El investigado por la muerte de Noelia González en La Folleca (Avilés) permanece en prisión provisional mientras su abogada prepara un movimiento clave: sustituir la celda por controles periódicos. La instrucción avanza entre informes forenses, reconstrucción de horas y un puñado de trayectos nocturnos que pesan como piedras.
La casa baja de La Folleca amanece con un silencio difícil de sostener. En el patio, aún parece escucharse el rumor de la conversación que se corta a eso de las diez y media y deja un hueco que ya no se llena. A partir de ese punto, todo se acelera: un cuerpo hallado en la cocina, sangre, una llamada nerviosa que activa a la Policía y una ciudad que, sin saberlo todavía, va a pasarse el día repasando pasos, ventanas y relojes.
El presunto agresor —inquilino de una de las habitaciones de la vivienda— se desdibuja en la madrugada. Hay taxis que se piden, rutas que se cruzan y un trayecto que termina a primera hora en un bar de Sabugo, donde el círculo se cierra con una detención que deja la imagen más repetida: muñecas engrilletadas y un barrio mirando sin querer mirar. Después, Comisaría. Registro del domicilio. Silencio ante la Policía. Y dos días más tarde, el pasillo frío de los juzgados, la declaración ante la jueza y un auto de prisión provisional que cae con la contundencia de un portazo: comunicada y sin fianza, con una calificación inicial de homicidio que la investigación puede ajustar cuando entren en juego los informes técnicos.
Ahí se congela el caso. O eso parece. Porque en paralelo la defensa pone en marcha su propia maquinaria. La idea es romper el bloqueo: pedir la libertad con medidas menos gravosas que, en la práctica, dibujan un perímetro estrecho alrededor del investigado. El mapa que se baraja tiene los hitos de siempre: comparecencias periódicas en el juzgado, retirada de pasaporte, prohibición de salir del territorio y cualquier otra condición que permita ablandar el riesgo de fuga y el temor a la destrucción de pruebas, los dos argumentos que han justificado la prisión.
La instrucción, mientras tanto, entra en esa fase en la que el tiempo se vuelve quirúrgico. Forenses que leen el cuerpo y fijan horas. Policías que consiguen tickets, cámaras, antenas, escalas exactas. Reconstrucciones que encajan la franja entre la última llamada y la mañana siguiente, cuando el detenido toma café en Sabugo antes de que la patrulla le ponga una mano en el hombro. También la vida alrededor se ordena: el trabajo de camarero en un restaurante conocido, la convivencia alquilada, las idas y venidas de un martes que no termina de ser martes porque todo el mundo sigue colgado en la noche anterior.
Lo que viene ahora es puro procedimiento, pero también es el punto de inflexión. La defensa presentará su escrito y el juzgado deberá sopesar: ¿basta la red de controles para garantizar que el investigado no huirá, no tocará nada, no repetirá conducta? ¿O la prisión sigue siendo el dique necesario mientras el caso gana nitidez? Si la respuesta es no, quedará el recurso a la Audiencia Provincial; si es sí, el investigado saldrá fuera, pero con una correa judicial corta y tirante.
La historia, por cruda, se cuenta sola: una vivienda compartida en un borde de ciudad; una discusión que se presume intensa y una muerte a golpes y puñaladas que nadie esperaba; una noche larga que se mide en taxis; una detención al amanecer; una instrucción que avanza con pasos cortos pero firmes; y, ahora, una estrategia de defensa que intenta cambiar el guion sin romper la tensión del relato. Por debajo de todo, un barrio que aprende de golpe lo frágiles que son esas rutinas que damos por hechas: abrir la puerta, volver a casa, hablar por teléfono, colgar, apagar la luz.
En los próximos días, el expediente respirará al ritmo de los papeles: informes que llegan, diligencias que se cierran, un calendario que marca fechas con tinta seria. No habrá grandes titulares hasta que algo ceda: o la prisión se mantiene, o la libertad vigilada entra en escena. En cualquiera de los dos caminos, La Folleca seguirá siendo el escenario al que todos miran, ese patio convertido en símbolo, esa cocina que ya forma parte de la memoria negra de Avilés.
Claves del caso (para no perderte)
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Situación actual. Investigado en prisión provisional por un presunto homicidio.
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Movimiento de la defensa. Libertad con comparecencias, pasaporte retirado y limitación de movimientos.
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Lo que pesa. Riesgo de fuga y posible destrucción de pruebas.
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Cronología corta. Noche del lunes (≈22:30) → hallazgo del cuerpo → madrugada de taxis → detención en Sabugo el martes → ingreso en prisión el jueves.
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Qué falta. Informes forenses y reconstrucción fina de tiempos para asentar la calificación penal.