Su muerte por cáncer, mantenida en la más estricta intimidad, sacude al cine español. Colegas, instituciones y miles de espectadores lloran la pérdida de una intérprete única, eterna Juani y luchadora incansable.
La noticia cayó como un jarro de agua helada en la mañana de este lunes: Verónica Echegui ha muerto a los 42 años. La actriz madrileña, una de las voces más singulares y queridas del cine español de las dos últimas décadas, falleció el domingo en el Hospital 12 de Octubre víctima de un cáncer que llevó en silencio, con la discreción que siempre marcó su vida.
El comunicado de la Unión de Actores y Actrices y la confirmación posterior de su familia bastaron para desatar una ola de conmoción en el mundo cultural. La Academia de Cine la recordó como “una actriz inmensa, nominada cinco veces a los Goya y ganadora de un premio como directora”. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escribió en redes: “Nos deja demasiado joven. Talento y humildad enormes”.
Una actriz que rompió moldes
Desde que Bigas Luna la eligió en 2006 para protagonizar “Yo soy la Juani”, Verónica Echegui se convirtió en mucho más que una actriz revelación. Fue la cara y la voz de una generación de jóvenes que soñaban con escapar de la periferia y comerse el mundo. Aquella Juani, digna, rabiosa y tierna, le dio a Echegui una etiqueta que nunca le pesó: la de actriz valiente, capaz de mirar a cámara sin miedo.
Después llegaron papeles en “El patio de mi cárcel”, “Katmandú”, “La gran familia española”, “No culpes al karma...” o “Explota, explota”. Supo ser reclusa, maestra, amante y heroína cotidiana con la misma naturalidad. También se atrevió a dirigir, y con “Tótem Loba” logró un Goya que demostró que su talento iba mucho más allá de la interpretación.
El silencio de la enfermedad
Echegui ingresó a finales de julio en el Hospital 12 de Octubre. Solo su círculo más íntimo conocía la magnitud de la enfermedad que le arrebató la vida en pocas semanas. Ni entrevistas, ni filtraciones, ni despedidas públicas: quiso vivir ese trance con la misma reserva con la que siempre protegió su intimidad.
Este lunes, el Tanatorio de La Paz se ha convetido en un lugar de peregrinación silenciosa. Actores, directores y amigos —entre ellos Vicky Luengo, Paco León, Susana Abaitua o Bibiana Fernández— acudieron a darle el último adiós. No hubo cámaras dentro, ni discursos grandilocuentes, solo lágrimas contenidas y abrazos que hablaban por sí solos.
Una huella imborrable
Verónica Echegui no solo deja películas y premios. Deja un ejemplo de coherencia, de compromiso social —fue una voz firme contra la violencia machista y las desigualdades— y de amor por un oficio que vivió con intensidad.
El cine español llora a la eterna Juani, pero también a la mujer que supo transformar la vulnerabilidad en arte. Se ha ido demasiado pronto, pero cada espectador que alguna vez se emocionó con sus personajes sabe que, de algún modo, Verónica seguirá viva en la pantalla.