El atardecer que engancha en Cudillero: así es El Nordés del Silencio, el chiringuito que mira de frente a la Playa del Silencio

El atardecer que engancha en Cudillero: así es El Nordés del Silencio, el chiringuito que mira de frente a la Playa del Silencio

Abre en temporada de 17:00 a 23:00, sirve hot dogs con personalidad, sidra bien fría y pone música en directo mientras el Cantábrico apaga el día. Se llega en coche hasta las praderas habilitadas y luego a pie. Mejor con tiempo (y chaqueta fina).

 

A última hora de la tarde, cuando el sol empieza a rendirse por detrás de los acantilados, la costa de Novellana cambia de ritmo. Los coches aparcan en las campas, las mochilas echan por fuera una sudadera “por si refresca” y un goteo de gente toma el sendero que muerde la ladera. Al final del camino, un prao abierto al Cantábrico: mesas sencillas, público tranquilo, cámaras preparadas y, presidiendo la escena, El Nordés del Silencio, un chiringuito de temporada con una idea muy clara: dar de comer y beber sin estorbar el paisaje.

No es un chiringuito al uso de arena y sombrilla. Aquí la playa —la del Silencio, mítica, de cantos rodados— queda abajo, en modo postal; arriba se organiza la vida: bandejas, culinos de sidra y una carta corta que no necesita gritar para llamar la atención. El reclamo son perritos calientes a precio único (7 €) y con personalidad de autor: un “Korea” con guiño a la salsa kimchi y katsuobushi; un “Gavieru” con satay y sésamo; un “Mariachi” con toque de sriracha mango y crujiente de nachos; y el Trufado, probablemente el que más sale, con salsa de trufa y cebolla crujiente. Para picar, conservas ecológicas (mejillones y zamburiñas, 9,50 €). Para beber, sidra, refrescos y algún cóctel sencillo. La lógica es de romería moderna: producto honesto, cero complicación y la vista haciendo el resto.

A esas horas el viento corre limpio entre acantilados y helechos. La gente elige mesa como quien planta su toalla en un prado: una pareja con manta fina, un grupo de amigos que enciende la conversación como si estuviera naciendo el verano, familias que han calculado bien la maratón de playa + merienda-cena. No hay carreras; hay una liturgia discreta: pedir, buscar hueco, probar el perrito, levantar la vista. El horizonte manda.

Cuando se enciende la música, el lugar se afina. No es un festival ni pretende serlo: son directos al atardecer, formatos acústicos que acompañan sin tapar el rumor del mar. Por el pequeño escenario han pasado nombres como Situasound o Elena Játiva, y la programación va cambiando a lo largo del verano. La banda toca; los móviles guardan el ansia; el sol, con disciplina de relojero, baña de naranja el corte de la costa. Nadie necesita que le expliquen por qué este atardecer se ha convertido en plan de culto en el occidente asturiano.

La logística tiene su aquel y conviene saberlo: se llega en coche hasta zonas de aparcamiento habilitadas (en temporada alta, mejor con margen) y después hay un paseo a pie por pistas y praderas. Calzado cómodo; si luego bajas a la playa, recuerda que no es de arena fina. Arriba, el chiringuito abre en temporada estival y con horario vespertino (de 17:00 a 23:00, sujeto a meteo y agenda). Lo normal: si pinta norte serio, revisa redes; si hace bueno, vete antes de la puesta para pillar sitio y respirar la calma previa.

El mérito de El Nordés está en no estorbar. Ha entendido que el protagonista es el paisaje y que su papel es mejorar la experiencia sin robar foco: comida sencilla pero cuidada, sidra bien tirada, sonido ajustado y orden en la pradera. Aquí no hay postureo que valga; sí hay rituales pequeños que hacen grande la tarde: compartir bandeja, pasar el vaso, comentar la luz, guardar silencio un minuto cuando el sol toca línea y el Cantábrico se queda en un azul oscuro casi teatral.

Si vienes con mentalidad de chiringuito estándar, te sorprenderá el formato merendero; si vienes buscando esa mezcla de naturaleza + bocado + música, entenderás por qué tantos lo recomiendan como “ese sitio” al que volver cada verano. No es para prisas ni para checklists: es para quedarse un rato largo, dejar que la brisa haga de editor y bajar por la noche con la sensación de haber visto un clásico que no necesita marketing.

Guía rápida (para que te cunda la visita)

  • Dónde. El Nordés del Silencio, Novellana (Cudillero).

  • Cuándo. Verano, de 17:00 a 23:00 (revisa redes si el día pinta raro).

  • Qué hay. Hot dogs de autor (7 €), conservas (9,50 €), sidra y música en directo en días señalados.

  • Cómo llegar. Coche + paseo corto por praderas. Llega con tiempo en temporada alta.

  • Truco local. Chaqueta fina para el anochecer y zapatillas si vas a bajar a la playa (cantos rodados).

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