Asturias necesita 4.000 camareros cualificados y nadie acude: el verano turístico amenaza con colapsar la hostelería

Asturias necesita 4.000 camareros cualificados y nadie acude: el verano turístico amenaza con colapsar la hostelería

La región vive un ‘boom’ sin precedentes, pero el sector no encuentra manos suficientes para servir menús, tirar cañas o atender terrazas. O se actúa con rapidez o Asturias podría morir de éxito.

 

Asturias rebosa turistas, reservas y optimismo. Hoteles llenos desde Llanes hasta Cudillero, sidrerías abarrotadas en Gijón, apartamentos rurales completos en el suroccidente. Pero tras la postal perfecta se esconde un dato inquietante: la hostelería asturiana no tiene quién la atienda. Se calcula que este verano faltan al menos 4.000 personas cualificadas para cubrir los puestos que exige el crecimiento del sector. Y el número podría ser mayor si se cuentan refuerzos estacionales, bajas y ampliaciones de plantilla.

Mientras los visitantes llegan con ganas de disfrutar del paraíso natural, muchos establecimientos empiezan a reducir mesas, cerrar turnos o rechazar reservas por pura imposibilidad de atender la demanda.

Una tormenta perfecta

El problema no es nuevo, pero este año ha estallado con una fuerza que alarma al sector. Asturias vive una de sus temporadas turísticas más intensas, impulsada por su imagen de destino seguro, verde y gastronómico. Sin embargo, la realidad diaria muestra una tormenta perfecta: hay oferta, hay clientes, pero no hay manos formadas para atenderlos.

La patronal OTEA ha advertido que podría absorber hasta 4.000 desempleados si tuvieran la formación adecuada. La paradoja es cruel: hay parados, hay empleos, pero no hay encaje. En muchos casos, se trata de puestos que requieren habilidades muy concretas (idiomas, experiencia de sala, formación técnica), o de jornadas y condiciones que resultan poco atractivas para las nuevas generaciones.

¿Quién quiere ser camarero?

Los motivos del vacío son múltiples. El principal: la percepción social. Muchos jóvenes rechazan el sector por sueldos bajos, contratos precarios o condiciones duras. Las estadísticas lo confirman: más del 40 % del personal en hostelería no supera la educación obligatoria, y el 95 % considera que su esfuerzo no está bien remunerado. El resultado: alta rotación, poca estabilidad y escasa atracción para nuevos perfiles.

En paralelo, la digitalización del turismo ha subido el nivel de exigencia, obligando a restaurantes y hoteles a competir por personal con formación, idiomas y competencias tecnológicas. En zonas rurales o pequeñas villas, directamente no hay relevo generacional: bares que cierran porque “ya no hay nadie que quiera cogerlo”.

Algunos bares ya bajan la persiana antes del postre

El impacto es real. En varios concejos costeros, hay sidrerías que cierran un día adicional por semana, no por descanso, sino porque no tienen suficiente personal para abrir. En el interior, restaurantes que antes llenaban a diario ahora limitan sus reservas “para no perder la calidad del servicio”. Los turistas lo notan: más esperas, menos menús disponibles, o imposibilidad de encontrar mesa en fin de semana.

Incluso en Gijón, epicentro del turismo urbano asturiano, hay negocios que han frenado ampliaciones previstas o cancelado turnos de tarde por falta de camareros. El problema ya no es la previsión, sino el presente.

¿Soluciones? Sí, pero hay que correr

El sector no se queda de brazos cruzados. La patronal ha ofrecido un compromiso claro: si se activan programas de formación específicos, está dispuesta a contratar directamente a los parados que los superen. El objetivo no es solo llenar vacantes, sino crear una cantera profesional para un sector que se ha vuelto estratégico.

También se estudian otras medidas: contratos más estables, incentivos para trabajar fines de semana, campañas de atracción de talento desde otras comunidades o incluso desde el extranjero. Algunas empresas ya aplican bonificaciones por turno extra, alojamiento incluido o ayudas al transporte. La idea es convertir la hostelería en un destino laboral atractivo, no solo una salida rápida.

Además, sindicatos, centros de formación y responsables turísticos plantean una respuesta coordinada que una a administraciones, empresas y escuelas para diseñar itinerarios formativos exprés, especialmente en zonas críticas como la costa oriental, los Picos o el centro urbano.

¿Y si no se hace nada?

El riesgo está claro. Si la demanda supera con creces la capacidad del sector, la experiencia turística se resentirá. Y Asturias no puede permitirse decepcionar justo cuando más brilla. “Morir de éxito” no es una metáfora: es lo que puede pasar si los visitantes encuentran una región desbordada, con terrazas cerradas, menús incompletos y servicios bajo mínimos. La reputación, en turismo, es frágil. Y la fidelidad, volátil.

El reto es evidente: profesionalizar la hostelería sin perder su esencia, atraer talento sin precarizarlo y garantizar que quien visita Asturias, repita. Porque de eso depende buena parte del presente y del futuro económico de la región.

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