Herramientas sustraídas, ventanillas reventadas y detenidos reincidentes que vuelven a las calles en pocas horas. Una oleada de robos en el interior de vehículos siembra inquietud en los barrios de Avilés mientras vecinos y policía denuncian una escalada silenciosa de delitos menores.
Los cristales rotos al amanecer. Las furgonetas abiertas con una ganzúa rudimentaria. Las mochilas sustraídas en apenas segundos. Avilés, ciudad de industria, de arte y de historia obrera, sufre en silencio una oleada de robos en el interior de vehículos que lleva meses gestándose, noche tras noche, en las esquinas mal iluminadas de sus barrios.
Aunque no figura entre los delitos que más titulares provocan, el robo con fuerza en el interior de vehículos ha repuntado más de un 18% en lo que va de 2025, según datos internos del Ministerio del Interior consultados por este medio. En Avilés, el fenómeno adopta una forma específica: pequeños hurtos en coches y furgonetas aparcados en la calle, ejecutados por delincuentes locales que conocen cada rincón de la ciudad.
Uno de los últimos casos ocurrió este mismo sábado. Un vecino de la avenida San Agustín sorprendía a un hombre forzando su furgoneta con una destreza que revelaba no solo experiencia, sino impunidad. La Policía Local lo identificó como multirreincidente, con antecedentes por robos similares. Apenas 72 horas antes, otra vecina de La Magdalena relataba en redes sociales cómo su coche apareció con la cerradura forzada y la guantera vacía. Nada nuevo. Nadie detenido.
Radiografía de una oleada sin nombre
Desde abril, se han contabilizado al menos doce denuncias formales por robos en vehículos, aunque los cuerpos de seguridad admiten que podría haber el doble o el triple de casos no denunciados. Las zonas más afectadas: El Quirinal, La Magdalena, San Agustín y el entorno de Versalles. Calles con vida diurna, pero que por la noche se transforman en terrenos propicios para el sigilo delictivo.
“Esto no es una banda organizada llegada de fuera. Son vecinos, conocidos, reincidentes que salen por la noche a buscar lo que haya. Mochilas, herramientas, una cartera, un altavoz... lo que sea que puedan cambiar rápido por algo de dinero”, explica un agente de la Policía Nacional destinado en Avilés. “El problema es que entran por la puerta de atrás y salen por la de delante. La reincidencia es continua y la sensación de impunidad, absoluta.”
Vecinos en alerta: miedo, rabia y patrullas improvisadas
En la calle Jovellanos, algunos residentes se han organizado en grupos de WhatsApp para compartir alertas en tiempo real. “No somos justicieros, pero tampoco podemos estar cruzados de brazos”, dice una vecina que prefiere no dar su nombre. “Hace dos semanas nos entraron a dos coches en la misma noche. Llamamos a la Policía, pero ya era tarde. Y lo peor es que al día siguiente vimos al mismo tío merodeando por el parque.”
El hartazgo ha llevado a varias comunidades de vecinos a exigir al Ayuntamiento más iluminación en zonas conflictivas y la instalación de cámaras de vigilancia. Desde el consistorio avilesino se afirma que “se están valorando actuaciones específicas”, pero por el momento no se han concretado medidas adicionales.
Un sistema que no da abasto
Los cuerpos policiales reconocen que los medios son limitados y que no siempre pueden reaccionar con inmediatez. “Sabemos que muchos robos son obra de los mismos, pero sin pruebas suficientes o sin denuncia no se puede actuar”, lamenta otro agente.
Y es que la mayoría de estos hurtos no superan los 400 euros, lo que los convierte en delitos leves sin consecuencias penales serias para los autores. Si a eso se suma la escasez de vigilancia nocturna, la receta para la repetición está servida.
Lo que se roba… y lo que se pierde
Más allá de los objetos sustraídos —móviles, herramientas, gafas de sol, documentos—, la verdadera pérdida es la sensación de seguridad. “Ya no dejo nada en el coche. Nada. Y aún así bajo cada mañana con el miedo en el cuerpo”, confiesa Mario, repartidor autónomo, víctima de un robo en su furgoneta hace tres semanas.
En su caso, le llevaron más de 800 euros en herramientas. Presentó denuncia, por supuesto, pero no volvió a saber nada del asunto. “¿Qué me dijeron en comisaría? Que tuviera más cuidado y que no deje nada a la vista. Como si no lo supiera.”
Puede que no se trate de crímenes espectaculares. Puede que no haya violencia ni persecuciones de película. Pero la oleada de robos en vehículos en Avilés refleja un problema más profundo: un modelo de seguridad saturado, una justicia desbordada y una ciudadanía que empieza a asumir que está sola.
El tablero de la pequeña delincuencia se mueve en la sombra. Y mientras no se aborde desde una estrategia más integral, con medios, prevención y respuesta real, la sensación de inseguridad seguirá creciendo en silencio, cristal a cristal, puerta a puerta, noche tras noche.