Ni el whisky, ni el champán: fue la sidra la que quebró la abstinencia saudí

Ni el whisky, ni el champán: fue la sidra la que quebró la abstinencia saudí

Arabia Saudí rompe con siglos de prohibición islámica y autoriza la venta de alcohol en espacios controlados. Entre las bebidas elegidas para la apertura histórica figura la sidra, que podría convertirse en embajadora inesperada del cambio cultural en el reino más hermético del mundo.

 

Hay símbolos que no se derriban con discursos, sino con burbujas.
Durante décadas, Arabia Saudí ha mantenido una de las posturas más estrictas del mundo respecto al consumo de alcohol, con una prohibición férrea anclada en la doctrina wahabita del islam. Pero algo ha cambiado. Y no ha sido por el champán francés ni por los licores escoceses: ha sido la sidra la que se ha colado en el listado oficial de bebidas autorizadas a partir de 2026.

Sí, la sidra. Esa bebida fermentada de manzana, ancestral y humilde, con alma festiva y corazón asturiano.

La decisión saudí, recogida por publicaciones especializadas como Wine Intelligence, forma parte del ambicioso programa nacional Visión 2030, con el que el reino busca modernizar su economía, reducir la dependencia del petróleo y abrirse al turismo internacional. La liberalización parcial del consumo de alcohol es una de las medidas más simbólicas y delicadas del plan.

Pero el hecho de que entre las primeras bebidas legalizadas esté la sidra ha levantado cejas —y vasos— en media Europa. ¿Qué hace esta bebida milenaria en la lista de ruptura de uno de los tabúes religiosos más inquebrantables del mundo islámico?

La sidra, ¿una embajadora improbable?

Aunque no se ha especificado el origen de las sidras que se ofrecerán en hoteles de cinco estrellas, resorts de lujo y recintos diplomáticos del país, el solo hecho de que se autorice su consumo ya supone un giro cultural notable. Fuentes del sector vinícola apuntan a que su inclusión responde a dos factores clave:

  1. Menor graduación alcohólica que otras bebidas (alrededor del 5%), lo que la hace “más aceptable” dentro de ciertos márgenes religiosos.

  2. Asociación cultural positiva: se percibe como una bebida artesanal, natural, festiva y menos provocativa que los destilados o vinos más pesados.

En este contexto, la sidra aparece como el Caballo de Troya del alcohol en Arabia Saudí. No es agresiva, no viene con el imaginario del libertinaje occidental. Viene de los manzanos. Y en tiempos de transformación, eso importa.

Asturias sonríe desde lejos

Para Asturias, esta noticia es mucho más que una anécdota. En diciembre de 2023, la UNESCO declaró la cultura sidrera asturiana Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo siglos de tradiciones que incluyen desde la plantación de manzanos hasta el arte del escanciado.

"Si hay una bebida capaz de cruzar fronteras sin provocar rechazo, es la sidra", afirman desde el sector asturiano. "No impone. Invita."

Asturias lidera el consumo de sidra per cápita en el mundo y ha mantenido viva esta tradición frente a la globalización, convirtiéndola en emblema de identidad, de hospitalidad y de fiesta colectiva.

¿Podría ahora esta misma bebida convertirse en símbolo de apertura para uno de los regímenes más cerrados del planeta?

Una apertura vigilada pero histórica

La sidra —junto al vino y la cerveza— solo podrá consumirse en espacios muy específicos: hoteles de cinco estrellas, embajadas, recintos residenciales para expatriados y eventos internacionales aprobados por el Estado. Nada de tiendas, bares comunes o consumo en domicilios.

Las autoridades saudíes han subrayado que esta medida no es una occidentalización, sino una "modernización culturalmente sensible", que busca atraer inversión y visitantes sin traicionar los valores islámicos.

Todo estará milimétricamente controlado: personal formado, consumo supervisado, locales con licencia. Y, por supuesto, sin romper la discreción que exige la tradición saudí.

Un brindis inesperado

Que la sidra figure en esa lista es más que una curiosidad. Es una puerta entreabierta a un diálogo entre culturas. Es también un indicio de que las grandes revoluciones no siempre empiezan con fanfarrias. A veces, empiezan con un culete.

Dejar un comentario

captcha