Asturias en alerta ante una crisis ecológica que pone en jaque el futuro del salmón atlántico
Asturias, tierra de ríos legendarios y rituales ancestrales como la pesca del campanu, vive días de inquietud. Desde que comenzó la temporada con muerte, el pasado 13 de abril, solo cuatro salmones han sido capturados en toda la región. Todos ellos en el Narcea. El Sella, el Cares, el Esva y el Eo —ríos que durante generaciones han sido sinónimo de riqueza salmonera— permanecen en silencio. Un silencio que inquieta.
“No recuerdo que el campanu del Sella haya tardado tanto en salir”, admite con preocupación Antón Caldevilla, veterano ribereño de Cangas de Onís. Y no es el único. Entre pescadores, asociaciones y expertos, se extiende la sensación de que estamos ante algo más grave que una simple mala racha: una posible ruptura de ciclo, un cambio profundo y quizás irreversible.
Una caída que viene de lejos
Los datos no dejan lugar a dudas: en 2001 se capturaron más de 2.800 salmones en Asturias. En 2016, apenas 1.134. Y el año pasado, la cifra cayó a 376 ejemplares. Si el ritmo de esta temporada no remonta —y de momento, no hay señales de que vaya a hacerlo— 2025 podría marcar un nuevo mínimo histórico.
“No entran salmones desde hace años, todo el mundo lo sabe. Y la administración no hace nada”, denuncia Román Herrero, presidente de Fuentes del Narcea. Asegura que la Consejería de Medio Rural ha renunciado a legislar y que sin un plan real de conservación, “esto se acaba”.
Cambio climático, presas y sobrepesca: un cóctel letal
La comunidad científica apunta también a causas estructurales. El biólogo David Álvarez, profesor de la Universidad de Oviedo, lo dice sin rodeos: “No se debería pescar ni un solo salmón. Hacerlo es condenarlo a la extinción”. La pérdida de hábitats naturales, los obstáculos artificiales en los ríos y el aumento de la temperatura del agua están reduciendo drásticamente la capacidad reproductiva y migratoria de la especie.
A esto se suma la presión pesquera: este año se han tramitado más de 4.000 licencias de pesca con muerte, además de otras 2.000 interautonómicas. La regulación, afirman los expertos, llega tarde o simplemente no llega.
Un comportamiento que también está cambiando
Algunos ribereños, como Enrique Berrocal, presidente de Las Mestas del Narcea, insisten en que aún es pronto para sacar conclusiones definitivas. "El salmón no entra en abril. Lo hace en mayo o en junio. Hay un desfase natural, no una desaparición”, explica. Pero incluso él admite que algo ha cambiado.
Los salmones, dice, ya no se comportan como antes. Su entrada a los ríos es más tardía, más errática. Y más escasa.
Una cultura en peligro
Detrás de cada salmón perdido hay más que una cifra: hay un trozo de la identidad asturiana. El campanu no es solo el primer salmón del año. Es un símbolo. Una ceremonia. Una historia que se transmite de generación en generación. Y que ahora, podría estar llegando a su fin.
Los pescadores siguen madrugando, acudiendo al río con la esperanza de una picada. Pero la pregunta resuena, cada vez con más fuerza, entre las piedras y las aguas claras del norte: ¿Dónde están nuestros salmones?