A las ocho de la mañana, una marea de opositores cruzaba en silencio las puertas del recinto ferial Luis Adaro de Gijón. El aire era denso, cargado de nervios, concentración y una misma esperanza compartida por casi tres mil personas: lograr una de las 61 plazas fijas de auxiliar administrativo que el Ayuntamiento de Oviedo ha sacado a concurso. En juego, mucho más que un empleo: la posibilidad de estabilidad, de arraigo y de futuro en un mercado laboral cada vez más incierto.
A la convocatoria se habían inscrito 5.475 aspirantes, aunque finalmente se presentaron 2.924, lo que supone una tasa de participación superior al 53 %. El recinto gijonés fue elegido por el Ayuntamiento ovetense como solución logística ante la falta de espacios en la capital capaces de acoger tal volumen de opositores. El coste de organizar el examen —214.000 euros— da muestra de la dimensión del proceso: setenta trabajadores municipales y ochenta contratados por la Cámara de Comercio de Gijón se encargaron del operativo.
“Como si nos tocara la lotería”
La frase se repetía con frecuencia entre quienes salían del examen. Para muchos, conseguir una plaza en la administración pública equivale a que les toque la suerte. Pero aquí no hay azar: hay preparación, renuncias y meses —a veces años— de estudio en solitario.
“No me pareció muy difícil el examen. El sitio ha estado muy bien y todo muy organizado”, valoró Gonzalo Somoano, de 27 años, natural de Avilés. Estudió Administración y Finanzas, pero trabaja en un almacén que pronto cerrará en Asturias. “Busco algo en lo mío y estabilidad”, dijo, con la vista puesta en un contrato fijo.
Otros, como Andrea San Miguel, admiten que no han podido dedicarle tanto tiempo como quisieran: “No preparé muchísimo ni para nota, pero creo que era asequible”, explicó esta joven gijonesa, que agradeció la buena organización pese al retraso inicial.
Una meta compartida por varias generaciones
Entre los candidatos se encontraban perfiles diversos: jóvenes recién titulados, profesionales en paro, trabajadores con empleos temporales o desplazados, e incluso padres y madres que buscan una segunda oportunidad. La constante era la misma: la plaza fija como tabla de salvación.
“Para la gente joven, el empleo público es la única opción de tener una estabilidad y un futuro”, afirmaba Susana Barrero, de 31 años y natural de Lugo de Llanera.
Incluso quienes no consiguieron completar el examen con buenas sensaciones, como Daniel Collada, de Oviedo, agradecieron poder intentarlo. “No me dio tiempo a terminar, pero al menos lo he intentado. No veo mal que se haya hecho en Gijón. Era mucha gente para organizar”.
Una carrera por la estabilidad en plena precariedad
La prueba, que tuvo una duración de hora y media y constaba de 105 preguntas tipo test, fue vigilada con rigor. Durante el desarrollo, no se produjeron incidencias reseñables. El examen es solo la primera fase de un proceso que culminará con las deseadas plazas en el Ayuntamiento de Oviedo, 20 de ellas reservadas al turno de discapacidad.
La imagen de este domingo en Gijón es mucho más que una estampa puntual: refleja un fenómeno social. Mientras el empleo privado ofrece contratos temporales, salarios bajos o desplazamientos forzados, la administración sigue siendo, para miles, el último refugio de la seguridad laboral.
Y aunque las posibilidades matemáticas de conseguir plaza eran de uno entre cincuenta, nadie se fue sin pensar que, quizás, esta vez sí. Como si fuese la lotería. Pero con esfuerzo detrás.