Robert Redford ha fallecido hoy, 16 de septiembre de 2025, a los 89 años, en su casa de Sundance (Utah), mientras dormía. Su publicista, Cindi Berger, comunicó que murió en su sueño y no ha facilitado una causa específica de la muerte. La familia ha pedido privacidad. La información ha sido confirmada por Associated Press, The Washington Post, People y Vanity Fair, entre otros medios.
Un icono hecho a contracorriente
Hijo de clase trabajadora en Santa Mónica (1936), Redford llegó a la pantalla grande tras foguearse en televisión y teatro (con Barefoot in the Park en Broadway antes de su versión en cine). Su entrada en el Olimpo fue fulgurante: Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969) lo convirtió, junto a Paul Newman, en la mitad perfecta de un western crepuscular que anunciaba el cambio de época. Siguieron los 70 como década dorada: Jeremiah Johnson (1972), The Candidate (1972), The Way We Were (1973), The Sting (1973, Oscar a mejor película para el film) y la disección de la prensa como contrapoder en All the President’s Men (1976). Fue, sí, un galán: The Great Gatsby (1974) lo inmortaliza de hombros dorados y mirada melancólica. Pero su magnetismo nunca fue simple fotogenia: hubo inteligencia política y riesgo detrás de sus elecciones.
Tres rasgos de su estrella
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Ambigüedad moral y carisma: el forajido con códigos, el periodista obstinado, el romántico que sabe perder.
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Fisicidad contenida: su gesto mínimo bastaba; no necesitaba subrayados.
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Elegancia ética: desde muy pronto quiso control creativo y escapar del encasillamiento.
El director que sorprendió a Hollywood
En 1980 debuta en dirección con Ordinary People, y Hollywood queda boquiabierto: Oscar a Mejor Director y Mejor Película para un drama íntimo sobre culpa y duelo. Aquello no fue un golpe de suerte: A River Runs Through It (1992) es una sinfonía de luz, agua y memoria que lanzó a Brad Pitt; Quiz Show (1994) examina el engaño y el espectáculo con precisión moral; The Horse Whisperer (1998) demostró su pulso clásico, visualmente lírico. La virtud de Redford director: dramas silenciosos, ética sin grandilocuencia y puesta en escena de claridad clásica, con América como paisaje moral.
Actor hasta el límite del silencio
En los 80 triunfa con Out of Africa (1985). En los 90 alterna cine popular (Sneakers, Indecent Proposal, Up Close & Personal) con proyectos propios. Ya veterano, pulveriza clichés con All Is Lost (2013): casi sin diálogo, un hombre solo contra el mar. Ese ejercicio de desnudez interpretativa, sostenido por su rostro y respiración, es de sus trabajos más valientes. Luego se divierte como “villano elegante” en Captain America: The Winter Soldier (2014), se reencuentra con Jane Fonda en Our Souls at Night (2017) y se despide como protagonista con The Old Man & the Gun (2018), una balada crepuscular a su medida. En 2025 aún se habló de una última aparición sorpresa en televisión.
Sundance: la revolución tranquila
En 1981 funda el Sundance Institute y, a partir de 1985, impulsa el Sundance Film Festival. ¿Resultado? Un ecosistema para el cine independiente: talleres, residencias y un festival que cambió el mapa del cine mundial, amplificando voces nuevas y diversas. De allí despegaron cineastas como Steven Soderbergh, Quentin Tarantino, Darren Aronofsky, Debra Granik, Ava DuVernay o Ryan Coogler. Como dijo hoy The Washington Post, puede que su impacto más duradero no esté solo en su filmografía, sino en haber transformado el independiente americano.
Compromiso ambiental: del altavoz a la acción
Redford militó en la defensa del medio ambiente mucho antes de que fuera “mainstream”: campañas por energías limpias, conservación de espacios naturales y, ya en el siglo XXI, The Redford Center, dedicado a narrativas sobre clima y justicia ambiental. Su activismo era continuidad de su ética artística: cuidar el relato y el territorio.
20 momentos para ver (o rever) y entender a Redford
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Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969) — química Redford/Newman; ironía y melancolía.
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Downhill Racer (1969) — el individualismo competitivo y el vacío del triunfo.
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Jeremiah Johnson (1972) — hombre y naturaleza, soledad como aprendizaje.
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The Candidate (1972) — sátira política visionaria: la campaña como espectáculo.
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The Way We Were (1973) — romanticismo con fisuras ideológicas.
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The Sting (1973) — elegancia del timo como coreografía.
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The Great Gatsby (1974) — mito y máscara: perfección y ruina.
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Three Days of the Condor (1975) — paranoia política setentera, thriller fino.
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All the President’s Men (1976) — el periodismo como épica cívica.
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Brubaker (1980) — reforma y corrupción en el sistema penitenciario.
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Ordinary People (1980, director) — duelo sin retórica; precisión emocional.
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Out of Africa (1985) — romance, paisaje y mito del aventurero.
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The Milagro Beanfield War (1988, director) — realismo mágico en Nuevo México.
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A River Runs Through It (1992, director) — memoria, familia y río como destino.
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Quiz Show (1994, director) — verdad televisiva y ética pública.
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The Horse Whisperer (1998, director y actor) — herida y sanación en clave de western íntimo.
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Spy Game (2001) — astucia y moral en tiempos turbios.
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Lions for Lambs (2007, director y actor) — debate político en la era post-11S.
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All Is Lost (2013) — el cuerpo filmado como resistencia.
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The Old Man & the Gun (2018) — despedida luminosa, sonrisa de leyenda.
Mirada, método, ética: por qué Redford era único
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Rostro y quietud: dominaba el primer plano con economía gestual; decía más callando.
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Elección de historias: poder, medios, responsabilidad, la América real detrás del mito.
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Clasicismo moderno: heredero de Ford/Hawks en la claridad narrativa, pero con conciencia social de los 70.
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Productor y padrino: entendió que crear condiciones para que otros filmen es tan importante como filmar.
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Coherencia vital: el actor, el director, el activista y el fundador de Sundance eran la misma persona.
Premios, honores y el lugar en la historia
Ganó el Oscar a Mejor Director por Ordinary People (1980) y el Oscar honorífico en 2002; recibió el Cecil B. DeMille, el SAG Life Achievement y la Presidential Medal of Freedom (2016). Hoy, el consenso crítico subraya tres legados: estrella de los 70, director serio y arquitecto del cine independiente contemporáneo.
Vida privada y pérdidas
Estuvo casado con Lola Van Wagenen (1962–1985) y con la pintora Sibylle Szaggars (desde 2009). Sufrió pérdidas familiares que lo marcaron (la muerte de dos de sus hijos en etapas distintas), algo que rara vez aireó: era discreto hasta la obstinación. Hoy se recuerda ese pudor como parte de su elegancia humana.
Epílogo: el hombre que nos enseñó a mirar
Redford murió en Sundance, el lugar que levantó como refugio creativo. No hay mejor símbolo: allí donde tantos cineastas encontraron su voz, el propio Redford descansa. Hay actores que llenan pantallas; él llenó pantallas y abrió caminos. La suya es una leyenda útil: nos deja películas que envejecen bien, una pedagogía del encuadre y una infraestructura cultural que seguirá pariendo voces.
“Uno de los leones ha caído”, dijo hoy Meryl Streep en su tributo; y, sin embargo, el rugido continúa en cada cineasta independiente que encuentra espacio para filmar y en cada espectador que, viéndolo a él, descubre cómo el cine puede ser bello, serio y libre a la vez.
