Avilés, cuatro golpes y un caso abierto: ¿quién mató a Noelia?

Avilés, cuatro golpes y un caso abierto: ¿quién mató a Noelia

Avilés es una ciudad segura en términos estadísticos, pero su crónica negra reciente tiene nombres y fechas que pesan. Entre el 14 de noviembre de 2024 y el 18 de marzo de 2025 median 124 días y dos sacudidas: el asesinato de un hombre sin hogar bajo el puente de Los Canapés y, este marzo, la muerte violenta de Noelia González en La Folleca. Si miramos un poco más atrás, 2019 dejó otros dos casos de extremo impacto: Paloma Barreto, mujer trans hallada sin vida en la calle La Cámara, y Julio Fernández, apaleado a la entrada de un garaje en Llaranes. Cuatro homicidios que, por su crudeza y sus contextos, han moldeado la conversación pública en una ciudad que ronda los 80.000 habitantes y que, pese a todo, sigue bajando en criminalidad.

La Folleca: una noche larga y una detención en Sabugo

Noelia González, peluquera canina, fue hallada el martes 18 de marzo de 2025 en la cocina de su casa de La Folleca, en un charco de sangre y con un fuerte golpe en la cabeza. La víspera por la noche, alrededor de las 22.30, había hablado por teléfono con su madre. “Me contó que había ido al Aquasella y que había sido muy feliz. Me quedo con eso”, resumió la familia, todavía en shock.

El principal sospechoso fue arrestado en la mañana del martes en un bar de Sabugo. Se trata de un camarero de un establecimiento conocido de la ciudad que alquilaba una habitación en la vivienda de Noelia. Según el entorno, había pasado la noche “de taxi en taxi” y llegó a confesar a un conocido que había “pegado a quien no debía” y que acabaría en los calabozos.

El jueves pasó a disposición judicial y quedó en prisión provisional comunicada y sin fianza ante la gravedad de los hechos, el riesgo de fuga y el peligro de destrucción de pruebas. Su defensa, ejercida por Ángela Moral (turno de oficio), ha anunciado que pedirá su libertad. La investigación sigue abierta y deberá fijar móvil, secuencia exacta y pruebas forenses que sostengan la acusación cuando llegue el momento procesal.

Los Canapés (14 de noviembre de 2024): el sintecho querido en Castrillón

El penúltimo capítulo llegó cuatro meses antes. Bajo el puente de Los Canapés apareció el cadáver de un hombre de 67 años, natural de Piedras Blancas, muy conocido y querido en Castrillón. Presentaba graves lesiones por golpes. La Policía detuvo a un sospechoso que ingresó en prisión provisional por homicidio y robo con violencia. Días después, el detenido fue hallado ahorcado en su celda del Centro Penitenciario de Asturias. El caso dejó preguntas de calado sobre prevención del suicidio en prisiones y custodia de internos.

2019: dos sacudidas que no se olvidan

Paloma Barreto, 20 de septiembre de 2019

Paloma Barreto, mujer trans de origen brasileño, fue asesinada en un piso de la calle La Cámara. El autor, Alysson de Luis, también brasileño y pareja sentimental de la víctima, acabó condenado a 15 años de prisión. El caso puso sobre la mesa la vulnerabilidad de las personas trans ante la violencia íntima y el reto de las políticas de protección.

Llaranes (El Cruce), 15 de julio de 2019

Julio Fernández fue molido a palos en la entrada de un garaje de Llaranes. El golpe de gracia lo propinó un menor de edad (L. P. B.), que fue condenado a tres años y medio de internamiento y empezó a cumplir la medida en 2020. El caso evidenció la combinación letal de pandillas, alcohol y violencia grupal.

El caso particular de 2022 (La Carriona): del titular a la letra pequeña

El 22 de diciembre de 2022 se halló el cadáver de una mujer en su casa de La Carriona. Inicialmente, la investigación se trató como homicidio y se detuvo a su pareja; el suceso fue catalogado como crimen machista por cargos públicos y saltó a las estadísticas de violencia de género. La instrucción, sin embargo, rebajó la calificación para juzgar por lesiones en un contexto de malos tratos y el detenido quedó en libertad en mayo de 2023. El episodio ilustra hasta qué punto la letra del sumario —y no el primer titular— determina el encaje penal final.

¿Ciudad tranquila? Sí. ¿Casos que hieren? También.

Avilés no es un territorio especialmente violento. Primer trimestre de 2025: 556 infracciones penales registradas, prácticamente calcadas al mismo periodo de 2024 (551). Los hurtos —el delito más frecuente— caen (de 148 a 109, –26,4%), mientras los ciberdelitos suben con fuerza (+42,2%, 128 denuncias), una tónica que se repite en todo el país. Es decir, el peso estadístico del homicidio es mínimo… pero su capacidad de conmoción es total: condiciona la conversación, dispara la percepción de inseguridad y genera respuestas institucionales que van desde más presencia policial a refuerzos en salud mental y prevención social.

Cuatro heridas y tres lecciones

  1. Las víctimas importan más que el dato. La ciudad puede bajar en criminalidad y, aun así, no anestesiarse ante crímenes que interpelan a colectivos vulnerables: personas trans, personas sin hogar, mujeres.

  2. Los contextos importan. La convivencia precaria (habitaciones alquiladas), la soledad y la marginalidad exigen políticas finas: vivienda, apoyo social, intervención temprana.

  3. El sistema debe aguantar la mirada. Cuando un detenido aparece muerto en una cárcel, toca exigir transparencia y revisar protocolos. Y cuando un caso cambia de calificación, toca explicar por qué: la justicia va con pruebas, no con titulares.

Lo que viene en el caso Noelia

La investigación judicial deberá amarrar el relato probatorio:

  • Cronología exacta de la noche del crimen.

  • Rastros biológicos y de contacto en la vivienda.

  • Movimientos del sospechoso (taxis, pagos, posicionamiento).

  • Móvil (económico, personal, convivencial) y perfil de riesgo.

A partir de ahí, Fiscalía y acusaciones levarán anclas hacia juicio con una pregunta simple y brutal: ¿quién mató a Noelia y cómo lo probamos más allá de toda duda razonable?

Epílogo: memoria y proporción

Avilés no es la ciudad que dibujan cuatro casos aislados, pero tampoco puede olvidarlos. Paloma, Julio, el vecino de Los Canapés y Noelia son más que una estadística: son vidas truncadas que obligan a mirar de frente la violencia donde aparece, a proteger a quienes están en el borde y a contar los hechos con rigor para que la justicia —toda la justicia— haga su parte.

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