susurra: “vamos, que hoy ganamos”.
Y eso, en un vestuario tocado, vale oro.
Orlegi: presión, calendario y una decisión sin red
El grupo mexicano Orlegi Sports, dueño del Sporting, vive días de vértigo. No sólo está en juego un banquillo: está en juego el relato de su gestión.
El proyecto arrancó con ilusión, pero las promesas se han ido disolviendo entre ceses, dudas y un equipo que no termina de despegar.
Por eso, en la reunión de urgencia del domingo por la noche, los directivos dejaron claro que el nuevo entrenador debe cumplir tres condiciones básicas:
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Conectar con el vestuario desde el primer día.
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Tener un modelo reconocible de juego.
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Saber trabajar bajo presión.
Jiménez encaja en los puntos dos y tres.
Sergio, en el uno y el tres.
El dilema está servido.
Desde México, los responsables del grupo han pedido celeridad, pero también visión de medio plazo.
El equipo regresa esta mañana en vuelo desde Madrid, llega al aeropuerto de Asturias a las 10:45 y se ejercitará a mediodía en Mareo. Si nada se tuerce, el nombre del nuevo técnico debería hacerse oficial entre esta noche y el martes.
Mientras tanto, la afición hierve. En redes sociales, los debates se multiplican: unos piden la juventud de Borja Jiménez, “un tipo con ideas modernas y hambre”; otros reclaman a Sergio González, “que traiga carácter, que haga piña”.
Entre ambos nombres, ha asomado incluso un tercero —sin confirmar—, un técnico extranjero con experiencia en ligas europeas, aunque su pista se enfría por horas.
Un club entre la paciencia y la ansiedad
En El Molinón, la historia pesa. El Sporting no sólo busca un entrenador: busca identidad. Desde hace años, los cambios de banquillo se suceden sin continuidad, y la grada ya no sabe a qué jugar.
Por eso, esta elección no es una más. Es un golpe de timón.
Borja Jiménez representa el proyecto.
Sergio González, el presente.
Y Orlegi, entre ambos, intenta decidir si quiere construir un futuro o sobrevivir a la semana.
La ciudad, mientras tanto, espera.
Y en Mareo, el viento del norte sopla otra vez con fuerza.