El Gobierno aprueba el decreto que activa la redistribución obligatoria de 3.900 niños y adolescentes no acompañados desde Canarias y Ceuta. Asturias tendrá que acoger a 144, en un gesto que el presidente Barbón reivindica como un deber histórico y de humanidad.
El Consejo de Ministros aprobó ayer el real decreto que regula la capacidad ordinaria del sistema de protección de menores migrantes no acompañados, una norma que cambia el tablero político y social: fija la redistribución obligatoria de 3.900 menores que hoy sobreviven en Canarias y Ceuta, territorios desbordados.
En ese mapa de solidaridad, Asturias recibirá en los próximos meses a 144 jóvenes, con una capacidad reconocida de 331 plazas. Un número pequeño en comparación con Andalucía (677), Madrid (647) o la Comunidad Valenciana (571), pero que coloca a nuestra tierra en primera línea de un debate que combina humanidad, política y memoria histórica.
El decreto en detalle
-
Ratio aprobada: 32,6 menores por cada 100.000 habitantes.
-
Capacidad total en España: más de 16.000 plazas.
-
Fondos asociados: 100 millones de euros para cubrir los tres primeros meses de estancia de los menores en las comunidades.
-
Plazos: el Estado tiene un año para realizar los traslados, que podrán arrancar ya esta misma semana tras la reunión interministerial prevista para el 2 de septiembre.
-
Marco legal: reforma del artículo 35 de la Ley de Extranjería, que permite las derivaciones automáticas cuando un territorio triplica su capacidad.
La batalla política
La decisión no ha llegado en calma. Comunidades gobernadas por el PP —Madrid, Murcia, Baleares o La Rioja— han anunciado recursos ante el Tribunal Constitucional y denuncian falta de medios y de información. Incluso Castilla-La Mancha, presidida por el socialista Emiliano García-Page, se ha alineado con las críticas.
Pero el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, fue tajante:
“No se pueden negar. Este reparto es ley y se cumplirá”.
La polémica crece, además, porque Cataluña y País Vasco quedan exentos de la obligación, alegando que ya superaron sobradamente su esfuerzo de acogida en años anteriores. Cataluña, eso sí, ha anunciado que recibirá voluntariamente al menos 31 menores, como en campañas pasadas.
Asturias: tierra de acogida
El presidente del Principado, Adrián Barbón, no rehuyó el debate. Al contrario, lo convirtió en un alegato cargado de historia y emoción:
“Cuando los asturianos se iban con 13 o 14 años a México o Argentina a buscarse la vida, solos, sin nadie que los acompañara… ¿cómo nos sentiríamos si nuestros güelos hubieran sido recibidos a pedradas? Esto es una cuestión de humanidad. Y cuando se pierde la humanidad, se pierde todo”.
Barbón insistió en que Asturias “no puede dar la espalda” y recordó que sin la llegada de personas migrantes la región tendría hoy menos de un millón de habitantes y sufriría un colapso demográfico y laboral.
Además, señaló que la llegada de jóvenes puede ser también una oportunidad de repoblación en áreas rurales, donde la falta de mano de obra amenaza sectores enteros.
De la orilla de Canarias a la montaña asturiana
El decreto abre ahora un calendario inmediato. En cuestión de días, los primeros adolescentes que llegaron en pateras a Canarias o cruzaron la valla de Ceuta serán trasladados a Asturias. Muchos llegarán con historias de supervivencia durísimas: travesías oceánicas, meses sin contacto con sus familias, violencia en origen.
El desafío no será menor: servicios sociales, acogida educativa, integración comunitaria, pero también el reto emocional de una sociedad que debe decidir si se reconoce en sus ancestros emigrantes o cierra filas en el rechazo.
Asturias en cifras
-
Plazas de acogida reconocidas: 331
-
Menores asignados ahora: 144
-
Primer destino en la región: Gijón, que ya recibió a 10 jóvenes en cumplimiento de una sentencia del Supremo sobre asilados.
-
Coste estimado cubierto por el Estado: hasta 100 millones de euros en ayudas iniciales para todo el país.
El espejo del pasado
La imagen con la que Barbón quiso sellar su mensaje es poderosa: los güelos y güelas asturianos que, con 13 o 14 años, cruzaban el Atlántico para trabajar en México, Cuba o Argentina. La historia se repite, solo que ahora Asturias no exporta emigrantes adolescentes, sino que los recibe.
La pregunta que queda flotando es clara: ¿Cómo queremos ser recordados nosotros, como los que abrieron la puerta o como los que dieron la espalda?