Ganó 154.000 €, lo puso a nombre de su novio para no perder una ayuda, él murió, su suegra heredó el dinero... y cuatro años después, la justicia le devuelve hasta el último céntimo (con intereses)
Lo que parecía una bendición del azar terminó convirtiéndose en una espiral absurda de tragedias, decisiones arriesgadas, herencias cruzadas y una batalla judicial que bien podría inspirar una miniserie. Marina —nombre ficticio, historia real— es una mujer dominicana residente en Oviedo desde hace décadas que ganó 154.073 euros en el Euromillones del 16 de abril de 2021, y que tras una serie de decisiones y fatalidades, vio cómo el dinero acababa en manos de su suegra. Ahora, cuatro años después, un juez ha ordenado que se lo devuelvan hasta el último euro, con intereses y costas.
Y lo más increíble de todo: ella misma lo puso a nombre del novio fallecido para no perder una ayuda social.
Un golpe de suerte con letra pequeña
El boleto se vendió en la administración de Loterías “Nuestra Señora del Acebo”, en Saturnino Fresno, número 2, entre Pumarín y El Milán. Como hacía cada semana, Marina se acercó al mostrador, compró su boleto del Euromillones y confió en sus números. El resultado: cinco aciertos y una estrella. Un premio redondo de 154.073 euros que, tras pasar por Hacienda, se quedó en 131.259 euros netos.
Hasta aquí, todo normal. El problema llegó cuando Marina decidió no ingresar el dinero a su nombre, ya que temía que ese ingreso le hiciera perder una prestación social que recibía por bajos ingresos. Así que, entre nervios y miedo a hacer algo “mal”, pidió ayuda. ¿A quién? A su pareja de toda la vida, Yadiel, con quien llevaba casi treinta años de relación. Él abrió una cuenta a su nombre, y allí fueron a parar los fondos, con Marina como autorizada. Ella, contenta, empezó a mirar pisos para comprar en la zona de la Argañosa.
Lo que no podía imaginar es que el destino aún tenía dos giros más reservados.
Muerte súbita… y herencia inesperada
Meses después de ingresar el premio, Yadiel falleció repentinamente. Sin testamento ni descendencia, la heredera legal fue su madre, Jael, la suegra de Marina, con la que nunca tuvo una buena relación. El saldo en ese momento era de 92.798 euros. Marina, que había comprado el boleto, cobrado el premio, gestionado todo… se quedó sin pareja y sin dinero.
Jael no solo no devolvió nada, sino que se negó incluso a dialogar con su exnuera. Se aferró a la literalidad: la cuenta estaba a nombre de su hijo fallecido, luego el dinero era suyo. Así de sencillo. O así de cruel.
La Justicia entra en escena… y la lotera también
Marina, destrozada, decidió acudir a los tribunales. ¿Su baza clave? La testigo más improbable pero más fiable del caso: la lotera. La titular de la administración declaró ante el juez que fue Marina quien compró el boleto, que era una clienta habitual, y que incluso ella misma le ayudó a comprobar el premio y le explicó cómo cobrarlo.
No fue la única. Una amiga íntima, la casera y el director del banco también declararon a favor de Marina. Uno de ellos incluso relató que vio cómo Marina sacó el boleto premiado del sujetador. No es broma. Lo dijo tal cual en sede judicial.
El Juzgado de Primera Instancia dio la razón a Marina. Pero Jael, la suegra, apeló. El caso escaló hasta la Audiencia Provincial de Oviedo, que volvió a fallar a favor de Marina, afirmando que la prueba era “abrumadora, coherente y concluyente”, y que la versión de la suegra era, en el mejor de los casos, inconsistente.
¿Por qué no influyó la ayuda social?
La clave legal estuvo en que el tribunal no quiso entrar a valorar si Marina actuó mal al ingresar el dinero a nombre de su pareja para no perder una ayuda pública. Ese debate no tocaba en este procedimiento. Lo único relevante era probar quién era la verdadera dueña del dinero. Y eso, con la declaración de la lotera y los testigos, quedó fuera de toda duda.
El resultado: Jael tendrá que devolver los 92.798 euros, sumar los intereses devengados desde 2021 y pagar las costas judiciales de todos estos años.
Dinero, muerte, burocracia y supervivencia
Ahora, Marina dice que todo esto “no compensa lo que ha vivido”. No solo perdió a su pareja y a su dinero, sino también la paz. Durante estos años ha sufrido problemas de salud y ha tenido que aplazar indefinidamente el sueño de comprar una vivienda. Se quedó sola, sin ayuda pública, sin pareja y con un proceso judicial que casi la hunde.
Solo ahora empieza a ver la luz. Aunque, como reconocen desde su entorno, “lo único que quiere es que la vida deje de darle sustos”.