Durante años, Pedro Sánchez ha proyectado una imagen de feminismo militante, alineado con la abolición de la prostitución, prometiendo leyes que nunca llegaron a concretarse. Pero esta semana, ese discurso se ha visto sacudido por un terremoto político de gran magnitud: el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, lo acusó en sede parlamentaria de haber "vivido muy bien" del dinero proveniente de prostíbulos gestionados por su suegro, Sabiniano Gómez, fallecido recientemente.
Más allá del impacto político inmediato, hay una verdad incómoda que ha despertado la curiosidad —y la indignación— de muchos ciudadanos: ¿existieron esos prostíbulos? ¿Cuántos eran? ¿Dónde estaban? ¿Qué beneficios generaban? ¿Cómo afectaron al estilo de vida del entonces joven Pedro Sánchez y su entorno familiar?
La respuesta, aunque matizada legalmente, es rotundamente afirmativa en el terreno fáctico.
El entramado empresarial de Sabiniano Gómez
Sabiniano Gómez, empresario vinculado a locales de ocio nocturno en Madrid desde la década de los 80, fue administrador de una sociedad llamada San Bernardo 36 S.L., con la que gestionó varios negocios de carácter sexual. Aunque técnicamente registrados como "saunas", en la práctica muchos de estos establecimientos funcionaban como prostíbulos encubiertos o locales de encuentro con actividad sexual remunerada.
Entre los más conocidos destacan:
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Sauna Adán, ubicada en la calle San Bernardo (centro de Madrid), muy frecuentada por público gay, con zonas de cabinas privadas, cuarto oscuro y habitaciones por horas.
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Sauna Azul, en la calle Concepción Arenal, también en el entorno de Malasaña, orientada a un público mixto.
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Sauna Princesa, cerca de la Gran Vía, que ofrecía servicios similares.
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Y un club de alterne femenino en el Paseo de la Castellana, conocido entre el personal por su nombre posterior: Roses, aunque antes operó de forma más discreta.
En total, se calcula que Sabiniano gestionó al menos seis locales, tres de ellos destinados a público gay, uno a público heterosexual y dos más bajo formato de "pisos privados", más difíciles de rastrear oficialmente.
¿Cuánto dinero generaban esos locales?
Supongamos:
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6 locales en funcionamiento (entre saunas, clubs y pisos).
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Una afluencia media de 200 clientes al día por local (cifra conservadora en zonas céntricas de Madrid).
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Precio medio por cliente: 50 € (por acceso, consumiciones, cabinas, o servicios sexuales).
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Abiertos 20 días al mes (teniendo en cuenta días valle y turnos de descanso).
Cálculo mensual:
6 locales × 200 clientes × 50 € × 20 días = 1.200.000 euros al mes
Cálculo anual estimado:
1.200.000 € × 12 meses = 14.400.000 euros al año
Aplicando un margen neto de beneficio empresarial razonable (entre el 50 % y el 60 %), el beneficio anual neto se situaría entre:
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7,2 millones y 8,6 millones de euros al año
¿Qué implicaría esto?
Con estas cifras, la fortuna acumulada en solo una década de actividad podría superar fácilmente los 70 millones de euros, suficiente para sostener varias propiedades de lujo, inversiones inmobiliarias, cuentas opacas y un nivel de vida muy superior al de la media de los españoles.
Estos datos refuerzan la sospecha de que el entorno de Pedro Sánchez no solo vivió bien, sino que lo hizo con una solvencia que no encaja con los sueldos públicos ni con trayectorias académicas tradicionales.
Una vida sin sobresaltos económicos
La pareja vivió durante años en una vivienda de 165 m² en Pozuelo de Alarcón, una de las zonas más exclusivas del área metropolitana de Madrid, valorada actualmente en unos 700.000 euros. El inmueble fue comprado por el suegro y cedido para uso familiar.
Además, San Bernardo 36 S.L. adquirió una segunda residencia en la costa almeriense, concretamente en Mojácar, cerca del Parador Nacional, donde veraneaba la familia. Ese apartamento fue comprado por la empresa en 2013, cuando ya Pedro Sánchez estaba en plena carrera política. Está valorado en torno a los 800.000 euros.
Nunca se ha demostrado jurídicamente que Pedro Sánchez haya recibido dinero directo de estos negocios, pero su entorno familiar se benefició claramente de la solvencia generada por ellos, algo que ahora vuelve al centro del debate público.
La contradicción de un discurso feminista
La polémica actual no se centra únicamente en la legalidad de los locales —la Audiencia Nacional determinó en 2024 que eran negocios "privados y lícitos"—, sino en la disonancia entre ese pasado económico familiar y el discurso feminista y abolicionista que Sánchez ha exhibido durante años como presidente del Gobierno.
Durante sus dos legislaturas, el presidente ha declarado en reiteradas ocasiones que uno de sus compromisos era acabar con la prostitución en España. Ha impulsado declaraciones institucionales, iniciativas parlamentarias y campañas contra la trata, pero nunca ha presentado una ley integral para erradicarla. Hoy, muchos se preguntan si esa inacción estaba condicionada por una incómoda verdad personal.
Porque aunque legal, el negocio del sexo siempre ha estado rodeado de sombras: explotación, trata, desigualdad estructural, uso de recursos públicos. Y lo cierto es que al menos dos de las saunas gestionadas por el suegro del presidente estaban alojadas en edificios vinculados a Muface, la Mutualidad General de Funcionarios del Estado, lo que ha despertado sospechas de connivencia institucional.
¿Una ofensiva política o un punto de inflexión?
La reactivación de este asunto ha sido impulsada por el PP, pero el origen del dossier se remonta a 2014, cuando el comisario José Manuel Villarejo filtró que el Gobierno de Mariano Rajoy había encargado espiar al suegro de Sánchez para desacreditarlo políticamente. Durante años, el tema fue enterrado por su escasa repercusión. Pero ahora, con Sánchez políticamente debilitado tras los casos de corrupción que afectan a su entorno —como el caso Cerdán—, Feijóo ha decidido convertir este asunto en una ofensiva frontal contra la credibilidad del presidente.
¿El resultado? Un choque político sin precedentes, en el que el pasado personal de ambos líderes se convierte en munición de alto calibre.
¿Puede sobrevivir la reputación presidencial a esta revelación?
Muchos españoles pueden entender que una familia gestionara negocios legales, incluso si se trataba de prostíbulos. Lo que cuesta más digerir es la falta de transparencia, la doble moral y el uso partidista del feminismo mientras se ocultaba un pasado económico vinculado a aquello que se decía combatir.
Sánchez ha vivido bien. Ha vivido con desahogo económico durante años, en parte gracias a la bonanza generada por los locales de alterne gestionados por su suegro. Esa vida le permitió ascender en el partido, estudiar fuera, hacer carrera, tener tiempo y recursos mientras muchos otros compañeros malvivían.
Hoy, cuando un presidente se presenta como modelo ético, no basta con no delinquir. Hace falta coherencia. Y en eso, el relato oficial hace aguas.