La investigación, publicada en la revista European Eating Disorders Review, analiza por primera vez con datos objetivos cómo se relacionan los pacientes con la actividad física. Los resultados cuestionan las terapias clásicas basadas en la restricción del movimiento.
Ejercicio y anorexia: una relación compleja
El deporte suele asociarse a salud, bienestar y superación. Sin embargo, en el caso de la anorexia nerviosa, el ejercicio se convierte en un terreno pantanoso: puede ser inexistente, compulsivo o incluso un factor de recaída. Así lo revela un estudio liderado por la Universidad de Oviedo, que desvela por primera vez patrones objetivos de actividad física en pacientes con este trastorno, gracias al análisis de datos recogidos con acelerómetros en 658 personas de entre 12 y 65 años.
Lejos de lo que se podría imaginar, los investigadores hallaron que los adolescentes con anorexia presentan niveles de sedentarismo muy elevados, superiores a las 10 horas diarias, mientras que los adultos tienden a acumular niveles de actividad ligera y moderada que superan con creces las recomendaciones de la OMS, aunque muchas veces en forma de movimiento compulsivo.
El reto de los “fuegos ocultos” de la anorexia
El estudio introdu
La investigación, publicada en la revista European Eating Disorders Review, analiza por primera vez con datos objetivos cómo se relacionan los pacientes con la actividad física. Los resultados cuestionan las terapias clásicas basadas en la restricción del movimiento.
Ejercicio y anorexia: una relación compleja
El deporte suele asociarse a salud, bienestar y superación. Sin embargo, en el caso de la anorexia nerviosa, el ejercicio se convierte en un terreno pantanoso: puede ser inexistente, compulsivo o incluso un factor de recaída. Así lo revela un estudio liderado por la Universidad de Oviedo, que desvela por primera vez patrones objetivos de actividad física en pacientes con este trastorno, gracias al análisis de datos recogidos con acelerómetros en 658 personas de entre 12 y 65 años.
Lejos de lo que se podría imaginar, los investigadores hallaron que los adolescentes con anorexia presentan niveles de sedentarismo muy elevados, superiores a las 10 horas diarias, mientras que los adultos tienden a acumular niveles de actividad ligera y moderada que superan con creces las recomendaciones de la OMS, aunque muchas veces en forma de movimiento compulsivo.
El reto de los “fuegos ocultos” de la anorexia
El estudio introduce un concepto clave: el “movimiento desadaptativo”. Se trata de ese ejercicio no saludable que puede manifestarse como correr sin descanso, caminar de manera obsesiva o evitar el reposo. Lejos de ser terapéutico, este patrón es un mal pronóstico clínico, ya que alimenta la obsesión por el control del cuerpo y está directamente vinculado con las recaídas.
Según los investigadores, este movimiento desadaptativo puede aparecer incluso en fases tempranas de la enfermedad y permanecer latente tras una aparente recuperación. En palabras de la investigadora principal, María Fernández del Valle, “nuestros datos muestran que los adolescentes con anorexia tienen niveles muy elevados de sedentarismo y muy baja participación en ejercicio moderado o vigoroso, mientras que los adultos tienden a realizar actividad física superior a lo recomendado, probablemente con componentes compulsivos”.
Una radiografía en números
El equipo de la Universidad de Oviedo realizó el primer metaanálisis internacional sobre el tema, revisando 15 estudios previos:
-
658 pacientes con anorexia: 651 mujeres y 7 hombres.
-
Edad: entre 12 y 65 años.
-
Adolescentes: 10,5 horas diarias de sedentarismo de media.
-
Adultos: hasta 100 minutos diarios de ejercicio moderado y más de 90 minutos de actividad moderada-vigorosa, superando hasta un 160% las recomendaciones de la OMS.
El contraste es brutal: unos apenas se mueven, otros se mueven demasiado. Ambos extremos suponen un reto clínico que no se resuelve con prohibiciones genéricas de ejercicio.
¿Y ahora qué? Nuevas vías para el tratamiento
La principal conclusión del estudio es que las estrategias conservadoras de “reposo absoluto” resultan insuficientes, cuando no contraproducentes. El equipo propone un cambio de paradigma:
-
Incorporar profesionales del ejercicio físico en los equipos clínicos.
-
Evaluar la actividad de forma objetiva, no solo con cuestionarios.
-
Diseñar intervenciones personalizadas que permitan retomar la actividad física de forma segura, adaptativa y beneficiosa.
Como explica el profesor Hugo Olmedillas, coautor del estudio, “programar la vuelta a un estilo de vida activo de manera controlada es clave para que el movimiento deje de ser un riesgo y se convierta en un aliado de la recuperación”.
