Nanotecnología en la metáfora

Nanotecnología en la metáfora

En la seguridad de que la marea subía mucho más tarde, el jardinero de la finca de los beneficiados se aproximó levemente a la caseta de las llaves para asegurarse de que lo suyo estaba en orden. Bajando por la escalera equis hacia la parte de la playa por donde mejor se puede caminar con zapatos, el jardinero dudó acerca de los pronósticos. Le quedaban algo más de doscientos metros para llegar a colgar las llaves en la escarpia, dejar un mensaje escrito en una pizarra de cartón y salir de naja antes de que la marea hiciese lo de todos los días, como él. Acostumbrado a seguir el calendario de fútbol de primera división y el de la tercera regional, el librito de la tabla de mareas y el cuidado de la fruta por estaciones, el jardinero de la playa no vio venir el cambio horario, las sociedades anónimas deportivas y la ola de veinte metros que  terminó con la caseta de las llaves, la escalera equis, los zapatos  y la arena, e incluso con los pronósticos. Mil años quizás le parecieron los días que habían pasado desde que hace unas semanas empezó a demandar, con la serenidad de quien tiene razón y la poca pasión de quien no quiere entender palabras nuevas, algo que ahora resulta de otro mundo. La intervención oficial sobre la playa se basa en una demora de la naturaleza, desvío científico que provocó la ola que dejó sin caseta y sin rutina al jardinero de la finca de los beneficiados, que cree que su trabajo es imprescindible para que alguien lea el mensaje habitual en la pizarra de cartón.  Este hombre, el jardinero de la ola, que aún no entiende por qué  la gente vuelca camiones en la frontera o lleva el rebaño al centro de Madrid un domingo o dos al año,  está esperando a que lo llame un familiar, de los pocos que quedan con salud y cierta pericia, para que le explique los problemas del vacío. Cuestión que él considera innecesaria por razones evidentes. Nada tiene que ver la ola que le arrebató el trabajo con que la marea no acudiese a la hora establecida en el manual. La mecánica de toda una vida en el mismo circuito es tan frágil como los pronósticos. Esta escasa sospecha e inocente y perpleja la marca la aguja corta del reloj de arena del jardinero de la finca de los beneficiados. 

 

FOTO: El nacimiento de Venus, Alexandre Cabanel (1863)

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