Los reyes vienen de Chechenia

Los reyes vienen de Chechenia

A cierta altura del edificio de esta vaina tan intensa como larga, los reyes magos son un coñazo, y aún más sus representantes en este baldío lodazal. Desde los tiempos del uso de razón hay un día raro, uno de los más extraños del calendario: en vulgo se denomina el día de jugar con los juguetes, ayer sin ir más lejos. En el contexto de una tradición meramente pongamos que cristiana, es el día de las frustraciones. Cuando se abre el cofre de la inocencia, por lo general aparece un militar en el baúl que te dice que no toques, que no veas, que no te muevas, que te pongas firmes. El soldadito de plomo siempre ha sido la pesadilla de la felicidad. Si realmente, como queríamos creer, los reyes son los padres, si Messi entrega los regalos en los hospitales y si llega una infanta y les dice que no se preocupen, qué quieren que les diga, pues que los reyes muy probablemente vienen de Chechenia.

En el mapa de la inconsciencia, el del indefenso, el último juguete de los magos, el de anteayer, era una bomba precisa. Digamos que el absurdo tópico, el redundante de jugar con los juguetes, no hace gracia, luego no haremos la metáfora fácil de los comerciantes que comercian con el juego del juguete.

Leer entre líneas hace ya mucho tiempo que sabemos que es de idiotas o de miopes, así que procuraremos ser prácticos, molestos e inútiles tal vez. En esta sinfonía de la descomposición, no se le ocurra desenvolver el paquete. Si no es colonia, es corbata. Qué quieren de unos magos tan generosos como célibes.

 

Ilustración: Hansel y Gretel, ilustración de Carl Offterdinger.

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