Una enfermedad devastadora
La anorexia nerviosa es uno de los trastornos de la conducta alimentaria más graves:
-
Es la segunda causa de mortalidad entre las enfermedades mentales.
-
Se concentra sobre todo en mujeres jóvenes entre 15 y 19 años, pero crece en edades más tempranas.
-
Presenta una tasa de recaídas cercana al 50%, lo que dispara los costes sanitarios y sociales.
Este trabajo, enmarcado en el proyecto DiANa, no solo aporta luz sobre cómo se mueven —o no— los pacientes, sino que también abre una vía de esperanza: la de diseñar programas de tratamiento más innovadores, humanos y eficaces.
Un futuro de movimiento consciente
El gran hallazgo de los investigadores asturianos es que el problema no es moverse o no moverse, sino cómo y por qué se mueve el paciente. El reto está en transformar la relación dañina con el cuerpo en una herramienta para recuperar el bienestar.
La anorexia se combate con terapias psicológicas, nutricionales y médicas, pero este estudio recuerda que el movimiento, bien entendido, puede ser parte de la cura.
ce un concepto clave: el “movimiento desadaptativo”. Se trata de ese ejercicio no saludable que puede manifestarse como correr sin descanso, caminar de manera obsesiva o evitar el reposo. Lejos de ser terapéutico, este patrón es un mal pronóstico clínico, ya que alimenta la obsesión por el control del cuerpo y está directamente vinculado con las recaídas.
Según los investigadores, este movimiento desadaptativo puede aparecer incluso en fases tempranas de la enfermedad y permanecer latente tras una aparente recuperación. En palabras de la investigadora principal, María Fernández del Valle, “nuestros datos muestran que los adolescentes con anorexia tienen niveles muy elevados de sedentarismo y muy baja participación en ejercicio moderado o vigoroso, mientras que los adultos tienden a realizar actividad física superior a lo recomendado, probablemente con componentes compulsivos”.
Una radiografía en números
El equipo de la Universidad de Oviedo realizó el primer metaanálisis internacional sobre el tema, revisando 15 estudios previos:
-
658 pacientes con anorexia: 651 mujeres y 7 hombres.
-
Edad: entre 12 y 65 años.
-
Adolescentes: 10,5 horas diarias de sedentarismo de media.
-
Adultos: hasta 100 minutos diarios de ejercicio moderado y más de 90 minutos de actividad moderada-vigorosa, superando hasta un 160% las recomendaciones de la OMS.
El contraste es brutal: unos apenas se mueven, otros se mueven demasiado. Ambos extremos suponen un reto clínico que no se resuelve con prohibiciones genéricas de ejercicio.
¿Y ahora qué? Nuevas vías para el tratamiento
La principal conclusión del estudio es que las estrategias conservadoras de “reposo absoluto” resultan insuficientes, cuando no contraproducentes. El equipo propone un cambio de paradigma:
-
Incorporar profesionales del ejercicio físico en los equipos clínicos.
-
Evaluar la actividad de forma objetiva, no solo con cuestionarios.
-
Diseñar intervenciones personalizadas que permitan retomar la actividad física de forma segura, adaptativa y beneficiosa.
Como explica el profesor Hugo Olmedillas, coautor del estudio, “programar la vuelta a un estilo de vida activo de manera controlada es clave para que el movimiento deje de ser un riesgo y se convierta en un aliado de la recuperación”.
Una enfermedad devastadora
La anorexia nerviosa es uno de los trastornos de la conducta alimentaria más graves:
-
Es la segunda causa de mortalidad entre las enfermedades mentales.
-
Se concentra sobre todo en mujeres jóvenes entre 15 y 19 años, pero crece en edades más tempranas.
-
Presenta una tasa de recaídas cercana al 50%, lo que dispara los costes sanitarios y sociales.
Este trabajo, enmarcado en el proyecto DiANa, no solo aporta luz sobre cómo se mueven —o no— los pacientes, sino que también abre una vía de esperanza: la de diseñar programas de tratamiento más innovadores, humanos y eficaces.
Un futuro de movimiento consciente
El gran hallazgo de los investigadores asturianos es que el problema no es moverse o no moverse, sino cómo y por qué se mueve el paciente. El reto está en transformar la relación dañina con el cuerpo en una herramienta para recuperar el bienestar.
La anorexia se combate con terapias psicológicas, nutricionales y médicas, pero este estudio recuerda que el movimiento, bien entendido, puede ser parte de la cura.