El sol del Cantábrico se filtraba con dulzura entre las callejuelas empedradas de Lastres cuando, sin previo aviso para la mayoría, uno de los artistas más grandes de la música latina se sentó a la mesa de uno de los templos gastronómicos de Asturias. Juan Luis Guerra, el maestro del merengue, la bachata y la poesía, eligió Casa Eutimio para almorzar en su reciente paso por la región, y el impacto de su visita aún resuena entre los muros del restaurante.
Una recomendación con acento caribeño
“No lo esperábamos”, cuenta María Busta, al frente del restaurante e hija de los fundadores. La visita del artista fue fruto de una sugerencia personal: uno de los miembros del equipo de Juan Luis Guerra había comido allí la noche anterior y quedó tan impresionado que no dudó en recomendar el lugar al cantante. “Quería que lo disfrutara porque sabía que le iba a gustar mucho”, recuerda María. Así fue cómo, casi de un día para otro, se organizó la reserva de una mesa numerosa que llenaría de música y emoción el salón.
Un festín asturiano con acento dominicano
“Comieron de todo”, dice con una sonrisa. Juan Luis Guerra y su equipo se entregaron a los sabores de Asturias: probaron el bonito del norte, en plena temporada, varios arroces —desde secos hasta caldosos, con bogavante incluido—, y por supuesto, no faltó el emblemático cachopo. La mesa, grande y diversa, compartía platos y sensaciones, en una comida que mezclaba tradición, generosidad y sabor.
Un momento íntimo que fue más allá de la música
Aunque María no pudo conversar demasiado con él —“el servicio estaba a tope y apenas pude salir a saludarle”—, sí destaca la emoción de un instante muy especial: el encuentro entre el artista y una de sus camareras, de origen dominicano. “Para ella fue un momento muy especial”, relata. “No era solo admiración por una figura pública, era algo más profundo, algo que conectaba con sus raíces”. La conversación entre ambos, breve pero sincera, alcanzó un nivel de cercanía que pocas veces se da entre un ídolo y quien, por unos minutos, vuelve a sentirse como en casa.
Eutimio, un lugar con historia y corazón
Lo que vivió Juan Luis Guerra no fue solo una comida: fue entrar en una casa con alma. Porque Casa Eutimio no es un restaurante cualquiera. Fundado en 1960 por los padres de María, es un negocio familiar profundamente ligado a la tradición local, pero también abierto a la evolución y a la innovación respetuosa. “Nos mueve el compromiso con el entorno, con el producto local, con la pesca, la huerta, los quesos”, explica. Todo gira en torno a la identidad del lugar: “El paisaje, el paisanaje, lo que comemos… todo eso nos representa”.
A María se le ilumina la voz cuando habla de queso: “Soy una enamorada del queso, está en todo el territorio, y aquí hay un desarrollo impresionante”. Pero también habla con la misma pasión de las guisanderas, de esa cocina que conserva los sabores y las costumbres de siempre, “porque a través de la comida también se cuenta la historia de un pueblo”.
El alma del negocio: una familia, una historia
Hablar de Casa Eutimio es hablar de un linaje que ha sabido mantener viva la llama de la hospitalidad. María Busta lo explica con la serenidad de quien ha crecido entre fogones, bandejas y sonrisas auténticas. “Nuestros padres comenzaron con un proyecto de familia. Nosotros crecimos aquí, nos criamos aquí. El negocio cumplió su función: darnos una vida, permitirnos estudiar… y ahora seguimos, pero conservando esa esencia”.
Esa esencia, dice, se resume en una idea sencilla pero poderosa: “Que el cliente se sienta como en casa”. Una sonrisa, un gesto de atención, una comida que reconforta. En un mundo cada vez más veloz y despersonalizado, Casa Eutimio es una isla de calidez, donde el trato humano sigue siendo el eje de todo. “Nos olvidamos de esa cercanía, de hacer sentir bien al otro. Y aquí eso es fundamental”.
El relevo generacional: pasión, cocina y aprendizaje
El tránsito de María hacia la dirección del restaurante no fue premeditado. Como tantos hijos de negocios familiares, se vio “envuelta sin darse cuenta” en una tarea que la acabó enamorando. Aunque en sus inicios su vocación estaba más orientada a la sala, finalmente decidió tomar las riendas de la cocina cuando se produjo el relevo generacional. Su hermano se quedó al frente de la sala y ella, entre cazuelas y aromas, encontró su sitio.
“No hay mejor escuela que equivocarte”, dice. “Aprendes mucho más cuando tienes que vivirlo todo, poner mucho de ti en un proyecto, y hacerlo con gusto”. La recompensa, afirma, es ver cómo ese esfuerzo da frutos sin perder el alma de lo que fueron sus comienzos.
