Apología del perogrullo

Apología del perogrullo

Quizás porque tradicionalmente el clima suele acompañar a la vida, las vacaciones se disfrutan en verano y el trabajo se padece en invierno. En tiempos inciertos, las previsiones meteorológicas tienden también a la incertidumbre mucho más a menudo de lo habitual, que ya es decir. El cambio climático y la olvidada erosión de la capa de ozono son, con toda probabilidad, los causantes de que llueva en agosto y de que nos asfixiemos en febrero. Pero pese a la naturaleza, el formato sigue siendo el mismo aunque las estaciones no se correspondan con sus pictogramas de toda la vida: margaritas, sol, paraguas, nieve. Las turbulencias han sido desgraciadamente adversas estos días de Semana Santa en que no ha llovido a gusto de nadie. Anfitriones y turistas han renegado del cielo, resignados unos y deambulando los otros. Todo un clásico en estas vacaciones de devocionario que apenas satisfacen más allá de los fieles. A diferencia de años anteriores, la rutina se ha visto perturbada por un grupo importante, que no numeroso, de sospechosos habituales que no han descansado, por lo menos lo suficiente. De Guindos y los comisarios europeos del ramo han reeditado un viento de flojo a moderado en torno al canguelo inicial por la fiebre alta de la prima de riesgo y alrededor de la fortaleza del proyecto español para encarar el tormentón.

Tal vez, en esta espiral de urgencia en torno al descrédito internacional, el propio De Guindos ha dicho, en un diario alemán, que los servicios públicos españoles sufrirán la reforma. Alguien puede pensar mal, y acertará: cualquier excusa, cuanto más contundente mejor, es válida para aplicar “obligados por la circunstancia” la reforma en terrenos conquistados por el denominado bienestar social. El suicidio griego y Sarkozy en campaña han acelerado el corazón de la fiera en un par de episodios, trágico el uno, melodramático el otro. La enésima revuelta en Atenas alimenta las tesis más teutonas acerca de la incapacidad de las periferias. En cuanto al escudo protector que se ha sacado el pequeño Napoleón de la manga, qué decir: “Miren lo que le ha pasado a España tras siete años de socialismo”. Fuentes acreditadas del partido en el Gobierno consideran que Sarkozy tiene razón, y los portavoces del PSOE quieren que Rajoy exija la reparación del honor patrio.

Quizás estas balas se agotaron en el ‘affaire de los guiñoles’ que mancillaron el buen nombre del deporte español. En este resumen de urgencia, hay que apuntar que quienes nos presiden, en Madrid y en Asturias, continúan sin apenas hablar de lo que interesa, que no es lo mismo que hablar de lo que apenas interesa. A no ser que hoy resuciten. No es mal día

 

Grabado: Escena del Quijote, por Jean Ignace Isidore Gérard (1803–1847)

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