Conservas artesanas: la alquimia de la tradición
Uno de los aspectos más singulares del proyecto es su línea de conservas artesanas, un universo de sabores cuidadosamente elaborados que reflejan el espíritu de Eutimio incluso fuera del restaurante. Esta aventura comenzó con los patés de sus padres, pero pronto se convirtió en una búsqueda más ambiciosa: recuperar el alma conservera de Lastres y reinventarla con productos locales tratados con mimo.
“Todo gira en torno al producto”, explica María. “No estandarizamos procesos. Nos adaptamos a la temporalidad, a las condiciones del género, a cada detalle del tratamiento térmico”. Las conservas de Casa Eutimio se hacen con una dedicación que se nota en cada paso: desde la elección del producto hasta el etiquetado a mano, pasando por la limpieza meticulosa de los tarros. “No es solo cocinar. Es cuidar, respetar, interpretar lo que ese producto necesita”.
Hay conservas de merluza —sí, merluza—, de charda en escabeche, de calamares en su tinta. Todas ellas llevan consigo una historia: la del barco que trajo el pescado, la conversación con el marinero, el lote pequeño que se trabaja casi como si fuera un tesoro.
¿Cuál es el producto estrella? La pregunta imposible
A María le cuesta elegir. “¿Una estrella? ¡Imposible!”. Cada producto tiene su identidad, su proceso, su cariño. Pero hay nombres que sobresalen: las anchoas, de larga curación (cuatro a cinco años), limpias a mano con pinza y espinadas una a una; el bonito del norte, siempre fresco y trabajado en lotes pequeños; y luego están los postres: el flan, el flan de queso, el tocinillo de cielo, tratados con tanto mimo que no necesitan aditivos ni refrigeración. “Haber conseguido eso a base de pequeños ajustes en la receta es un orgullo enorme”.
Una despensa con alma asturiana que viaja por España
La calidad de las conservas de Casa Eutimio no solo se disfruta en Lastres. Cada tarro es una extensión del restaurante, una embajada de su cocina que llega a despensas de todo el país. “Están disponibles en tiendas especializadas, también online o incluso llamándonos directamente”, explica María. Entre sus puntos de distribución destacan lugares tan emblemáticos como El Corte Inglés —donde se venden las cocochas, calamares, merluza y xarda en escabeche— o tiendas gourmet como La Boulette, en el Mercado de la Paz de Madrid, y espacios dedicados al producto asturiano en la Cebada.
El equipo cuida cada referencia como si fuera única, sabiendo que un cliente puede abrir un bote de calamares y sentir el sabor de la costa asturiana desde cualquier punto de España. “No queremos crecer por crecer. Queremos mantener esa línea de producción pequeña, fiel, cuidada, con todo el cariño”, afirma.
Personajes ilustres, recuerdos imborrables
La visita de Juan Luis Guerra no ha sido la única que ha dejado huella. Casa Eutimio, con más de seis décadas de historia, ha sido parada y fonda de personajes relevantes del arte, la cultura y la música. “Mis padres tienen muchos más recuerdos, claro, porque vivieron otras épocas”, dice María. “Mi padre siempre habla de Víctor Manuel cuando iba con su abuelo, siendo aún niño, cantando por los pueblos. Lo recuerda con un cariño enorme”.
También han pasado por allí figuras como la Baronesa Thyssen, que se alojó en varias ocasiones en el hotel, o la mediática Lydia Dozano, que descubrió el restaurante durante un rodaje y volvió después con amigos y familia. “Eso es lo que más nos emociona, cuando vuelven. Ya no como personajes públicos, sino como personas que se sintieron bien acogidas y quieren repetir”.
Una cocina que cuenta quiénes somos
En cada plato de Casa Eutimio hay historia. Hay paisaje. Hay memoria. María Busta no lo dice con grandilocuencia, pero se intuye en cada una de sus palabras: la cocina no es solo una profesión, es un lenguaje. “Lo que comemos nos representa. Queremos seguir hablando de nuestra cultura a través de la gastronomía, sin perder de vista la tradición, pero sin quedarnos quietos. Saber cuál es nuestro sitio y cómo cuidarlo. Honrar la trayectoria de quienes nos trajeron hasta aquí”.
Esa combinación de respeto por el pasado y sensibilidad para innovar es lo que hace de Casa Eutimio un lugar tan especial. No se trata solo de un restaurante, ni siquiera solo de un negocio familiar con hotel y conservera. Se trata de un proyecto de vida. Uno donde las raíces y el futuro dialogan cada día en la cocina, en la sala, en cada conversación con el cliente.
En Lastres, entre el mar y las montañas, hay un lugar donde la tradición se convierte en experiencia y la hospitalidad en memoria. Casa Eutimio no solo da de comer: alimenta el alma.